Victoriosa campaña española en mayo de 1782 contra las Bahamas a cargo del gobernador de Cuba, teniente general don Juan Manuel de Cagigal, que culminó con la conquista de la isla de Nueva Providencia y su capital Nassau.

Tras haber expulsado el mariscal de campo don Bernardo de Gálvez a los ingleses del valle del Mississippi y haber capturado Mobila y Pensacola entre 1779 y 1781, toda la Florida Occidental quedó en manos españolas. El éxito se completó con la expulsión de los ingleses de sus asentamientos de Honduras y Nicaragua por el teniente general don Matías de Galvez, padre de Bernardo, capitán general y presidente de la Real Audiencia de Guatemala. Por último, otra expedición española tomó la isla de Roatán en 1782, quedando así reconquistado todo el territorio español de Honduras, como antes lo habían sido Campeche y Florida. La situación parecía más que madura para intentos más ambiciosos, y así en abril del mismo año, el teniente general don Juan Manuel de Cagigal, capitán general de La Habana, preparó una expedición contra las islas Bahamas, tradicional nido de corsarios ingleses.

Las islas Bahamas eran uno de los principales archipiélagos donde los británicos habían establecido sus bases navales en el mar del Caribe, desde los que salían frecuentemente partidas y flotillas para atacar las rutas marítimas más importantes de España en América, fundamentalmente en el golfo de México.



Mapa de 1733 mostrando las islade Cuba, Jamaica y Nueva Providencia, en las Bahamas. (Fuente: Biblioteca Nacional de España).

No sólo los convoyes entre España y América se congregaban en Cuba para formar las Flotas del Tesoro, sino también a otros de menor entidad que realizaban comercio y transporte entre el territorio insultar español y otras islas. Aunque los planes españoles de esos años para la guerra disponían que el golpe final debía darse contra contra Jamaica, que era la principal y más importante posesión británica en aguas del Caribe, donde la ciudad de Port Royal destacaba como central puerto de guerra, primero era necesario realizar una maniobra preparatoria como el asalto sobre las Bahamas.

Por otro lado, no era la primera vez que una expedición anfibia española había tomado Nueva Providencia. Desde los comienzos de la colonización de América, las posesiones españolas del Caribe habían debido soportar el ataque, saqueo e incendio de franceses, ingleses u holandeses. Pero los contragolpes españoles de represalia sobre los establecimientos de los agresores fueron también de gran dureza. Y, paradójicamente, las dos tomas de Nueva Providencia previas tuvieron lugar a comienzos del siglo XVIII, en uno de los momentos más bajos del poder naval y militar español.

La primera tuvo lugar en el verano de 1703, en plena Guerra de Sucesión, cuando una expedición al mando de Blas Moreno de Mondragón, con 150 hombres embarcados en dos fragatas, desembarcó allí, causando cien muertos y llevándose otros tantos prisioneros, 22 cañones y 13 buques apresados. En 1718, en plna guerra de la Cuadruple Alianza, los ingleses se apoderaron de un guardacostas de Puerto Rico, muy temido por su celo en reprimir a los contrabandistas de Jamaica. El resentimiento británico se tradujo en que toda la dotación de barco español, unos 60 hombres, fue ahorcada, y el comandante, don Mateo Luque, exhibido en público en una jaula antes de su muerte. Tratándose de un buque del Estado y apresado en guerra abierta entre naciones presuntamente civilizadas, el hecho pareció una barbaridad que clamaba venganza, y cumplida se la tomó el almirante Francisco Cornejo, que al mando de nueve bergantines y balandras de la Armada de Barlovento, con mil hombres de desembarco, tomó y arrasó la isla de Nueva Providencia. Fue en aquellos años que las Bahamas se constituyeron regularmente como colonia británica.

El plan del general Bernardo de Gávez era tomar Nassau en la isla de Nueva Providencia, capital y emplazamiento más importante de las Bahamas, a finales de 1781, pero al iniciarse la campaña militar sobre Yorktown debió posponerse su plan de invasión hasta que la ciudad cayera en manos aliadas y las tropas fueran posteriormente reforzadas y reagrupadas. Finalmente, una vez caída Yorktown en octubre de 1781 en manos de los rebeldes norteamericanos y pudieron comenzar las labores logísticas y agrupación de tropas para la expedición contra Bahamas, a principios del año siguiente se reactivó el plan de Gálvez, según lo inicialmente proyectado.

A principios de 1782, se encargó al teniente general Juan Manuel Cagigal, en aquel momento gobernador de Cuba, preparar la expedición, para la que contó con el Comendador Real don Francisco de Miranda como segundo, que ya había estado en 1781 en Kingston, Jamaica, como espía y a quien ya presentamos al hablar de la conquista de Pensacola. A finales de enero de ese año, los españoles conseguían sumar a su causa del comodoro recién estadounidense Alexander Guillon, que había ejercido y seguía ejerciendo como corsario y mandaba una pequeña escuadrilla compuesta por ocho bergantines y la fragata South Caroline, de 28 cañones y considerada su nave capitana. En aquel momento Gálvez consideró que era más prioritario lanzar el ataque contra Jamaica y suspender la expedición contra Bahamas, ya que Kingston se había demostrado no estar tan protegido como se suponía gracias a los informes de inteligencia españoles; sin embargo el general Cagigal continuó con la misión que le había sido encomendada de conquistar Nassau.

Las aguas de las Bahamas tenían un serio problema para la Real Armada española, ya que eran aguas someras y superficiales y dificultaban en gran medida que los navíos de línea o de porte de guerra pudieran navegarlas solventemente sin riesgo a vararse o no poder entrar en las bahías y fondeaderos principales. Esto supuso que se decidiera no contar con un gran contingente de asalto, pues, además, la mayor parte de la escuadra española se encontraba asediando Gibraltar, Menorca, o patrullados las aguas de influencia de ambas plazas marítimas. La opción naval más factible era centrar la táctica en el uso de fuerzas sutiles, principalmente fragatas, corbetas, bergantines, goletas y balandras, que por su porte sutil y menor calado tendrían más facilidades para navegar aquellas aguas.

Los menos de dos mil hombres del cuerpo expedicionario que pudieron alistarse, sus armas, provisiones y equipos, fueron fin almente transportados en 48 pequeños mercantes, recurso tradicional para facilitar el desembarco, al ser embarcaciones de poco calado, que por su elevado número y utilizando los botes podían poner así tan rápida como cómodamente la fuerza en tierra. Escoltaban al convoy una fragata de guerra, buque insignia, 16 embarcaciones menores y ocho cañoneras, buques también pensados para poderse acercar lo más posible a las playas, cayos y ensenadas, y así apoyar eficazmente con sus fuegos el desembarco.



Cuadro de Ferrer Dalmau titulado OPabellones henamos", que muestra la escuadra hispano-norteamericana del teniente general Juan Manuel de Cagigal y del comododo Alexander Guillonnavegando hacia la isla de Nueva Providencia para conquistar Nassau en mayo de 1782.

El 18 de abril de 1782, partía de La Habana una escuadra hispano-estadounidense compuesta por nueve buques americanos y españoles de diverso porte, fundamentalmente bergantines y alguna fragata, y 54 transportes españoles en los que iban embarcados unos 2.500 soldados de infantería.

Tras una feliz travesía, el 4 de mayo, la escuadra aliada llegaba al puerto de Nassau, en la costa de la isla Nueva Providencia. El general Cagigal desembarcó con escasa resistencia su fuerza expedicionaria y no tardó en apoderarse de los tres fuertes que defendían Nassau, la capital, y de su puerto, tras intercambiar fuego de artillería con las baterías y dos fuertes de costa apoyado por los cañones de la escuadra, aprisionando además algunas embarcaciones británicas que se encontraban allí ancladas, sin sufrir bajas.

El día 6 de mayo el general Cagigal envió a su segundo, Miranda, en misión diplomática a tierra con una misiva para el capitán general británico de Bahamas, el vicealmirante John Maxwell, ”Capitan General y Comandante en jefe de las Islas de Bahama, Canciller, Vicealmirante y Primado de dichas islas y Teniente Coronel del Ejército de S.M. Británica", con los términos de la rendición; esta capitulación constaba de doce artículos bien definidos y considerablemente generosos, garantizando la seguridad de los civiles y proponiendo una rendición honrosa para los británicos.

El día 8 de mayo, Maxwell firmó la capitulación ante Miranda, rindiendo la plaza de Nassau, el archipiélago conjunto de Bahamas, ya que la principal guarnición estaba en la capital, y doce buques de guerra británicos de porte variado, incluida una fragata. En la rendición también cayeron en manos españolas cinco goletas, dos balandras y unas 65 naves mercantes menores, y 159 cañones y seis obuses. Y se hicieron 1.412 prisioneros, de los cuales 274 era regulares, entre los que había oficiales de diverso rango, 338 milicianos y 800 marineros, a ellos hay que sumar 2.376 esclavos de las plantaciones.

El botín capturado sobrepasaba prácticamente al potencial de la fuerza invasora, pues se contaron 153 piezas de artillería en tierra, más otras 150 en los buques armados apresados. El total de prisioneros ascendió a 1.412 hombres, número casi igual al de la fuerza española atacante. En Nueva Providencia también se tomaron todos los abastecimientos de la isla, que fueron aprovechados posteriormente para reforzar a los patriotas norteamericanos. El éxito de la expedición a Bahamas fue tan rotundo e incontestable que las defensas de la isla, en total cinco fuertes y varias baterías de costa, fueron tomadas sin tener una sola baja.

La victoria española se conmemoró de una forma muy adecuada dando el nombre de Bahama a un navío de 74 cañones que se botó en 1784 en el arsenal de La Habana. Este barco, estando al mando de don Dionisio Alcalá Galiano se batiría heroicamente años más tarde en 1805 en la batalla de Trafalgar. Basamos nuestra afirmación en que en aquella época se bautizaba a los navíos de la Armada con nombres religiosos o de la familia real, y sólo excepcionalmente con nombres geográficos de los territorios pertenecientes a la corona española y por algún hecho particular. En 1784 las Bahamas dejaron de pertenecer a España, por lo que resulta evidente que se quiso conmemorar con el nombre de este navío la significativa victoria de la toma de Nassau.

Tras la Paz de Versalles, España de vió obligada a devolver las Bahamas al Reino Unido en 1784.


La capitulación británica en Nassau fue publicada por la Gaceta de Madrid de 13 de septiembre de 1782.

En el artículo 1º se estipulaba que todo el archipiélago pasaba a ser posesión del rey de España, con sus fuertes, armas, buques y pertrechos. Las tropas inglesas saldrán con todos los honores y, tras entregar las armas, serán embarcadas a cualquier puerto británico, excepto Jamaica, bajo palabra de no volver a hacer armas contra España o sus aliados en la presente guerra, siguiendo las caballerosas costumbres de la época.

En el artículo 2º se concedía un plazo de 18 meses a todos los residentes que quisieran abandonar las islas para arreglar sus asuntos, liquidar sus propiedades y emprender el viaje, pasado el cual, los que quedasen debían jurar fidelidad al rey de España.

En el artículo 3º se garantizaban las propiedades y derechos de los naturales de las islas, incluidas sus embarcaciones, salvo por lo que respecta a armas y municiones, si las tuvieran, en cuyo caso pasarían a ser propiedad de la corona española (artículo 5º), no pagarán más impuestos que los que pagaban anteriormente a la corona británica (artículo 4º) y no se les forzaría hacer armas contra Inglaterra en la presente guerra (artículo 6º).

En el artículo 7º se dice textualmente que “Los habitantes gozarán el libre ejercicio de su religión y los ministros sus curatos”. Es decir. Que los pastores anglicanos o protestantes seguían con sus funciones, propiedades y rentas sin problema alguno, aunque subordinados a la autoridad del gobernador español, como antes de la capitulación lo estaban a la del inglés.

En el artículo 10º se aseguran a los habitantes sus leyes, costumbres y ordenanzas, “y la justicia les será administrada por las mismas personas que actualmente se hallan en oficio”, al menos mientras dure el periodo transitorio de asimilación, estimado en un año y medio.

El resto del articulado se refiere al cuidado y repatriación de los prisioneros enfermos o heridos, a la evacuación de los archivos británicos (salvo cartas y mapas del archipiélago) y a otras cuestiones menores, firmando por parte española el general Cagigal y por parte inglesa el general Maxwell.

FUENTES: