Llegada de los diferentes cuerpos del ejército español a Mesina por tierra y por mar, siendo bien recibidos por la población local y entrando en la ciudad el 23 de julio, excepto en la ciudadela, donde se refugió la guarnición saboyana.
El 4 de julio habían llegado a Mesina las noticias de la invasión española de la isla y la caída de la ciudad de Palermo, donde aún resistía el castillo de Castelamar, así como la huida del virrey conde de Mafey. Las noticias fueron recibidas ”por la nobleza y la plebe con alborozo, con alegría y con esperanzas”, del mismo modo que ocurrió en Palermo. La autoridad de la ciudad era el general de las Armas marqués de Andorno, segundo del virrey. La guarnición de la plaza estaba formada por cuatro batallones de los regimientos de Saboya y de Piamonte al mando del general de batalla marqués de Antraide. El marqués de Andorno reunió al senado de la ciudad y solicitó donativos al clero y a los notables para afrontar la defensa de la ciudad, que se los negaron. Seguidamente el marqués puso en estado de defensa la ciudadela y algunos puntos fuertes de la ciudad, llevado a ellos víveres, municiones y tropa. Pero el paisanaje no estaba con ellos, puesto que en una ocasión un destacamento salió a reforzar un puesto del exterior de la ciudad y fueron atacados por los paisanos de los alrededores, matando a todos excepto a un oficial, que logró escapar a Mesina.
El 18 de julio se supo en Mesina que la primera división de Caballería, al mando del teniente general Espínola, se encontraba a 4,5 kilómetros de Melazo. El senado de Mesina, que se había hecho dueño de la ciudad, se reunió y nombró a cuatro diputados para ofrecer su obediencia al ejército español. Entre tanto, el marqués de Antraide, que estaba al mando de la guarnición de la plaza, abandonó la batería de Puerto Salbo y el fuerte de la Linterna, donde clavó los cañones, y comenzó a reunir poco a poco la guarnición en la ciudadela de Mesina, único lugar de la ciudad que dominaba.
El 20 de julio se presentó fray Severino Mecina, monje benedictino, al senado de la ciudad para entregar un pliego que en su momento le había entregado el marqués de Lede, con instrucciones de entregarlo en el momento en que la flota española estuviera a la vista. Aunque la flota aún no había llegado a la ciudad, el monje juzgó que la cercana presencia de la caballería del teniente general Espínola era suficiente para cumplir el encargo. En el pliego el marqués de Lede decía hablar como virrey de la isla y capitán general de los ejércitos del rey Felipe V, que su intención era restituir la isla al legítimo dominio del rey y exonerar a los vasallos del rey de las vejaciones sufridas, y dictaba una serie de disposiciones sobre la administración de la hacienda y la aduana. La carta fue recibida con respeto y alborozo, pero el senado juzgó prudente esperar un tiempo no publicarla aún, por considerar que la división de caballería de Espínola no era todavía una fuerza suficiente; este hecho cobró más fuerza cuando la guarnición de la ciudadela fue reforzada por mar a los pocos días.
El 22 de julio, viernes, la flota española se encontraba frente a Rasocalmo, el punto más al norte de la isla, a unos escasos 30 km por mar de Mesina. Por la tarde algunos navíos de guerra y de transporte doblaron el cabo hacia el sur y comenzaron a aparecer frente al Faro, distante unos 16 km de Mesina. En este punto un destacamento de 60 soldados al mando de un capitán desembarcó y tomó el fuerte de la Linterna del Faro, que encontraron abandonado. El vecindario de Mesina mostró su júbilo y alegría ante la cercanía de los españoles, y pidió al marqués de Andorno, el jefe político de la ciudad, que entregara al Senado las llaves de la ciudad. El marqués se negó, reforzó la guardia de la ciudad y apostó ”en el llano del palacio” una fuerza de Caballería, añadiendo que ”no dejaría la ciudad ni se encerraría en la ciudadela hasta que los españoles le obligasen con su arribo, puestos en tierra”. La actitud del marqués provocó altercados entre los vecinos; una treintena de ellos atacó los guardias y se apoderó de la Puerta Boseta. Para evitar un motín, el marqués se vio obligado a entregar las llaves al Senado, con la promesa de que no se las entregarían a los españoles hasta que todos los soldados del duque de Saboya se encontraran a salvo dentro de la ciudadela.
Mientras tanto, la primera división de Caballería se acercaba a la playa de santa Ágata, donde la flota española iba reuniéndose tras haber doblado el cabo y atravesado el estrecho del Faro, que separa la isla del reino de Nápoles. El marqués de Lede pasó a tierra para reconocer el lugar del desembarco de las tropas y del establecimiento del campamento, y envió tres navíos y una fragata al puerto de Mesina al mando del jefe de escuadra don Baltasar de Guevara para bloquear la posible salida de navíos enemigos. Por la tarde comenzó el desembarco de las tropas, utilizando no solo los botes y chalupas de los barcos españoles, sino también muchas otras proporcionadas por los propios vecinos de Mesina y sus alrededores.
Al anochecer, el Príncipe de Alconoreu, que era Grande de España, fue a presentarse al marqués de Lede a bordo de la nave capitana y a recibir instrucciones suyas. Poco después llegaron cuatro diputados del Senado a cumplimentar al marques, a declarar al rey Felipe V como su único y legítimo soberano, recordando que se mantuvieron fieles al rey tras la pérdida de Nápoles a principio de siglo, a poner las milicias de la ciudad a las órdenes del ejército español, y a realizar una serie de peticiones sobre el gobierno de la ciudad.
El 23 de julio finalizó el desembarco de las tropas de Infantería y se establecieron entre santa Ágata y el Faro, cubriendo una extensión de 4 km. Los castillos enemigos que guarnecían las alturas de Mesina dispararon contra algunos soldados españoles que se dispersaron por las cercanías de la ciudad. Por la mañana el Cuartel Maestre del ejército, teniente general don Próspero de Verboom, salió escoltado por ocho compañías de granaderos a reconocer el terreno en busca de un lugar apropiado cerca de Mesina para acampar el ejército. Mientras tanto, el marqués de Andorno retiró las tropas del Palacio Real y de los otros puntos de defensa de la ciudad y se encerró definitivamente en la ciudadela, dejando con ello la ciudad expedita para ser ocupada por los españoles. El Palacio Real y los puntos abandonados fueron ocupados rápidamente por las ocho compañías de granaderos que acompañaban al Cuartel Maestre. En el otro extremo, la guarnición del fuerte de la Linterna del Faro se engrosó hasta los 200 hombres al mando de un teniente coronel.
Siguiendo informes del teniente general Espinola, que conocía la ciudad de Mesina y sus alrededores de otros tiempos, el 24 de julio el marqués de Lede hizo entrar en Mesina un cuerpo formado por 1000 infantes y 200 jinetes al mando del mariscal de Campo conde de Roideville, a quien nombró gobernador interino de la ciudad. Las tropas desplegaron en la llanura de Santa Clara, el Palacio Real y el llano de san Elías para contener a la guarnición enemiga encerrada en la ciudadela, relevándose cada 24 horas. Los españoles cortaron el agua de la ciudadela, que desde entonces solo pudo contar con el agua acumulada en sus cisternas; a pesar de ser muy grandes y estar muy bien mantenidas, tuvieron que racionarla y a la larga la escasez de agua fue la mayor penuria que padeció después aquella guarnición. A pesar de ello, los saboyanos hicieron una salida con un centenar de granaderos para cubrir el trabajo de unos 200 gastadores, cuya misión consistió en eliminar los obstáculos que había hasta la cortina del baluarte de Don Blasco, situado en el extremo amurallado de la ciudad lindante con el mar; la salida puso en alerta las milicias de la ciudad, que acudieron en armas a cubrir las avenidas de acceso a la ciudadela. Pero los soldados se retiraron a la ciudadela tras finalizar la limpieza de los obstáculos.
Simultáneamente a la entrada en la ciudad, el marqués de Lede envió una segunda fuerza de cuatro batallones de infantería embarcados en galeras escoltados por seis navíos de guerra, hasta la localidad de Contesse, situada a unos cinco kilómetros al sur de Mesina. El movimiento tenía por objeto cortar las comunicaciones de la ciudadela con el resto del país. Los cañones de la ciudadela y del fuerte del Salvador dispararon sin éxito al paso de la flotilla. Una vez desembarcados los batallones, a ellos se unió la primera división de Caballería del teniente general Espínola. En este lugar se reunió posteriormente la segunda división de Caballería del general Caracciolo cuando llegó días más tarde.
El 25 de julio el marqués de Lede trasladó su cuartel general al convento de Santa María de Jesús, al otro lado de la bahía y puerto de Mesina, frente a la ciudadela y el castillo del Salvador, para estar más cerca de las operaciones. El grueso del ejército abandonó el campamento de santa Ágeda y se trasladó hasta esta nueva ubicación. Hasta esta zona se desplazó el campamento del ejército, mientras que numerosos buques de transporte desembarcaban efectos militares en la cercana playa de Santa María de Lorenzo. Ese día ocurrió un desagradable incidente: unos cuántos granaderos se indisciplinaron, tomaron las armas por su cuenta y, aproximándose al camino cubierto de acceso a la ciudadela, comenzaron a hacer fuego y arrojar granadas contra ella, originándose un fuego por ambas partes que duró una media hora, el tiempo que tardaron sus oficiales a sujetar a los granaderos.
Por la noche, el teniente general Próspero de Verboom reconoció la ciudadela desde la ciudad, y el Ingeniero en Jefe coronel don José Beauf reconoció el castillo de Matagrifón, uno de los tres que defendían los exteriores de la ciudad, sin ser advertidos.
Ese mismo días llegaron al puerto de Mesina dos navíos de guerra piamonteses al mando del comendador Scarampi procedentes de Nápoles, quien desembarcó 300 hombres del regimiento siciliano de Guiben y 600 suizos del regimiento de Belmonte, todos a las órdenes del marqués de Susa, hijo natural de Victor Manuel, duque de Saboya. Las tropas se introdujeron en la ciudadela como refuerzo de la guarnición, junto con los víveres y la artillería de los barcos, tras lo cual navíos anclaron al amparo de los cañones de la ciudadela, con algunos marineros a bordo que no pudieron entrar en la ciudadela.
El 27 de julio la tercera división de Caballería del general Bracamonte llegó a Melazo, situada en la punta de una península a unos 38 kilómetros al noroeste de Mesina. Allí dejó al mariscal de campo Luque con el regimiento de Salamanca bloqueando la plaza, mientras que el regimiento de Flandes se dirigió a los llanos de Catania con el brigadier Cortada.
FUENTES:
Bacallar y Sanna, Vicente. Comentarios a la guerra de España, e historia de su rey Phelipe V, el Animoso, Tomo II. Biblioteca Nacional de España. 456 páginas, 31,6 MB.
Guzmán-Dávalos y Spínola, Jaime de, marqués de la Mina. Planos de la guerra de Cerdeña y Sicilia. Biblioteca Nacional de España. MSS 6408. 80 páginas, 17,2 MB.
Guzmán-Dávalos y Spínola, Jaime de, marqués de la Mina. Expedición de Cerdeña y Sicilia. Biblioteca Nacional de España. MSS 10524. 846 páginas, 122,9 MB.