Canal interoceánico propuesto por el virrey de Nueva España, don Antonio María Bucareli y Ursúa, para poder transportar pertrechos, artillería y víveres desde la península ibérica hasta las costas de la Alta California (1773-80)
En 1509, el extremeño Vasco Núñez de Balboa desembarcó en Tierra Firme como polizón de la expedición de Martín Fernández de Enciso, nombrado alcalde mayor de Nueva Andalucía, en socorro del gobernador de la provincia de Nueva Andalucía, don Alonso de Ojeda, que se había asentado en el poblado de San Sebastián de Urabá, en la actual costa colombiana de Antioquía. Tras abandonar el poblado y entablar luchas con los indígenas, en diciembre de 1510 los españoles fundaron en la costa de enfrente del golfo de Urabá la primera ciudad en el continente americano, llamada Santa María la Antigua del Darién en honor a la Virgen de la Antigua de la catedral de Sevilla. Un año más tarde Núñez de Balboa consiguió que la corona le nombrase gobernador y capitán de la provincia del Darién. Desde entonces se dedicó a reconocer y conquistar para España las tierras situadas al oeste. De esta forma, el 25 de septiembre de 1513 Nuñez de Balboa divisó el océano Pacífico, llamado entonces Mar del Sur, desde la cima de las montañas Urrucallala, tomando posesión de él en nombre de la reina de Castilla, Juana, y de su padre, Fernando el Católico, el 29 de septiembre. Desde entonces los españoles mostraron su preocupación para tratar de comunicar el océano atlántico con el Mar del Sur.
Uno de los que mostró más interés en el nuevo mar fue Hernán Cortés, quien en mayo de 1522 escribió al rey Carlos I para informarle del descubrimiento y toma de posesión del Mar del Sur en las costas occidentales de Nueva España por cuatro españoles enviados por él. Cortés mandó construir un astillero en la costa descubierta, para lo cual fundó la villa de La Concepción de Zacatula, donde inició la construcción de dos carabelas y dos bergantines[01]. Hernán Cortés obtenía las maderas para la construcción de las naves de los bosques cercanos, y la mano de obra consistía en indios de las tribus de la zona. Pero los pertrechos, armamento y otros elementos para los barcos debía traerlos desde Veracruz, situada a unas 230 leguas de distancia, equivalente a unos 950. Actualmente la carretera que une estos dos puntos mide 968 km. El astillero de no estaba bien situado, y Hernán Cortés buscó otro lugar más cercano. El sitio escogido fue Tehuantepec, un lugar perteneciente a su marquesado del Valle de Oaxaca que se encuentra al sur del istmo del mismo nombre. La zona es un estrechamiento de tierra que ofrece el continente centroamericano al oeste de la península de Yucatán, entre los actuales estados mejicanos de Tabasco y Chiapas al este, y Veracruz y Oaxaca al oeste, que mide unas 60 leguas ó 250 km[02].
Para la fundación del astillero de Tehuantepec, Cortés tuvo que asegurar el camino hasta él. El viaje comenzaba con una navegación de unos 250 km desde Veracruz hasta la desembocadura del río Coatzacoalcos, en el extremo norte del istmo. Allí los españoles habían fundado la villa del Espíritu Santo en junio de 1522, que se mantendría en pie hasta 1640, pues el clima, las enfermedades y los ataques de los piratas ingleses y holandeses acabaron con ella. El rio Coatzacoalcos nace en la Sierra Atravesada, en el actual estado de Oaxaca; su cauce es tan abundante que lo convierte en el tercer rio del actual Méjico. Cortés es que comprobó que el río era navegable durante unas 40 leguas atravesando el istmo, permitiendo recorrer las dos terceras partes de la longitud total del mismo. A partir de ahí, el viaje debía hacer por sendas, veredas y caminos de cómoda orografía que atravesaban un ancho paso entre las sierras que discurren entre Guatemala y Nueva España hasta llegar a Tehuantepec. La distancia recorrida desde Veracruz sería la mitad de la necesaria hasta Zacatula y requería menos esfuerzo.
En junio de 1526 le llegó a Hernán Cortés una real célula del rey Carlos I informándole de la salida de las expediciones de fray García Jofre de Loaysa y del capitán Sebastián Caboto hacia las Molucas. Conocedor de las actividades marítimas de Hernán Cortés en el Mar del Sur, el rey pedía a Cortés que enviase sus barcos hacia las islas de las Especierías en ayuda de ambas expediciones. La casualidad quiso además que el patache “Santiago”, de tan solo 60 toneladas, se extraviara del grueso de la expedición de Loaysa y que, tras dos meses de travesía subiendo por la costa occidental de América, sus tripulantes llegasen exhaustos y sin provisiones hasta el puerto de Tehuantepec el 25 de julio 1526, donde fueron recogidos por los hombres de Cortés.
Al recibir la orden del monarca, Cortés preparó en el astillero de Tehuantepec tres carabelas a su costa para la expedición a las Molucas. Tras una corta navegación de prueba, las tres naves, "Florida", "Santiago" y "Espíritu Santo", partieron el 31 de octubre de 1527 del puerto de Zihuatanejo, al norte de Tehuantepec, con una tripulación de 110 hombres al mando de su pariente Álvaro de Saavedra Cerón. En permanente guerra con los portugueses y sin conocer todavía la ruta del tornaviaje, que encontraría fray Andrés de Urdaneta en 1565, el viaje se convirtió en una pesadilla y tan solo entre seis y ocho hombres lograron regresar a España siete años después.
Hernán Cortés viajó a España en 1528 para poner en orden sus asuntos y su actuación en Nueva España. El buen éxito de sus gestiones demostró el 27 de octubre de 1529, fecha en la reina Juana firmó unas capitulaciones que permitían a Cortés explorar y poblar islas y tierra firme en el Mar del Sur a su costa. Además, la reina le concedió el marquesado del Valle de Oaxaca y el título de capitán general de Nueva España y provincias y costas del mar del Sur.
A su regreso de España en 1529, en el astillero de Tehuantepec se comenzaron a construir dos nuevas naves, mientras que en el de Acapulco, fundado poco tiempo antes, ya se estaban construyendo otras dos, la ”San Marcos” y la ”San Miguel”. En junio de 1532 Cortés lanzó su primera expedición por el Mar del Sur; estaba al mando de su primo Diego Hurtado de Mendoza y formada por las dos naves de Acapulco. Los buques costearon rumbo norte hasta descubrir las islas Marías y se adentró en el llamado Mar de Cortés, entre el continente y la península Baja California. Las tormentas y las malas condiciones les hicieron regresar, si bien el barco que tripulaba Hurtado de Mendoza se perdió, y con él toda la tripulación.
Hernán Cortés se trasladó a Tehuantepec y urgió la finalización de las naves que estaban en construcción para iniciar una segunda expedición, con tan mala suerte que el viento hizo que chocaran entre sí: uno de los barcos se fue a pique y el otro tuvo tantas averías que tuvieron que hacerle casi nuevo. De esta manera, en Tehuantepec se botaron el ”San Lárazo” y ”La Concepción”, que zarparon del puerto de Manzanillo en octubre de 1533 al mando de Diego de Becerra y Hernando de Grijalba. Este último regresó a Acapulco al año siguiente tras haber tomado posesión de las islas de Revillagigedo, pero Becerra fue asesinado por su piloto Fortún Jiménez, quien se apoderó del barco y se dirigió a las costas de la Baja California; finalmente, el piloto fue a su vez asesinado, y el resto de la tripulación regresó a Nueva España para ser apresados y juzgados.
Hernán Cortés volvió a construir otros dos barcos en Tehuantepec: el ”Santa Águeda” y el ”Santo Tomás”. Junto con el ”San Lárazo”, Cortés se hizo a la mar al frente de su tercera expedición en 1535 desde el puerto de Colima con rumbo hacia la Baja California. Allí fundó una colonia el 3 de mayo de ese año, pero el virrey Antonio de Mendoza la mandó retirar a los pocos meses. Tras este fracaso, Cortés envió dos de sus barcos para que navegaran costeando hacia el sur auxilio de su pariente Francisco Pizarro, que estaba en guerra con Almagro, iniciando con ello una actividad comercial con el Perú. Este viaje fue el primero de tipo comercial entre Acapulco y Piura, al que siguieron otros.
Hernán Cortés realizó su cuarta y última expedición en julio de 1539. Para entonces Cortés tenía nueve barcos de buena factura, todos construidos en su astillero de Tehuantepec. Puso la expedición al mando de Francisco de Ulloa, que partió de Acapulco con tres barcos: el ”Santa Águeda”, el ”Santo Tomás” y ”La Trinidad”. Ulloa navegó por las costas occidentales de la California desde el cabo San Lucas, al sur de la península, hasta la bahía de la Magdalena, la isla de los Cedros, alcanzando los 33º de latitud, al norte del actual San Diego, demostrando con ello que California era una península y no una isla, como se creía hasta entonces. Mientras tanto, Cortés mantenía en Tehuantepec otros cinco barcos dispuestos a auxiliar o reforzar la expedición de Ulloa, pero el virrey Mendoza se lo impidió. De esta forma Hernán Cortés acabó con sus deseos de explorar y conquistar más tierras hacia el Poniente por el Mar del Sur.
En 1540 Hernán Cortés viajó a España para reclamar sus derechos. Nunca regresó a Nueva España, pues murió en 1547 en Castilleja de la Cuesta, Sevilla. La actividad del astillero de Tehuantepec prosiguió durante su ausencia dirigida por su familia, pero decayó alrededor de 1550, tres años después de la muerte de Cortés, por la competencia que le hacían otros puntos de la costa que habían obtenido de la corona permiso para construir barcos en el Pacífico. En 1553 se destinaros dos barcos al comercio con el Perú, otro para el de Panamá y un cuarto para llevar cargas de sal a Nicaragua. El último barco construido en el astillero de Tehuantepec fue el “Santi Spiritus”, que sin embargo nunca llegó a botarse.
El río Coatzacoalcos es muy ancho y profundo en su desembocadura y su navegabilidad llamó la atención de los virreyes españoles de la Nueva España como una vía de comunicación practicable entre Veracruz y Tehuantepec para continuar hacia el Perú y las costas occidentales del virreinato. Durante todo el siglo XVI y parte del XVII se practicó este recorrido con relativa frecuencia, navegando por el río Coatzacoalcos y finalizando a pie con porteadores por caminos de tierra hasta llegar a Tehuantepec y al Mar del Sur. Un ejemplo de su empleo son los 5.200 indios que empleaba el astillero de Tehuantepec en 1556 para transportar los materiales por este camino.
Otro ejemplo es el del virrey Antonio de Mendoza y Pacheco, quien en 1550 se dirigió al Perú para tomar posesión del cargo en la Ciudad de los Reyes (hoy Lima) atravesando del “camino de Cortés” por el rio Coatzacoalcos hasta Tehuantepec, viajando en canoa y contratando porteadores indios para llevar su abultado equipaje hasta el puerto de Huatulco, para embarcar allí y seguir viaje hasta el puerto de Tumbes. Esta era la ruta normal para viajar en aquellos años desde la costa atlántica de Nueva España hasta el Perú[03].
La necesidad de contratar indios como porteadores inclinaba a los virreyes a tratar de buscar otro camno alternativo o buscar en el istmo un trayecto donde pudiera construirse un camino para carruajes. En 1580 el explorador Francisco Gali, que se haría más tarde famoso por el descubrimiento de la bahía de San Francisco y la exploración de las islas Hawaii, fue encargado para recorrer y registrar el ”camino de Cortés” por el istmo de Tehuantepec. Sus trabajos se recogen en sendos mapas de ambos extremos del istmo fechados en abril y septiembre-octubre de 1580, que muestran la viabilidad de hacer navegable el río Coatzacoalcos como paso interoceánico[04].
En 1584 se ordenó al alcalde de Tehuantepec, Cristóbal Delgado, que hiciera otro reconocimiento del istmo en busca de caminos alternativos. No debió de tener éxito, porque siete años después, en 1591, el nuevo virrey de Nueva España, Luis de Velasco y Castilla ordenó al alcalde de entonces de Tehuantepec, Diego Terrazas, que practicase otro reconocimiento. El alcalde Terrazas junto con el práctico Pedro de Saravia encontraron un trayecto practicable para hacer un camino, pero no fue hasta la llegada del nuevo virrey, Gaspar de Zúñiga y Acevedo, que el proyecto no tomó cuerpo, de forma que en 1603 y 1604 "“pues con pocas leguas de camino por tierra, y ese en carros, se ha llevado cantidad de artillería y de buen peso ahora dos años, y otro tanto se ha hecho este y pasado juntamente unas anclas. Y demás de lo que esto ofrece de comodidad para el pasaje de estos géneros tan necesarios en las naos de Filipinas y en la misma Manilla".
En 1611 todavía hay referencia del uso del "camino de Cortés" mejorado para el tránsito de carretas, que los virreyes cuidaban para evitar que la frondosidad de la selva y el bosque lo cegaran, de forma que personas y mercancías pudieran viajar desde Veracruz a Acapulco, y desde aquí al Perú o a Manila. Con el paso del tiempo, el "camino de Cortés" dejó de utilizarse, por lo que no tenemos muchas noticias del uso que durante el siglo XVII se hizo del “camino de Cortés”, ya que los intereses de control del comercio se traladaron a la ciudad de Oaxaca y otros lugares del interior [05].
No fue hasta comienzos del siglo XVIII que renació el interés por la zona. Su abundante riqueza maderera hizo que el virrey don Juan Vázquez de Acuña, primer marqués de Casa Fuerte, criollo nacido en Lima, quisiera establecer un astillero en la desembocadura del río Coatzacoalcos. Siguiendo la política de ministro Patiño de revitalizar y fortalecer la Armada española, en 1730 el virrey envió al lugar al comisario de Marina don Juan Pinto para supervisar la construcción del astillero e iniciar los trabajos para un navío de línea. En 1734 finalizó la construcción del navío "Nueva España", de 60 cañones. Sin embargo, la mala organización del astillero y las enfermedades ocasionadas por el clima hicieron que los costes superaran con creces las construcciones que se hacían en el cercano astillero de la Habana. El asunto llegó a oidos de Patiño, quien envió al teniente general de la Armada don Rodrigo de Torres, cuyo informe ocasionó que el virrey cerrara el astillero y la construcción de barcos se centralizara en el astillero de la Habana, fundado en 1570 y remodelado en 1725. La única actividad naval que permaneció fue la tala de árboles para el astillero de la Habana, controlada por diferentes contratos entre la corona y asentistas criollos, cuyos troncos eran depositados en la orilla del río y recogidos y transportados por barcos del rey[06].
A partir de 1761 la tranquilidad con que España regía sus territorios de Nueva España se vio alterada por las noticias que comenzaron a llegar a la corte sobre las exploraciones rusas en las costas del Pacífico norte. Este hecho impulsó a España a iniciar una exploración sistemática de la costa del Pacífico norte del virreinato de Nueva España que le llevaría en pocos años a reconocer las lejanas islas de Alaska y el mar de Bering y a sembrar la costa norte de asentamientos, alguno tan alejado como en la bahía de Nootka, en la isla de Vancouver. En el Archivo General de Indias se conservan más de una veintena de cartas, informes y mapas intercambiadas entre el embajador de España en Rusia, los secretarios de Estado y de Marina, y el virrey de Nueva España sobre los avances de los rusos en aquellas costas.
El primero en informar del que tenemos noticias fue embajador español en la corte de San Petersburgo, don Pedro de Góngora y Luján, marqués de Almodóvar, quien había recibido instrucciones del gobierno para que informase acerca de las expediciones que los rusos estaban haciendo en las aguas del Pacífico norte desde las costas de sus dominios asiáticos. El 7 de octubre de 1761, el marqués envió al ministro de Estado español, don Ricardo Wall y Devereux, un informe sobre los descubrimientos rusos realizados hacia el este desde la península de Kamtchatka en dirección a California, describiendo las dos expediciones del capitán Bering y sus oficiales de los años 1728-29 y 1740-41.
En la primera expedición Bering comprobó que Asia y América no estaban unidas por tierra. En la segunda expedición descendió rumbo Sureste hasta los 46 grados de latitud norte, aproximadamente a la altura de la desembocadura del rio Columbia, que actualmente divide los estados norteamericanos de Washington y Oregón; al navegar varios días sin hallar tierra, Bering cambió a rumbo Noreste hasta tocar tierra a los 56 grados de latitud, en algún punto de las costas de la actual Alaska lindante con la Columbia Británica, distante unos 3.500 km de la actual San Diego. El marqués advirtió que de haber seguido el rumbo Sureste original, los rusos hubieran llegado sin duda a algún puerto español de la costa californiana. También llamó la atención sobre el hecho de que algunos en la Corte llamaban a aquellas tierras la Nueva Rusia, y alertó de la posibilidad de que los rusos llevasen a cabo una tercera expedición muy pronto[07].
En 1764 el nuevo embajador español en la corte rusa era don Álvaro de Navia Osorio y Bellet, vizconde de Herrería. Entre ese año y 1767 remitió al marqués de Grimaldi, el ministro de Estado de entonces, tres nuevos informes sobre los avances rusos en el Pacífico norte de la mano de varios comerciantes de pieles, diciendo que habían desembarcado en unas islas y tierra firme americana entre los 70 y 60 grados de latitud, que unas islas habían sido bautizadas como Aleutianas y que el gobierno ruso estaba preparando una nueva expedición al mando de un oficial alemán[08]. Como consecuencia de todas estas noticias, el gobierno alertó al virrey de Nueva España, marqués de la Croix, en enero de 1768, instruyéndole para que el gobernador de California estuviera atento y frustrase cualquier intento ruso de acercarse por aquellas costas[09].
La reacción española fue inmediata y no se hizo esperar. En San Blas, localidad ubicada en la costa pacífica de Nueva Galicia (hoy estado mejicano de Nayarit), existía desde antiguo un apostadero con puerto y un pequeño astillero para el comercio con las costas de Sonora, al Norte, y de la Baja California; además, San Blas era uno de los puertos de arribada del galeón de Manila en la costa de Nueva España antes de llegar a Acapulco. En 1768 el virrey decidió que este puerto fuese el punto de partida para las futuras expediciones marítimas hacia la Alta California.
Al año siguiente, el visitador don José Gálvez, quien se hallaba en el virreinato de Nueva España desde 1765 para asegurar el cumplimiento de las leyes reales y proponer modificaciones en la administración, mejoró las capacidades del astillero en San Blas y creó una escuela naval, un centro astronómico y un hospital, convirtiendo San Blas en un departamento naval. Don Gaspar de Portolá, nombrado primer gobernador de California desde hacía dos años, fue el encargado de dirigir las primeras expediciones marítimas y terrestres, que culminarían en septiembre de ese mismo años con la fundación del presidio de San Diego y en junio del siguiente, 1770, con la del presidio de Monterrey. Junto a ellos los franciscanos de fray Junípero Serra, que acompañaban a los expedicionarios, se erigieron sendas misiones religiosas.
Mientras tanto, las noticias de las actividades rusas seguían llegando a la corte de Madrid. El nuevo embajador español en San Petersburgo era don Francisco Antonio de Lacy, conde de Lacy. Continuando con la labor de sus predecesores, en octubre de 1772 remitió al marqués de Grimaldi una carta en la que adjuntaba la traducción al francés de las órdenes que el gobierno ruso había enviado en 1769 a los gobernadores del extremo oriental de sus dominios, incluyendo el de Kamtschatka. Las disposiciones defensivas citadas en el documento y la mención a ciertas conversaciones con los ingleses dejaban entrever el temor de los rusos a una posible invasión española en Kamtschatka. Parece ser que los rusos se enteraron de las expediciones españolas de aquel año en la Alta California a través de su embajador en Madrid, barón de Stalkelberg[10].
Apenas cuatro meses después, el 7 de febrero y el 19 de marzo de 1773, el conde de Lacy informó del viaje de exploración del capitán Tcherikow a las costas americanas entre 1769 y 1771, quien ya había estado en aquellas mismas aguas treinta años antes como segundo del capitán Bering; también informó de la expedición del año 1764, en que los rusos exploraron las costas americanas desde entre los 65 y 49 grados de latitud, recorriendo desde el estrecho Bering hasta las proximidades de la isla de Nootka; y del establecimiento de un puesto comercial ruso en la costa americana frente al estrecho de Bering, en los 64 grados de latitud. La información fue puesta inmediatamente en conocimiento del virrey de Nueva España[11].
Al mes siguiente, con fecha 23 de abril, el conde remitió al marqués de Grimaldi un mapa editado en ruso donde había señalado los cuatro establecimientos que los rusos habían fundado en aquella zona y en el que alguien, con muy buen criterio, había escrito en francés que “los españoles han hecho este descubrimiento los primeros”[12].
No habían pasado dos semanas cuando el 7 de mayo el conde de Lacy envió otro informe diciendo que “son tan vastos los proyectos de esta Corte, que tiene un plan formado de hacer una invasión en la China ... [y] ... una expedición marítima en el Kamtschatka contra el Japón”; el conde añadía que, si bien creía que el proyecto no se llevaría a cabo mientras durase la guerra contra los turcos en la que Rusia estaba inmersa por entonces, los rusos, no obstante, estaban reuniendo un ejército de 25.000 soldados con milicias de Siberia y varios regimientos de la Guardia, habían mandado construir embarcaciones de guerra en Kamtschatka, y habían designado a un general inglés llamado Lloyd, que se encontraba de servicio en el ejército ruso desde hacía un año, como jefe de la expedición[13].
Cuatro días después envió el dictamen de un conocido profesor de la Real Academia de Ciencias rusa en el que aconsejaba enviar una escuadra a Kamtschatka para “continuar después sus conquistas ventajosas a este Imperio el que, según él, tiene más derecho que ninguna otra Potencia a la América porque antiguamente aquel País se ha poblado con habitantes de Siberia”[14].
Informado del asunto por el secretario de Estado de Marina[15], el virrey Bucareli reaccionó fomentando las exploraciones y fundaciones en aquella costa para hacer efectiva la presencia española en la zona; en 1773 preparó una expedición marítima al mando del alférez de fragata don Juan José Pérez Hernández que zarpó en 1774 y llegó en su navegación hasta la isla de Nootka.
Durante su mandato en el virreinato de Nueva España mandó realizar otras dos exploraciones más, capitaneadas por los tenientes de navío Bruno Hezeta, Juan Francisco de Bodega y Cuadra e Ignacio Arteaga y Bazán, que tomaron posesión en 1775 de la bahía de Bucareli en los 55º de latitud, y exploraron la península de Kenai y la isla de Kodiak en Alaska en 1779. Además, aumentó el número de fundaciones españolas en la Alta California (San Antonio y San Gabriel en 1771, San Luis en 1772, San Francisco en 1776, Santa Clara y San Juan en 1777), consolidó los nuevos presidios y misiones con la creación de la Comandancia General de las Provincias Internas con su capital en Monterrey (1776) y fomentó la comunicación entre los establecimientos de la costa californiana con el presidio de Tubac, en Sonora[16].
Una de las propuestas del virrey Bucareli fue tratar de construir un canal que uniera los océanos Atlántico y Pacífico para transportar artillería y provisiones desde la península Ibérica hasta los nuevos asentamientos de la Alta California si tener que llevarlos desde el puerto de Manila[17]. Ya en 1698 el banquero inglés William Patterson había propuesto al rey Guillermo II abrir un canal similar en el istmo de Panamá, que presenta una anchura de unos 50 km en su punto más estrecho, “... para dar leyes a ambos mares y para ser árbitros del comercio del mundo”[18]. Sin embargo, Bucareli no eligió el istmo de Panamá, sino la zona elegida por Hernán Cortes para transportar piezas de artillería y pertrechos de costa a costa: el istmo de Tehuantepec.
El virrey Bucareli escogió al coronel Ingeniero en jefe don Agustín Crame para que estudiara la viabilidad del proyecto e hiciera un reconocimiento del terreno entre el río Coatzacoalcos en la costa atlántica hasta el istmo de Tehuantepec en el Pacífico. Ambos personajes habían coincidido en la isla de Cuba durante seis años, entre 1765 y 177, cuando el virrey era el capitán general gobernador de la isla y el coronel uno de los oficiales del Real Cuerpo de Ingenieros enviados a Cuba por la corona para estudiar un plan de defensa y mejorar las fortificaciones de la isla. En aquellos años ambos oficiales se conocieron bien, y Bucareli supo de las habilidades con explosivos que tenía Agustín Crame gracias a su experiencia en la construcción del canal de Campos en la península veinte años atrás.
El coronel Crame ejercía en aquellos momentos como gobernador del castillo de san Juan de Ulúa de Veracruz, por lo que estaba cerca del lugar. Inició el reconocimiento de la zona elegida en diciembre de 1773, recorriéndolo desde Tehuantepec hacia el norte. En enero remitió un primer informe en el que dijo que había encontrado “... no solo el camino por donde pudo pasar la Artillería, sino por donde efectivamente pasó...”, indicando el camino recorrido por la Artillería por tierra desde Tehuantepec atravesando la sierra hasta llegar al primer afluente, el río Malatengo, sin descartar que hubiesen llegado al segundo, el rio Saravia, para, desde allí, continuar con canoas hasta comunicarse con el cauce del rio Coatzacoalcos y llegar por fin a su desembocadura. El coronel Crame no hace en su informe referencia a la Artillería de Hernán Cortés, sino a los transportes de Artillería que se hicieron a principios del siglo anterior de costa a costa[19].
En su primer informe el coronel Crame dice que es posible comunicar ambos mares por tierra y por río, que en la zona ”ofrece buena disposición el terreno y aun mejor los ríos”, que habría que atravesar alguna loma mediante el empleo de minas, que la parte sur ”es todo el terreno perfectamente llano y sin obstáculo alguno para la navegación” y que, si bien no hay ningún puerto construido, ”hay buenos surgideros y proporción para formarlo sin excesivo gasto”; sobre la parte norte, afirma que ”la Barra de Goazacoalcos (sic), según los mejores informes, es imbariable, suficiente para fragatas, y no mui dificil proporcionarla para Navíos, pero que esto se verá bien para informar mejor”.
Al llegar a la desembocadura del rio Coatzacoalcos en el golgo de Méjico, el coronel Crame retomó el camino de vuelta hasta Tehuantepec por el mismo sitio para completar el reconocimiento de la zona. Finalizada la tarea, el coronel elaboró un mapa en cuyo margen derecho escribió su segundo informe al virrey, fechado el 20 de febrero de 1774, que recoge sus conclusiones y recomendaciones[20].
El coronel Crame fijó la distancia entre los dos extremos del istmo en 60 leguas, unos 250 km. Sobre la navegabilidad del rio Coatzacoalcos, confirma que puede recorrerse en embarcaciones grandes unas 40 leguas: dice que el lugar de la desembocadura tiene un fondo invariable de 24 palmos de agua en marea media, con una zona que desciende a los 18 palmos, lo que significa que es un puerto muy apto para fragatas, y que con poco costo podría habilitarse para navíos de línea; añade que río arriba la anchura entre orillas es de entre 200 y 400 varas, equivalente a entre 167 y 334 metros, ”con fondo suficiente para embarcaciones mayores, y para goletas y balandras hasta el “cerrillo de Guapilolopa”[21], lugar situado a unos 80 km desde la desembocadura del río; desde allí puede seguirse navegando otros 80 km más hasta un lugar llamado “Malpaso”, situado entre los afluentes Sarabia y Malatengo, donde la travesía hasta Tehuantepec, distante todavía unos 90 km, se continua a pie.
Los primeros kilómetros del camino por tierra son de continuas lomas no muy altas, hasta desembocar en una zona de sabana que ”es tierra casi llana hasta las inmediaciones de San Juan de Guichicobi”; el corto trayecto hasta el rio Matalengo es algo quebrado, pero una vez allí el camino vuelve a tornarse una sucesión de lomas suaves hasta llegar a Tehuantepec. Debido a que la sierra que conecta Nueva España con Guatemala por la costa sur ”está interrumpida entre Santa María de Petapa y San Miguel” en un tramo de unos 50 km, el camino desde San Juan de Guichicobi atravesia la sierra desde la Hacienda de Chivela y hasta San Gerónimo, distante unos 40 km[22]. El coronel Crame añade que ”poner en buen estado” esta parte del camino es lo que generaría mayor gasto.
A continuación, el coronel Crame describe el que pudo ser el trayecto recorrido por la Artillería en su traslado por el istmo hasta San Juan de Ulúa el siglo anterior. Situa en el mapa el punto de posible embarque en el rio Malatengo, sin descartar que fuese en el rio Sarabia, desde donde siguió hasta su confluencia con el rio Coatzacoalcos y hasta su desembocadura en el golfo de Méjico. Añade que el cauce del río Malatengo es solo adecuado para la navegación en la época de lluvias, por lo que recomienda aprovechar las suaves lomas existentes campo a través hasta el rio Sarabia para construir un camino hasta este último. También cita la posibibilidad de unir un par de rios con canales en el tramo sur del camino.
Como conclusión, el coronel finaliza diciendo que ”la disposición de los ríos, la sierra que está como interrumpida entre Santa María de Petapa y San Miguel y la buena proporción que ofrece el terreno, hacen conocer que no fuera empresa muy difícil, ni de excesivo gasto, la comunicación de los dos Mares”.
Entregado el informe al virrey, Agustín Crame regresó a su destino en el castillo de san Juan de Ulúa.
Hasta el 26 de agosto de 1776 el virrey Bucareli no ordenó un segundo reconocimiento más en firme del istmo con objeto de poner el proyecto en marcha. Los encargados de la tarea fueron el coronel Ingeniero en segundo don Miguel del Corral y el capitán de Fragata don Joaquín de Aranda, que recomendaron arreglar el tramo de tierra, si bien descartaron el empleo de la desembocadura del rio Coatzacoalcos para barcos pesados. Sin embargo, la amenaza de una nueva guerra contra Inglaterra se cernía en el horizonte. La guerra de independencia de las Trece Colonias norteamericanas había empezado en 1775 y España apoyaba subrepticiamente a los rebeldes. La amenaza de un nuevo conflicto hizo que los trabajos de Del Corral y Aranda se decantasen más por el reconocimiento de la defensa del golfo de Méjico. Por ello, su trabajo incluyó el reconocimiento de un lugar de la costa llamado Alvarado, a unos 70 km al sureste de Veracruz, y el cercano pueblo de Tlacotalpán, con objeto de estudiar la posible instalación de un astillero, y el de otros lugares de la costa desde el norte de Veracruz hasta el río Coatzacoalco[23].
Las expediciones marítimas al Pacífico norte enviadas por el virrey en 1774, 1775 y 1779 demostraron que el peligro ruso no se materializaba, lo que unido a que España declaró la guerra a Inglaterra el 16 de julio de 1779, hicieron que el proyecto del canal interoceánico fuera finalmente desechado por el gobierno. Lo que no se desechó fue el uso del istmo para comunicar ambos oceanos por el tradicional "camino de Cortés". En 1789 el río Coatzacoalcos se navegaba hasta un embarcadero que se habilitó en un punto del rio Saravia; desde allí el camino se había mejorado y pasaba por San Juan de Guichicovi y Santa María de Petapa hasta Tehuantepec. En 1804, el viaje con recuas de mulas por el Camino Real entre Oaxaca y Veracruz se hacía en tres meses, mientras que el cruce del istmo entre sus dos extremos se hacía en diez diez a la mitad de coste por carga[24].
El gobierno virreinal de Nueva España nunca realizó ningún canal interoceánico en el istmo de Tehuantepec, pero su idea siempre estuvo presente en la mente de muchos. Las Cortes de Cádiz lo tomaron en consideración, y en su sesión del 30 de abril de 1814 concedieron la autorización y un premio para la construcción de un canal navegable entre el río Chimalapa, uno de los afluentes del rio Tehuantepec, y el rio Goazacoalcos, en el istmo de Tehuantepec, a cargo de los fondos del consulado de Guadalajara[25]. Después de la secesión del Virreinato de Nueva España en 1823, el proyecto de construcción de un canal interoceánico en el istmo de Tehuantepec pasó a la nueva República de Méjico, quienes tuvieron que lidiar con los intereses de los Estados Unidos, Inglaterra y Francia por hacerse con el control del mismo. Pero esa es otra historia. Hasta la fecha el canal sigue sin haberse construido.
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[01] Anónimo, op. cit.
[02] En 1774, el coronel Ingeniero en jefe don Agustín Crame cifró la distancia del estrecho en 60 leguas de Castilla de cinco mil varas castellanas cada una. La vara castellana mide 0,835 metros, por lo que una legua de Castilla mide 4.175 metros.
[03] Machuca, op. cit., párrafos 13 y 16.
[04] Moreno y Gentil, op. cit.
[05] Machuca, op. cit., párrafos 18, 19 y 20.
[06] Reichert, op. cit.
[07] Carta del marqués de Almodóvar, del 7 de octubre de 1761 (AGI, ESTADO, 86B, N.100, documento 1).
[08] Cartas del vizconde de la Herrería, del 30 de abril y 18 de septiembre de 1764, y 31 (sic) de noviembre de 1767 (AGI, ESTADO, 86B, N.100, documentos 2, 3 y 4).
[09] Oficio al virrey de Nueva España, de 23 de enero de 1768 (AGI, ESTADO, 86B, N.100, documento 5).
[10] Carta nº 15 del conde de Lacy, de 22 de octubre de 1772 (AGI, ESTADO, 86B, N.100, documento 6).
[11] Cartas nº 19 y 35 del conde de Lacy, de 7 de febrero y 19 de marzo de 1773. AGI, ESTADO, 86B, N.100, documentos 7 y 8. También, oficio a Julián de Arriaga de 19 de marzo de 1773 (AGI, ESTADO, 86B, documento 9).
[12] Carta nº 52 del conde de Lacy, de 23 de abril de 1773 (AGI, ESTADO, 86N, N.100, documentos 10 y 11). El mapa está archivado con la referencia AGI, MP-MEXICO,526BIS.
[13] Carta nº 64 del conde de Lacy, de 7 de mayo de 1773 (AGI, ESTADO, 86B, N.100, documento 12).
[14] Carta nº 70 del conde Lacy, de 11 de mayo de 1773 (AGI, ESTADO, 86B, N.100, documento 15).
[15] Oficio de Julián de Arriaga, de 11 de abril de 1773 (AGI, ESTADO, 20, N.1, documento 2).
[15] Alfonso Mola, op. cit.
[17] Carta nº 1182 del virrey Bucareli, de 26 de septiembre de 1773 (AGI, ESTADO, 20, N.4, documento 1).
[18] Tlacxani Segura, op. cit.
[19] Carta nº 1258 del virrey Bucareli, de 27 de enero de 1774, adjuntado el primer informe del coronel Crame de 2 de enero (AGI, ESTADO, 20, nº 6).
[20] Mapa e informe del coronel Ingeniero en jefe don Agustín Crame sobre el Ystmo de Tecoantepeque y curso del Rio de Goazacoalcos, fechado en Mexico el 20 de febrero de 1774 (AGI, MP-MEXICO, 302).
[21] Coapiloloya es actualmente un poblado de unos 200 habitantes construido junto al río Coatzacoalcos.
[22] San Gerónimo es hoy la población bautizada como Ciudad Ixtepec. La distancia actual por las carreteras 185 y 185D hasta Chivela son 52 km.
[23] Siemens y Brinckmann, op. cit. Incluye la transcripción completa del informe de Del Corral.
[24] Machuca, op. cit., párrafo 52.
[25] Machuca, op. cit., párrafo 53.