A mediados del año 1762 se hablaba abiertamente de una paz entre Francia e Inglaterra, que aquella deseaba firmemente habida cuenta su derrota militar. Por lo que respecta a España e Inglaterra, el sentimiento revanchista español aconsejaba al rey continuar las hostilidades y concretarse en la defensa de las costas. Por su parte, el pueblo inglés se entusiasmó al recibir las noticias de las conquistas de La Habana y Manila, por lo que pedía abiertamente proseguir la guerra contra los españoles. Sin embargo, el rey Jorge III y su jefe de gobierno, lord Bute, aspiraban a la paz, y el rey Carlos III cedió ante las presiones de su primo Luis XV. Finalmente, el 3 de noviembre de 1762 se firmaron los preliminares de la paz, que dio comienzo a las conversaciones que culminaron con la firma del Tratado de París el 10 de febrero de 1763.

Para Francia, la paz constituyó una grave derrota, pues cedió a Inglaterra el Canadá, la isla de Cap Bretón, la mayor parte de sus posesiones en la India, el Senegal y Menorca; y se vio obligada a ceder la Luisiana a España como compensación de las pérdidas sufridas por su aliada. Francia quedó apartada de la lucha colonial americana, quedando tan solo Inglaterra y España frente a frente.

Para España, la paz supuso una grave humillación, pues puso de manifiesto su incapacidad defensiva. Las obligaciones contraídas por Carlos III fueron las siguientes:

  • Dejar las cuestiones de las presas marítimas a juicio de los tribunales del almirantazgo británico;

  • Permitir a los británicos seguir cortando palo en Honduras, a condición de demoler todas las fortificaciones de sus factorías;

  • Renunciar a las pretensiones españolas de pescar en Terranova;

  • Devolver la colonia del Sacramento y Almeida a Portugal, conquistadas durante la guerra en octubre de 1762;

  • Ceder a Inglaterra la Florida, el fuerte de San Agustín, la bahía de Pensacola y los territorios al este y sudeste del río Mississippi, a cambio de la devolución de La Habana y Manila.

La paz no satisfizo a los españoles, que a partir de entonces aumentaron su resentimiento contra los británicos, esperando la hora del desquite. La victoria británica significó el hundimiento colonial francés, pero tampoco satisfizo las aspiraciones del pueblo británico, lo que motivó la continuación de las agresiones a España y los futuros focos de conflicto con ella, que desembocarían en el incidente de las Malvinas (1766-70) y la segunda guerra del III Pacto de Familia (1779-83). En esta última España apoyó de la independencia de las Trece Colonias norteamericanas, trató infructuosamente de tomar Gibraltar por la fuerza de las armas, pero conquistó Mobila y recuperó Pensacola, la Florida y Menorca, esta última perdida tras la paz de Utrecht.

La debilidad de España y Francia les empujaría a mantener la alianza del III Pacto de Familia, aunque con muchos altibajos y graves recelos mutuos. Pero ambas aprenderían la lección y quedarían a la espera de una nueva y mejor oportunidad que les permitiera desquitarse de la perfidia de Inglaterra. Carlos III aprovechó la experiencia y, aunque fue siempre partidario de la paz, se aplicaría tenazmente al desarrollo del ejército y la marina para que le permitieran en adelante una adecuada defensa de sus extensas posesiones e intereses políticos y económicos[01].

NOTAS:

    [01] Altamira, op. cit., pág. 1.224. Soldevilla, op. cit., pág. 496.