Victoriosa campaña española a cargo del gobernador de Lousiana, el mariscal de campo don Bernardo de Gálvez, que culminó la expulsión de los británicos de toda la Florida Occidental.
Tras la conquista de Mobila el 14 de marzo de 1781, la toma de la plaza fuerte de Pensacola, capital de la Florida Occidental y sede del poder civil y militar británico, era el siguiente objetivo de España en la contienda contra Inglaterra, por su gran valor geopolítico y estratégico. Pensacola suponía una constante amenaza para la seguridad y el comercio de Luisiana y el virreinato de Nueva España, principal fuente de ingresos de la Corona en las Indias.
El mariscal de campo Gálvez zarpó de La Habana al mando de una expedición contra Pensacola el 16 de octubre de 1780. Desgraciadamente, días más tarde se abatió sobre el golfo de México un huracán que dispersó los barcos del convoy: unos fueron a parar a Campeche; otros al río Mississippi; uno se fue a pique y otros simplemente desaparecieron. Tras superar innumerables obstáculos y procurar la reunión de los buques, Gálvez regresó al punto de salida un mes más tarde, el 17 de noviembre. En la capital cubana, después de reñidas discusiones con la Junta de Generales, de la que era miembro destacado, logró que se le concediesen las fuerzas marítimas y terrestres necesarias, no para atacar Pensacola, sino para socorrer la guarnición de Mobila, que se hallaba en peligro de ser atacada por los británicos, que deseaban recuperarla.
El 6 de diciembre un pequeño convoy al mando del capitán de fragata don José de Rada partió de la Habana transportando un cargamento de víveres y una fuerza de 500 hombres para reforzar la guarnición del coronel Ezpeleta en Mobila. Tras varios días de navegación la flotilla llegó a la entrada de la bahía de Mobila, pero Rada no se atrevió a sobrepasarla por haber encontrado, según sus palabras, "alguna variación en el canal". En su lugar, se dirigió a la boca del río Mississippi, donde dejó el convoy y regresó a la Habana. En efecto, el huracán del mes de octubre había variado el fondo de la bahía y creado peligrosos bancos de arena que era necesario reconocer con cuidado.
La noticia de que dos fragatas inglesas habían cruzado la entrada de la bahía de Mobila y atacado la población llegó a la Habana; si bien el coronel Ezpeleta derrotó y epulsó a los atacantes, el mariscal de campo Bernardo de Gálvez solicitó una fuera de tropa para reforzar las guarniciones de Luisiana y Mobila, asegurar lo conquistado hasta la fecha y, posteriormente, tratar de capturar la plaza de Pensacola. La Junta de Generales de la Habana aprobó su propuesta y acordó facilitarle 1.315 soldados procedentes de varios regimientos, cinco compañías de granaderos y una escuadra de cinco naves de guerra puestas a sus órdenes:
Completaban la flota 27 buques más, entre polacras, saetías, balandras, bergantines, goletas y dos lanchas torpederas. El total de hombres, contando soldados del ejército y marineros, era de 3.179. El 1 de febrero de 1781, Gálvez envió una goleta al mando de Maximiliano Maxênt hacia Nueva Orleans con órdenes a las tropas dejadas por Rada y a las que sobrevivieron al temporal de octubre para que se embarcasen y se reuniesen su convoy. El 14 de febrero comenzaron los trabajos de embarque de la expedición, y el 28 de febrero la flota zarpó de la Habana. El 1 de marzo comisionó al subteniente Miguel de Herrera, del Regimiento de España, para que marchase a Mobila con una goleta con órdenes al coronel don José Ezpeleta, jefe de aquella guarnición, para anunciarle que se dirigía a la entrada de la bahía de Pensacola y que alistara una fuerza y marchase con ella hasta esta plaza para unirse a él.
Mapas de 1761, cuando la bahía de Pensacola aún pertenecía a España, realizado con ocasión del traslado al presidio de dos compañías de granaderos y pertrechos de guerra a bordo de la fragata Tetis y del paquebote Marte, al mando del capitán de fragata don José Porlier (Fuentes: Mapa de la izquierda, Biblioteca Virtual de Defensa, ref: Ar.J-T.1-C.4_76; mapa de la derecha, Biblioteca Nacional de España.)El 4 de marzo Gálvez se reunió a bordo del San Ramón con todos los comandantes de la fuerza expedicionaria para anuniarles que se dirigían a la isla de Santa Rosa, en la entrada de la bahía de Pensacola, para desembarcar en ella, atacar la batería que los británicos tenían emplazada en la punta de Sigüenza y, posteriormente, entrar en la bahía sin esperar los socorros de Luisiana y Mobila. El plan fue muy bien acogido por los oficiales de la Armada.
El 5 de marzo el bergantín Galveztown, al mando del capitán Pedro Rousseau, se unió a la flota expedicionaria tras zarpar tres días de la Habana. Este buque, cuyo anterior nombre había sido West Florida, había sido capturado el 10 de septiembre de 1779 a los ingleses por la fragata Morris, donde Rousseau era el segundo al mando, en el lago Pontchartrain. Incorporado a la flota rebelde americana y rebautizado como Galveztown, combatió a los ingleses en el lago y en el río Mississippi el resto del año hasta que Oliver Pollock, el representante del Congreso Americano en Nueva Orleans, se lo regaló al ya ascendido mariscal Bernardo de Galvez en agradecimiento a los 22.640 pesos que Gálvez le había entregado el 28 de octubre de 1778 para fletar la fragata Morris. Desde entonces Bernardo de Gálvez lo consideraba su barco, y como tal estuvo presente en la conquista de Mobila del año anterior.
La entrada a la bahía de Pensacola se hacía por un estrecho canal de apenas mil metros de anchura, con unos 6 ó 7 pies de profundidad en pleamar aproximadamente por el centro, profundidad que podría modificanrse según el estado de la mar. En el lado de tierra firma un fuerte denominado Barrancas Coloradas, llamado Red Cliffs por los británicos, defendía el paso con 11 cañones, cinco de ellos de a 32 pulgadas, con una guarnición de 139 hombres. Enfrente, en la punta de Sigüenza de la alargada isla de Santa Rosa, los británicos habían emplazado otra pequeña batería.
A las 06:00 horas del 9 de marzo la flota avistó la isla de Santa Rosa, oyéndose dos horas más tarde algunos cañonazos de aviso disparados por los británicos para alertar a la guarnición de Pensacola. A las 20:00 horas los granaderos y cazadores comenzaron el desembarco en lanchones en Santa Rosa, al mando del coronel don Francisco Longoria, cada soldado con raciones para tres días. El mariscal Gálvez marchó con ellos y avivó el desembarco de tal forma que a las 03:00 horas de la madrugada de 10 de marzo todas las tropas estaban en tierra marchando en columna. Los granaderos llegaron a la batería de la punta de Sigüenza a las 05:30 horas y la encontraron abandonada y con tan solo tres cañones desmontados. Los cazadores pudieron tomar prisioneros a siete soldados británicos que se dirigían a tierra en dos lanchas; cuando esto fue advertido por la guarnición de las Barrancas Coloradas iniciaron un fuerte cañoneo contra la punta de Sigüenza, acompañado por los fuegos de dos fragatas inglesas que estaban allí fondeadas. El fuego enemigo no tuvo ninguna consecuencia sobre los granaderos y cazadores españoles, que aprovecharon el terreno para cubrirse. Llevados ante el mariscal, los prisioneros dijeron que la plaza de Pensacola estaba bien surtida de víveres y municiones y que se esperaba la llegada de un convoy de socorro procedente de Jamaica.
A las 11:00 horas de ese día el mariscal Gálvez reconoció el terreno frente a la bahía y el fuerte de las Barrancas Coloradas y, elegido un sitio, ordenó emplazar en él una batería de dos cañones de a 24 pulgadas, dos de a 8 y cuatro de a 4, para batir la batería y las dos fragatas enemigas y proteger la entrada del convoy en la bahía. Seguidamente ordenó montar 150 tiendas de campaña para el campamento de la tropa.
Tras haber sondado el fondo del canal de entrada durante la madrugada y haber comenzado el fuego de cañón sobre los británicos a las 15:30 horas, el 11 de marzo la escuadra española levó anclas para forzar el paso de la entrada a la bahía, con tan mala suerte que el navío San Ramón tocó con el fondo y se vió obligado a retroceder y retirarse, cuya maniobra fue seguida por el resto de la escuadra, frustrándose de esa manera el intento de entrada en la bahía.
El 12 de marzo el tiempo comenzó a empeorar por lo que, temiendo que los fuertes vientos pudieran dispersar la flota, dispuso que desembarcasen en Santa Rosa víveres y pertrechos para la tropa a pesar de las dificultades que tenían los lanchones para manejarse en el mar. A las 14:00 horas propuso al capitán de navío Calvo que las dos fragatas de la escuadra trataran de forzar la entrada en la bahía, con el resto de naves detrás, yendo el San Ramón el último, protegidos por una nueva batería de seis cañones de a 24 emplazada en la punta de Sigüenza. Pero los oficiales de la Armada objetaron una serie de dificultades para hacerlo. Esa misma tarde se vió una serie de lanchones británicos dirigirse a la costa del interior de la isla de Santa Rosa, que obligó a granaderos y cazadores a desplegarse para evitar cualquier desembarco enemigo.
El 13 de marzo continuó el desembarco de pertrechos para el ejército en tierra y el capitán de navío Calvo renovó las objeciones de forzar la entrada por falta de información sobre el fondo, dirección del canal y carencia de prácticos. A las 15:00 horas el mariscal envió a su ayudande de campo, don Esteban Miró, a Mobila con instrucciones de coordinación para el coronel Ezpeleta.
El 14 y 15 de marzo la mar continuaba bravía y seguieron los trabajos de desembarcp de pertrechos, realizados con muchas dificultades. La noche del 14 de marzo Gálvez envió a su bergantín Galveztown para que sondase la entrada de la bahía. Parece ser que el bargantín encontró fondo suficiente para que pasase la flota.
A las 08:00 horas del 16 de marzo llegó de Mobila la balandra del teniente de fragata don Juan Riaño, con un mensaje para el mariscal Gálvez del coronel Ezpeleta en el que le decía que iba a ponerse en camino con 900 hombres hasta el río Perdidos, y que necesitaba que se le enviasen unos lanchones para poder cruzar el río. Enterado de ello, el capitán de navío Calvo dispuso unas lanchas con diez días de víveres al mando del capitán de fragata don Andrés Valderrama, segundo al mando de Calvo, y del teniente de navío don Antonio Estrada, con "prácticos, aguja de marear y un pilotín"; acompañaría las lanchas el paquebote San Pío con cañones y víveres para proteger la expedición y suministrar los cañones al coronel Ezpeleta, si éste los requisiese. A las 16:00 horas del día siguiente, 17 de marzo, llegó de Mobila el alférez don Miguel Herrera para informar al mariscal Gálvez que el coronel Ezpeleta ya se había puesto en camino hacia el río Perdidos.
El 18 de marzo Bernardo de Gálvez resolvió romper el parón en el que se encontraba la expedición e impedir que un temporal diese al traste con ella y dejase abandonado a su suerte el ejército expedicionario, por lo que decidió ser él mismo quien forzase la entrada a la bahía de Pensacola con la idea de que, de tener éxito, el resto de la flota le seguiría. Para ello Gálvez embarcó en el bergantín Galveztown a las 14:30 horas, arboló su bandera insignia, hizo el saludo reglamentario de quince cañonazos para que todo el mundo supiera que el general en jefe se hallaba a bordo y, seguido de las dos cañoneras y la balandra de don Juan Riaño, únicas naves privativas de su mando como gobernador de la Luisiana, se dirigió a la entrada de la bahía. Los británicos, avisados por los cañozados de ordenanza, dispararon los cañones de las Barrancas Coloradas contra el bergantín, que recibió numerosos impactos en velas y jarcias, pero logró atravesar el canal de entraba bajo las atentas miradas y las expresiones de júbilo y ¡vivas! que lanzaban los soldados del ejército desembarcado a la otra orilla del cabal, en la punta de Sigüenza. En agradecimiento a su gesta, el rey Carlos III le concedió el derecho de añadir la silueta del bergantín Galveztown a su escudo de armas y el lema "Yo Solo".
A la vista del éxito obtenido, el 19 de marzo el resto de la escuadra y de la flota resolvió cruzar el canal, recibiendo durante media hora un incesante fuego procedente de las Barrancas Coloradas que, si bien provocó averías en los buques, no causó ninguna baja entre el personal. A las 17:00 horas Gálvez quiso cruzar de nuevo el canal para encontrarse con el coronel Ezpeleta y darle sus instrucciones, pero los vientos y las corrientes se lo impidieron.
El 20 de marzo por la tarde Gálvez se dedicó a reconocer una zona que fuese a propósito donde desembarcar su ejército en las cercanías de Pensacola. Durante ese día y el siguiente el mariscal Gálvez, el general John Campbell y el gobernador Peter Chester intercambiaron una serie de cartas sobre evitar malos tratos a la poblaciópn civil de Pensacola y sobre prisioneros de guerra.
A las 09:30 horas del 22 de marzo la columna del coronel Ezpeleta se hizo ver en tierra firme, por lo que el mariscal Gálvez se trasladó a aquella parte con unos 500 hombres, incluidos los granaderos, para reforzarles y hacer que descansaran. Por la tarde entró en la bahía el paquebote San Gil seguido de cuatro pequeñas embarcaciones, que regresaban de haber ayudado a las tropas del coronel Ezpeleta a cruzar el río Perdidos. A pesar de los cañonazos británicos de Barrancas Coloradas, todas pudieron cruzar sin novedad y sin registrar pérdidas humanas.
El 23 de marzo se empleó la mañana en hacer planchas para pasar la artillería a tierra firme. Se descubrieron a lo lejos unas velas que procedían del lado de Nueva Orleans, lo que quedó confirmado más tarde. A las 16:00 horas 16 buques cruzaron sin apenas averías el canal de entrada a la bahía a pesar del fuego de los cañones de las Barrancas Coloradas; era en efecto el convoy que el mariscal Gálvez esperaba procedente de Nueva Orleans, con 1.400 hombres a bordo, transportando cañones de batir y municiones. Los recién llegados permanecieron en los buques preparados para desembarcar al día siguiente en tierra firme. Esa misma tarde el mariscal y el coronel Ezpeleta reconocieron la zona de la Primera Boquilla, para establecer el campamento. La idea de Gálvez era desembarcar lejos de la plaza a reguardo de los británicos, e ir aproximándose por tierra poco eliminando la amenza de los indios hostiles.
El 24 de marzo comenzó el embarque de la tropa de Santa Rosa para ser desembarcada en tierra firme; tan solo quedó una reserva de 200 hombres en la isla de Santa Rosa para impedir cualquier acción británica en esta zona.
El 25 de marzo las avanzadas españolas sufrieron el ataque de unos indios aliados de los británicos, que mataron a los centinelas, les arrancaron las cabelleras e hicieron tropelías con sus cadáveres. Ese día dos desertores británicos llegaron al campo español e informaron sobre el estado y fuerza del fuerte británico que defendía la ciudad, Fort George.
El 26 de marzo las tropas españolas desembarcadas en la Primera Boquilla se pusieron en marcha al caer la noche, al toque de oración. Fue una marcha muy dura, de unos 25 kilómetros, por una zona muy boscosa, llena de indios hostiles que les obligaron a abrir fuego en varias ocasiones y que tuvieron algunos episodios de fuego amigo que les ocasionó bajas.
El 27 de marzo se reconoció la Segunda Boquilla bajo el fuego de algunas partidas de indios enemigos. Por fin la tropa llegó al lugar elegido por Gálvez para montar el campamento, y ordenó traer al lugar víveres y efectos de los buques de transporte. Sobre las 22:00 horas los indios atacaron los grupos de soldados españoles que se juntaban junto a las fogatas, matandos a algunos e hiriendo a otros, por lo que el mariscal decidió atrincherar el campamento y emplazar algunos cañones de batallón para disparar con metralla sobre los indios atacantes.
El 28 de marzo llegaron al campamento tres prisioneros españoles que relataron el mal trato sufrido de manos británicas, por lo que mariscal Gálvez canceló las conversaciones que tenía con el general Campbell a través de un parlamentario inglés sobre la seguridad de la población de Pensacola. A las 15:00 horas el campamento español fue atacado por una masa de unos 400 indios, que fueron rechazados por las Milicias Blancas y de Color de Nueva Orleans, que les salieron al encuentro, y algunos cañones de batallón que se adelantaron para apoyarles. El ataque fue rechazado, pero a las 24:00 horas de la noche los indios volvieron a atacar por varias partes, ocasionando algunos muertos y heridos a los españoles.
El 29 de marzo Gálvez envió una embarcación a Mobila con la orden de que zarparan hacia Pensacola la artillería y municiones allí preparada para unirse a la expedición, al tiempo que reembarcó la artillería que había en el campamento de la Primera Boquilla con objeto de trasladarla por mar más cerca de Pensacola, ya que su traslado por tierra era difícil y costoso. También dispuso Gálvez que los granaderos, los cazadores y las tropas ligeras se preparasen para marchar hacia la playa de la Segunda Boquilla y que, una vez ocupada, el resto del ejército desembarcase en lanchas en el lugar sin ser molestado.
A las 05:00 horas del 30 de marzo Gálvez se puso a la cabeza de la columna española, fuerte de unos 1.100 soldados y dos cañones de campaña. En un desfiladero la columna fue detenida por unos indios emboscados, lo que obligó a emplazar los cañones para ahuyentarles. A las 10:30 horas la columna llegó al lugar elegido para acampar el ejército, distante a un tiro de cañón de las defensas de Fort George. Gálvez ordenó establecer las guardias y las avanzadas y dió aviso al coronel Ezpeleta para embarcar el resto de la tropa y unirse a él en el campo. Tras discutir el establecimiento de hospitales a bordo de la fragada Santa Clara, a las 13:00 horas comenzaron a llegar al campamento el resto del ejército.
Su llegada coincidió con un nuevo ataque de los indios que superó a las avanzadas, por lo que se determinó que las tropas ligeras salieran al campo a apoyarlas, y que el resto tomase formación de batalla en la llanura para acudir en caso de que los británicos intentaran alguna salida. Éstos, en efecto, hicieron una salida desde Fort George, mientras el fuego de los indios aumentaba considerablemente. El coronel Ezpeleta ordenó que las alas del ejército formado se prolongasen para cortar la retirada a los británicos en caso de que quisieran avanzar; pero sus intenciones no eran sino sostener el ataque de los indios y disparar contra los españoles dos cañones de campaña con bala rasa. En ese momento el mariscal Galvez ordenó a las compañías de cazadores, apoyadas por dos cañones de campaña, internarse en el boque desde donde disparaban los indios, consiguiendo con ello ahuyentarles y hacer que los británicos se retiraran al fuerte.
A las 19:00 horas el combate había finalizado; entre las bajas se contaron las muertes de cinco de tropa y la del coronel don Luis Rebollo, jefe del regimiento del Rey, que murió al día siguiente, y 15 soldados heridos y el teniente don Antonio Figueoa, del regimiento de Soria. La tropa regresó al campamento para atrincherarlo, apoyando la izquierda en la Segunda Boquilla, donde se emplazaron seis cañones, y la derecha en una casa inmediata a la playa, con otros dos cañones emplazados en el centro.
El 31 de marzo los españoles emplearon principalmente el día en fortificar el campamento. Sobre las 19:00 horas llegaron dos desertores del regimiento de Mariland con la noticia de que el general Campbell pensaba hacer una salida como la del día anterior con una fuerza de unos 600 soldados, 300 marineros, muchos negros armados y un gran número de indios de los que estabna acampados al abrigo de Fort George.
El 1 de abril el Quartelmaestre del ejército salió con una columna de 500 hombres a reconocer una altura situada en las cercanías del fuerte enego, desde donde vieron salir una columna británica de unos 250 hombres, que acabaron regresando de nuevo al fuerte. Mientras tanto el resto de la tropa española se dedicó a arrasar el bosque cercano al campamento desde los indios dispararon el día anterior contra ellos. A las 15:00 horas el mariscal Gálvez se embarcó en una falua para reconocer con ella la población de Pensacola y las vistas de Fort George. Ese día llegaron tres desertores del regimiento de Waldek, que no añadieron nada nuevo a lo dicho por los desertores del día anterior.
En la mañana del 2 de abril llegaron ocho nuevos deserotres de diversas unidades británicas que informaron de las intenciones del general Campbell de abrir fuego contra los españoles sobre las 15:00 horas. A las 10:00 horas el Quartelmaestre había salido con el mariscal para señalar los lugares donde emplazar las baterías contra las defensa británicas, y ante las noticias de los desertores Gálvez ordenó que los dos tercios del ejército marchase a aquellos lugares para adelantar los trabajos de las trincheras, sin desmontar ninguna tienda en el campamento para no dar pistas al enemigo de las intenciones españolas. Al toque de oración el tercio del ejércioto que quedaba abatió las tiendas y avanzó hacia el nuevo emplazamiento con los cañones, dejando tan solo un destacamento de 110 hombres en la casa de la playa.
A las 07:00 horas del 3 de abril el bergantín Galveztown y dos lanchones de guerra apresaron sin oposición ninguna una goleta inglesa que pretendía salir del puerto de Pensacola. Por la tarde Gálvez ordenó el apresamiento de cuatro buques ingleses que estaban abandonados en el puerto con 60 prisioneros españoles, y al bergantín Galveztown subiese aguas arriba del rio Scambier, al norte de la población de Pensacola, para apresar otras goletas también abandonadas. El mariscal también ordenó que las aguadas a las tropas españolas se hiciesen al abrigo del cauce de la Segunda Boquilla, situada a retaguardia del campamento español.
Las defensa británicas de Pensacola consistían en tres fortificaciones:
El Fuerte Jorge, llamado Fort George por los británicos. Era una amplia construcción con reductos para cubrir el camino de los soldados, atrincheramientos para la tropa, diversos barracones, almacenes, la casa del comandante y un horno de pan. En sus inmediaciones había un hospital. La guarnición estaba compuesta por unos 600 soldados de diferentes regimientos británicos (al menos el de Mariland y el Waldek), 300 marineros de los buques de guerra, muchos negros armados y un gran número de indios que acampaban en los alrededores del fuerte.
Un reducto intermedio donde los británicos habían emplazado 10 cañones que hizo mucho fuego sobre las tropas españolas.
Un reducto avanzado con 12 cañones con un edificio a prueba de bomba.
El 4 de abril por la mañana el Quartelmaestre y el coronel Ezpeleta salieron a reconocer los sitios exactos donde se construirían las trincheras y las baterías españolas, y se destinaron varios hombres para despejar el campo de obstáculos que pudiesen ser aprovechados por los indios en sus ataques.
El 5 de abril llegaron al campamento español dos jefes de la nación india de los Talapuz, quienes ofrecieron preveer de carne fresca al ejército español. Los trabajos de desmonte de las baterías se continuaron mañana y tarde, complementados con los desmontes para construir dos reductos desde donde defenderse de los constantes tiroteos de los indios enemigos. Su atrevimiento fue tal que a las 24:00 horas se acercaron al campamento, hicieron fuego e hirieron a un oficial en su tienda.
El 6 de abril el Quartelmaestre, el mariscal Gálvez y varios oficiales de Ingenieros se adelantaron para reconocer la loma desde la cual pensaban atacar a los británicos y elegir otro lugar más cercano para trasladar de nuevo el campamento del ejército. Mientras tanto, la tropa continuó los trabajos de desmonte y el desembarco y traslado de las municiones desde los barcos al campamento.
El 7 de abril por la mañana, Gálvez supo que el bergantín Galveztown había apresado tres goletas y una polacra británicas. Un alférez británico del regimiento de Mariland se le presentó con la petición de servir en el ejército español, pues hacía tiempo que se había separado del ejército inglés por un problema que tuvo con su capitán. Este alférez y otros desertores informaron al mariscal del mal comportamiento de los indios, que se dedicaban a robar y quemar casas, por lo que varias familis inglesas había solicitado pasar a bordo del Galveztown; también se le informó que el capitán Mr. Deans decidió quemar su fragata de guerra Mentor antes de que quedara en manos españolas. Gálvez entonces pìdió a los jefes de la nación Talapuz que hablasen con los indios de la facción británica para pedirles que hicieran el favor de no interferir en la lucha, y que trajeran cuando ganado pudieran reunir. Por la tarde comenzó la construcción de los dos reductos pensados para alejar los fuegos de los indios.
El 8 de abril el mariscal escribió un mensaje a Mobila solicitando que viniesen indios de los afectos a España para enfrentarse a los que les estaban atacando y que les convencieran de que dejansen la lucha. Les pidió además que trajeran con ellos el ganado posible.
El 9 de abril el gobernador Chester liberó a once prisioneros españoles y un desertor informó de la llegada al fuerte de unos 300 indios de la tribu de los Crigs.
El 10 de abril fue triste para las tropas españolas, pues asistieron al fusilamiento de dos compañeros: un soldado del regimiento de Luisiana por desertor, y otro del regimiento del Príncipe por insubordinación a su sargento. A las 14:00 horas salió el Quartelmaestre para inspeccionar las tareas de construcción de las tricheras. Ese día quedaron finalizados los dos reductos que cubrían a derecha e izquierda la primera la trinchera paralela, emplazando en ellos dos cañones de batallón de a 8, guarnecidos con marineros de la Armada (Letra A del mapa anterior).
El 11 de abril un desertor británico informó que el general Campbell contaba con unos 3000 hombres y que esperaba un considerable refuerzo de indios y otro procedente de tropas regulares de Jamaica.
A las 06:00 horas del 12 de abril se trasladó el campamento del ejército a su nueva ubicación, atrincherando el campo, colocando cañones de campaña y ocupando cuatro reductos avanzados con cañones que mejoraban la protección del campamento. A las 13:00 horas los británicos dispararon algunos cañonazos sobre el campamento tiranto por elevación. A las 16:00 horas los británicos salieron del fuerte en varias columnas para atacar el campamento desde varias direcciones; al poco se adelantaron unos indios para disparar contras los cazadores que estaban apostados a vanguardia. El mariscal dispuso que otra compañía de cazadores saliese, pero sin internarse en el bosque, donde los indios tenían ventaja. Cazadores, indios y británicos sostuvieron un duro e intenso fuego durante varios minutos, hasta que Gálvez decidió la retirada de los cazadores al abrigo de la metralla de los cañones los reductos.
Un cuarto de hora después se informó a Gálvez que los británicos se acercaban en tres columnas con dos cañones pequeños. El mariscal se adelantó para observar al enemigo, y en ese momento recibió un balazo que le atravesó un dedo de la maño izquierda y le hizo un surco en el vientre; Gálvez entregó el mando a Ezpeleta (en esta parte del diario de operaciones Gálvez le llama "Mayor General") y fue retirado a una tienda para que un cirujano le curase. Las baterías españolas continuaron disparando botes de metralla hasta que obligaros retirarse a indios y británicos. La refriega de aquella tarde costó un muerto y 9 heridos a los españoles. Por un desertor, dos días después se supo que los ingleses sufrieron la muerte de un oficial y de varios indios heridos.
El 13 de abril unos mil españoles se dedicaron a desmontar de obstáculos las inmediaciones del campamento, trabajar en unos de los reductos de protección del campamento y a transportar la artillería y efectos que habían quedado en el campamento anterior.
El 14 de abril salieron unos 600 hombres a las 06:00 horas para hacer fajinas; simultáneamente se comenzó una excavación que sirviera para almacén de pólvora. A las 20:00 horas cayó una fuerte tormenta en la zona, que inutilizó toda la munición de los soldados, tumbó la mayoría de las tiendas incluida la destinada a hospital, que hizo pensar a los médicos lo peor para los heridos y enfermos, incluido el mariscal. La tropa fue prevenida para atacar a la bayoneta si aparecían los ingleses aprovechando el aguacero.
El 15 de abril se dió descanso a la tropa por la mañana para que limpiasen la ropa y sus armas. Por la tarde, 700 hombres fueron destinados a seguir haciendo faginas para las trincheras y baterías. También llegaron 66 indios de la nación Chastaé procedentes de Mobila para unirse a las tropas del mariscal, que acamparon entre el campamento español y los reductos que lo protegían. Un desertor de Caballería inglés llegó con las noticias de que el fuerte había sido muy castigado por la tormenta, y que la moral de los soldados estaba tan baja que tratarían de desertar a la menor oasión que tuvieran.
El 17 de abril la tropa continuó los trabajos de confección de faginas y acarreo de municiones. Por la mañana se interceptó un correo enemigo con cartas para el comandante inglés de las Barrancas Coloradas. En una de ellas el general Campbell informaba de la inminente llegada del almirante Rowley con refuerzos, que además de la llegada de los indios Crigs esperaba la incorporación de guerreros de más naciones indias amigas; para darle moral, finalizaba la carta diciéndole que no se preocupase por las deserciones, pues eso significaba que quedaban los verdaderos soldados.
El 18 de abril entraron en la bahía una saetía y un bergantín procedentes de la Habana, sin quen los cañones de las Barrancas Coloradas les hicieran el menor daño. Traían cartas informando que el padre del mariscal, Matías de Gálvez, a la sazón capitán general y presidente de la Real Audiencia de Guatemala, que ya había reconquistado el fuerte de San Fernando de Omoa en Honduras en 5 de enero pasado, había expulsado a los británicos del río San Juan y del lago Cocibolca, ambos en Nicaragua, echándoles del país definitivamente. Para celebrarlo, Gálvez mandó disparara una triple salva de artillería a los cañones en tierra y a los embarcados en los buques. Ese días los ingenieros del ejército salieron a reconocer el reducto avanzado de los británicos sin que éstos se percatasen. A las 23:00 horas los indios atacaron de nuevo las avanzadas españolas, sin lamentar ninguna baja entre la tropa.
El 19 de abril los ingenieros reanudaron por la mañana el reconocimiento del reducto avanzado enemigo para determinar el mejor lugar donde construir una batería para atacarla. A las 14:00 horas se informó a Gálvez la aparición de unas 14 embarcaciones, algunas de guerra, sin que se hubiera podido saber su nacionalidad. La intranquilidad sobre la posible llegada del almirante Rowley con refuerzos para Pensacola fue en aumento hasta que a las 20:00 horas llegó un oficial con la noticia de que se trataba de las escuadras de José Solano y Mr. Monteill al mando de un convoy de 15 navíos, 3 fragatas y otras embarcaciones con 1.600 hombres a bordo para reforzar el ejército expedicionario, a las órdenes del mariscal de campo don Juan Manuel de Cagigal, gobernador de Cuba.
El 20 de abril, mientras la tropa seguía con los trabajos de fagina y acarreo de municiones, se aclaró el asunto. Tras haber llegado a la Habana la noticia de que 8 navíos, varias fragatas y embarcaciones de transporte se vieron a la altura del cabo de San Antonio, Cuba, la Junta de Generales creyó que se trataba de un convoy de tropas que los británicos enviaban a socorrer Pensacola desde Jamaica, por lo que decidió formar la expedición de refuerzo para que la empresa de Pensacola no se malograse. Los jefes de escuadra tenían órdenes de poner a disposición del mariscal Gálvez sus cañones y marinería para lo que éste necesitase, soliictando el francés poder participar de la gloria de la conquista de Pensacola.
Con los 1315 hombres de su expedicicón, los 900 hombres traidos por el coronel Ezpeleta desde Mobila el 22 de marzo, los 1400 hombres llegados desde Nueva Orleans el 23 de marzo y los 1600 hombres recién llegados desde la Habana, el ejército expedicionario al mando del mariscal de campo don Bernardo de Gálvez sumaba 5.215 hombres, sin contar las dotaciones de los buques de guerra.
El 21 de abril el estado de la mar no permitió el desembarco de la tropa recién llegada, que pudieron hacerlo a partir de media noche desde una distancia de una media legiua de la costa, donde la escuadra obtuvo 7 brazas de agua. Ese días los mariscales Cagigal y Galvez se reunieron en el campamento de ñeste, junto con el comisario real don Francisco Saavedra y Sangronís. Saavedra fue el encargado de redactar el escrito declarando la guerra a Inglaterra el 21 de junio de 1779 desde la Secretaría de Indias. Nombrado Comisario de la Coronel con plenos poderes para dirigir la guerra contra Inglaterra en el Caribe, era el responsable último de la expedición contra Pensacola y de la coordinación con lasn fuerzas francesas en la zona.
El 22 de abril por la mañana el Quartelmaestre y los mariscales fueron al lugar donde se iba a construir la batería de ataque al reducto avanzado inglés, siendo tiroteados por el enemigo cuando les descubrió. Por la mañana entraron en el campamento dos compañías de cazadores franceses con su artillería, que acamparon donde se les señaló. El resto de la tropa recién llegada fueon llegando y distribuidos en el campamento durante el resto del día. Con estos nuevos refuerzos, Gálvez organizó cinco brigadas para distribuir el servicio y repartir el trabajo:
A las 10:00 horas del 23 de abril el Quartelmaestre salió con una compañía de cazadores para señalar la paralela hasta la batería frente al reducto avanzado británico. Advertido el enemigo de su llegada, les hizo un vivo e intenso fuego sobre ellos. Un desertor enemigo informó que el general Campbell pensaba establecer un reducto intermedio y que por las noches la guarnición inglesa permanecía alerta bajo las armas ante el temor de una sorpresa.
El 24 de abril el brigadier Girón salió con dos ingenieros y dos compañías de cazadores al paraje donde iban a establecerse las baterías; pero descubiertos por los británicos, comenzó un intenso fuego de cañón sobre los españoles, al que se unió el fuego de fusilería de algunos indios y alguna tropa británica se salió del redcuto avanzado para unirse a los indios. Elo fuego enemigo era tan intenso que los cazadores comenzaron a retroceder, momento que Gálvez aprovechó para sacar al campo otras dos compañías para apoyar a las que se replegaban. El tiroteo duró una hora larga, hasta que el enemigo cesó en el ataque, dejando los cuerpos de varios indios muertos abandonados en el campo. Por la tarde los indios se acercaron a las avanzadas españolas para disparar sobre ellas, hiriendo a tres soldados. Al toque de oración, toda la artillería británica del fuerte y los dos reductos dispararon a salva, y al poco rato toda la fusilería hizo una descarga, sin que se supiera la razón de tales descargas.
El 25 de abril los oficiales de artillería y franceses que salieron a reconocer el punto de construcción de las baterías fueron atacados por los indios, y los cazadores tuvieron que esforzarse para repeler el ataque. A las 11:00 horas de la mañana un emisario del gobernador Chester llegó al campamento para aclarar el motivo de la salva del día anterior: la reciente victoria del general Lord Cornwallis sobre los rebeldes americanos en la batalla de Court House del pasado 15 de marzo.
El 26 de abril, a las 16:00 horas, los ingenieros salieron con cinco compañías de granaderos y cazadores para hacer el último reconocimiento de la batería y trazar la trinchera paralela que debía de acabarse aquella misma noche. Pero los trabajos de zapa fueron interrumpidos por el ataque de los indios, apoyados por 200 soldados enemigos que fueron contrarrestados por el fuego de granaderos y cazadores y el de dos cañones de campaña que llevaban. Pero en ese momento los cañones del reducto avanzado comenzaron a disparar sobre los esap'ñoles, que se vieron obligados a abandonar el campo. A las 22:00 horas salieron de nuevo hacia el lugar 700 trabajadores con 300 faginas, protegidos por 800 granaderos y cazadores. Tres horas después, a las 01:00 horas de la madrugada del 27 de abril, un fuerte aguacero acompañados de truenos y relampagos hizo suspender el trabajo, de forma que la columna se retiró a las 03:00 horas, quedando en el lugar dos compañías de granaderos para proteger el lugar. Al amanecer dos compañías de cazadores fueron a relevar los granaderos.
A las 09:00 horas se oyeron desde el campamento español varios disparos de fusilería hacia el lugar donde estaban apostados lo cazadores, al tiempo que se observaba que el enemigo estaba cortando árboles delante del reducto avanzado. Gálvez ordenó que saliesen al campo cuatro compañías con dos cañones de campaña para unirse a las dos de cazadores para proteger a los ingenieors y trabajadores que iban a seguir trabajando en la trinchera paralela. Concluido el trabajo de los ingenieros sin que los británicos se percatasen, cuatro compañías de cazadores se dirigieron al paraje donde el enemigo estaba cortando árboles , descubriendo que estaban construyendo un parapeto donde ya había emplazados dos cañones. Los españoles atacaron con el fuego de fusil y dos cañones de campaña, que fue respondisd por los cañones del reducto avanzado y que obligó a los españoles a replegarse.
El 28 de abril unos 200 trabajadores abrieron un ramal cubierto por donde dirigirse con seguridad a la trinchera en construcción. A las 20:00 horas salieron 700 trabajadores con 350 faginas protegidos por 800 soldados. A las 23:00 horas llegó la noticia al campamento que los trabajos se hacían con la tropa a cubierto, en silencio y sin que los británicos se hubiesen percatado de ellos.
A las 04:00 horas del 29 de abril se hizo un relevo de trabajadores. A las 06:30 horas el enemigo se percató de los trabajos y comenzó un fuego de cañón y mortero sobre ellos; algunos soldados enemigos salieron en dirección a los trabajos apoyados por dos cañones de campaña, pero fueron rápidamente repelidos por los cañones de los reductos de la izquierda y derecha de la trinchera. El fuego enemigo cesó sobre las 11:30 horas, quizás para refrescar las piezas. A las 20:00 horas salieron del campamento 800 soldados a relevar los que había en el campo, y 600 más para comenzar la construcción de la batería donde se iban a emplazar 6 cañones de a 24, dos morteros de a 12 y otros 2 morteros de a 9. Simultáneamente se continuó la construcción de la trinchera paralela y dos reductos a derecha e izquierda para su protección. A las 21:00 horas los británicos reanudaron el cañoneo de los trabajos españoles.
Tras cuatro horas de cañoneo, a las 01:00 horas del 30 de abril los británicos cesaron el fuego, que volvieron a reanudar al amanecer. Toda esta lluvia de fuego solo originó un oficial y un soldado heridos. Durante todo el día se perfeccionaron los trabajos en la tricnhera y batería. A las 20:00 horas se produjo un nuevo relevo de soldados y trabajadores, y se trasladaron los cuatro morteros a la batería.
Al amanecer del 1 de mayo el enemigo rompió el fuego con varios cañones, 3 morteros y 4 obuses hasta las 10:00 horas. A esa hora el fuego perdió intensidad, pero se concentró en el ramal de acceso a la trinchera, por lo que Gálvez hizo suspender los trabajos.
Durante la madrugada del 2 de mayo los españoles reanudaron los trabajos y emplazaron los seis cañones de a 24 con toda su munición en la primera batería junto a los morteros. A las 05:30 horas los británicos reanudaron el cañoneo, y en ese momento el mariscal Gálvez ordenó a la batería recién emplazada que comenzase el fuego sobre los británicos. El duelo artillero duró hasta el toque de oración al anochecer, momento en que los británicos cesaron el fuego. Mientras tanto, por la tarde el Quartelmaestre salió con los ingenieros para señalar sobre el terreno la continuación de la segunda paralela hasta el lugar denominado loma del Pino, donde se construiría una segunda batería más potente para batir el reducto avanzado. De esta forma, a las 20:00 horas salieron 800 soldados y otros tantos trabajadores para comenzar los trabajos. A las 24:00 horas el Quartelmaestre regresó al campamento para informar al mariscal Gálvez que los trabajos estaban haciéndose a cubierto sin haber sido sentidos por el enemigo, y que éste estaba recomponiendo el parapeto que la primera batería había derruido con sus fuegos del día.
El 3 de mayo los británicos descubrieron la nueva trinchera que estaban construyendo los españoles a unos 425 metros de su reducto avanzado y comenzaron a comenzaron a disparar con fuego de morterop y obús sobre los trabajadores; pero la batería española ya establecida comenzó a su vez a disparar sobre ellos, logrando interrumpir el fuego enemigo durante dos horas. A las 09:00 horas unos desertores informarona Gálvez que el fuego de cañón español había hechos muchos destrozos tanto en el reducto avanzado como en el Fuerte Jorge, desmontando dos cañones en el fuerte y unos merlones construidos la noche anterior. El resto del día la batería española continuó su cañoneo sobre los reductos avanzado e intermedio, intercambiando disparos con los británicos hasta el toque de oración. Entonces salieron 800 soldados españoles para hacer otro relevo en la protección de la trichera y 850 trabajadores para prolongar la trinchera de la segunda paralela y hacer un reducto en su cola, el tercero, y otro a la cabeza, el cuarto, para que sirviese de defensa.
A pesar de hacer trabajado durante toda la noche, el 4 de mayo los trabajos en la nueva trichera se complicaron, pues la banqueta no tenía suficiente profundidad para parapetar a los soldados de proteccion de forma eficaz, y los británicos enviaban constantemente cañonazos con botes de metralla sobre ellos. El fuego de metralla se volvió muy intenso y duró toda la mañana, imposibilitando a los españoles a moverse. Sobre las 13:00 horas una columna británica salió de su reducto avanzado sin ser visto y atacaron por sorpresa el tercer reducto (el cuarto aún no estaba comenzado) defendido por una compañía de granaderos del regimiento de Mallorca y media del regimiento de Hibernia. Del Mallorca resultaron muertos el capitán don Salvador Roquerols y el subteniente don Francisco Aragón, y gravemente herido el teniente don Juan Xaramillo; del Hibernia quedaron gravemente heridos el capitán don Hugo O'Conor y el teniente don Timoteo O'Dali, quien acabaría falleciendo posteriormente a causa de las heridas.
La tropa, al verse sin oficiales, se retiró hasta el segundo reducto, el de la izquierda, perseguida por los británicos a la bayoneta. Al tener noticia del ataque, el mariscal Gálvez ordenó al coronel Ezpeleta que saliera al frente de cuatro compañías de cazadores para desalojar al enemigo; cuando los cazadores llegaron al segundo reducto, los británicos ya se habían ido, dejando clavados cuatro cañones e incendiada la trinchera recién abierta, habiendose llevado presos a los oficiales españoles heridos. Aquella mañana, sin contar a los oficiales, los españoles sufrieron 18 muertos y 16 heridos en el ataque. Tras el ataque, los españoles recompusieron la trinchera y el tercer reducto, donde colocaron cuatro cañones. Por la noche los británicos cañonearon estas obras con fuego de mortero y obús.
El 5 de mayo se comenzó a trabajar a vanguardia del cuarto reducto acarreando faginas, pacas de algodón y sacos de tierra para formar un espaldón a cuyo abrigo pudiese construirse una segunda batería. El enemigo, vigilante de los trabajos españoles, los obstaculó como pudo con un vivo fuego de cañón, especialmente desde anochecer y durante la madrugada, causando tres muertos y veinticuatro heridos entre los españoles, entre ellos seis oficiales. Por la noche sobrevino un fuerte vendaval con viento, truenos y agua que dejó el campamento y las trincheras españolas completamente anegadas, y que obligóa los barcos de la escuadra a soltar amarras y adentrarse en la bahía para evitar acabar estrelladas contra la costa.
El día 6 de mayo el mariscal Gálvez relevó toda la tropa de las trincheras para secar sus enseres y les dió una ración de aguardiente. A las 07:00 horas la primera batería continuó dirgiendo sus fuegos contra el reducto avanzado de los británicos para impedirles que siguiera obstaculizando los trabajos de construcción de la segunda batería española. A las 09:00 horas comenzaron sus fuegos dos obuses que se emplazaron en el cuarto reducto, haciendolo sin parar en todo el día. Al toque de oración cesó el fuego por ambas partes, reanudándolo los británicos a las 21:00 horas. A las 22:00 horas los españoles comenzaron la construcción el espaldón que haría las veces de abrigo para la construcción de la segunda batería.
Deseoso el mariscal Gálvez de devolver a los británicos el ataque de tres días antes, y de acortar al máximo el sitio de las fortificaciones enemigas, dispuso que a las 01:00 horas de la madrugada del día 7 de mayo saliese una columna de 700 granaderos y cazadores al mando del brigadier Girón para atacar por la espalda el reducto avanzado enemigo, mientras otra fuerza al mando del coronel Ezpeleta permanecería agazapada en la trinchera a la espera para reforzar al brigadier en caso necesario. Desgraciadamente la ejecucion del brigadier Girón falló, pues su columna se vió obligada a rodear una pequeña loma de pinos que le retrasó el avance de forma que llegó al sitio del ataque a poco de amanecer, momento en que los británicos estarían en alerta sobre las armas. Gálvez y Ezpeleta conferenciaron y aquel mandó aviso a Girón para cancelar el ataque, de forma que la columna española se retiró sin que en ningún momento fuese percibida por los británicos.
A las 06:00 horas los británicos reanudaron el fuego contra la zona del espaldón y la izquierda del dispositivo español, habiendo tapiado las troneras que daban a la primera batería española para evitar su fuego. No obstante, a las 08:00 horas se observó que algunas faginas enemigas del reducto avanzado comenzaban a arder, apagando el fuego en media hora. A las 16:00 horas los españoles dieron comienzo a los trabajos de construcción de la segunda batería, que fueron constantemente interrumpidos por el fuego de artillería de los británicos, que continuó durante toda la noche.
A las 05:00 horas del 8 de mayo tan solo quedaban por finalizar las explanadas donde emplazar los cañones de la segunda batería, de forma que se esperaba que después del mediodía los cañones pudieran comenzar a disparar. A las 06:00 horas el reducto avanzado británico reanudó el fuego artillero sobre la izquierda española. En esta ocasión los obuses del cuarto reducto contestaron al fuego enemigo, con tan buena fortuna que una granada impactó en el almacén de pólvora, incendiándolo y haciéndolo explotar, de tal manera que la voladura del reducto avanzado acabó con la vida de unos 105 soldados británicos que lo guarnecían.
Ante este hecho, Gálvez ordenó que el brigadier Girón con la tropa de las trincheras y el coronel Ezpeleta con una columna de varias compañías de cazadores ocupasen el reducto avanzado, mientras otras tropas se dirigían a cubrir las trincheras de inmediato. Al aparecer los españoles a la vista del reducto intermedio, los británicos comenzaron a dispararles con botes de metralla y fusilería, a lo que respondieron los españoles con el fuego de dos obuses y dos cañones de campaña que llevaban consigo, así como con el fuego de fusilería de los soldados españoles. El combate duró hasta lasn 15:00 horas, en que se vio una bandera blanca izarse en el fuerte Jorge.
Un oficial inglés llegó al campamento español con la solicitud del general Campbell de la suspensión de los ataques hasta que al día siguiente se comenzasen las negociaciones para capitular. El mariscal Gálvez se negó y exigió comenzar las negociaciones de inmediato. Enterado el general Campbell, envió su propuesta al mariscal Gálvez. Las negociaciones se prolongaron hasta las 01:00 horas de la madrugada del día 9 de mayo, en que se firmó la capitulación por ambos generales.
A las 15:00 horas del día 10 de mayo formaron a unos 400 metros del fuerte Jorge seis compañías de granaderos y la de cazadores francesa. El general Campbell salió del fuerte al frente de su tropa, entregó las banderas del regimiento de Waldek y una de artillería y seguidamente los soldados británicos rindieron sus armas. Acto seguir dos compañías de granaderos tomaron posesión del fuerte Jorge y la de cazadores francesa del reducto intermedio.
El 11 de mayo se envió un destacamento español, a tomar posesión del fuerte de las Barrancas Coloradas y hacer prisionera su guarnición. Ese mismo día dió comienzo el inventario del material de guerra capturado a los británicos, que consistió en:
El número de prisioneros británicos ascendió a 1.113 hombres, y el total de desertores al campo español ascendió a 56. Unos 300 soldados se negaron a capitular y huyeron hacia Georgia en la madrugada del 9 de mayo, mientras se negociaban las capitulaciones. A estas cifras se suman 101 mujeres y 123 niñas que quedaron también en calidad de prisioneros. Las bajas españolas ascendieron a 74 muertos y 198 heridos del ejército, y 21 muertos y 4 heridos de la Armada (95 muertos y 202 heridos en total)
Acceso al fichero PDF de los términos de la capitulación del general Campbell ante el mariscal de campo don Bernardo de Gálvez:
Gálvez, Bernardo de. DIARIO de las operaciones de la expedición contra la Plaza de Panzacola concluida por las Armas de S.M. Católica baxo las órdenes del Mariscal de Campo D. Bernando de Gálvez. Panzacola, 12 de mayo de 1781. 69 páginas. 10 MB.