Archivo Histórico Nacional, Madrid. Legajo 1517, Expediente 1.

DECLARACIÓN DEL TESTIGO CIPRIANO FERNÁNDEZ GORDO.

(Folios 93 al 95 de la Causa General, folios 5 al 10 del Ramo nº 12)

En Madrid a 19 de enero de mil novecientos cuarenta, ante este Juzgado compareció el testigo anotado al margen, el cual fue enterado del objeto de su comparecencia, de la obligación que tiene de decir verdad, y de las penas en que incurre el reo de falso testimonio, siendo juramentada con arreglo a su clase, y

Preguntado por las generales de la Ley, dijo: Llamarse como queda dicho, de treinta y dos años de edad, de estado casado, natural de Albalá (Cáceres), de profesión militar, que sí ha sido procesado, y con domicilio en San Bernardo 25, 2º, y que no le comprenden las demás.

Preguntado, dice que; al estallar la Guerra, prestaba servicio como sargento en el Regimiento de Transmisiones de guarnición en el Pardo.

El día 18 ó 19 de julio, se aprestó el Regimiento de su Cuartel a la defensa, colocando sacos terreros y distribuyendo la fuerza convenientemente. En el tiempo en que el Regimiento permaneció en su Cuartel, no sufrió agresiones. Pero realmente estaba sublevado, ya que los milicianos que para vigilar el Cuartel iban de Madrid al Pardo, eran aquí detenidos y desarmados por la fuerza del referido Regimiento; en cuyo servicio intervino el dicente el dia 20 de julio de 1936, como sargento de guardia y por orden del oficial de la misma que lo era el Teniente D. Luis Guzmán. Aparte de esto la fuerza del Regimiento y especialmente sus cuadros de mando se hallaban en franca oposición moral al Gobierno de la República. Esta guardia la daba el dicente en unos barracones próximos al cuartel, en los que había treinta y tantos camiones y ocho o diez coches ligeros.

A las dos de la mañana del día 21 del mismo mes y año, se empezaron a preparar todos estos vehículos para poder salir. A las tres o tres y media de la mañana, todos los vehículos fueron sacados de los barracones y llevados al Cuartel, sin entrar en éste. Aquí, a la puerta del cuartel, se embarcó la fuerza con armamento y municiones. (El material hubo que dejarlo por la imposibilidad del transporte.). A las cinco de la mañana salió el Regimiento casi íntegro, en dirección a Colmenar Viejo, Villalba, a enlazarse con las fuerzas Nacionales, en La Granja, trasmontada la Sierra de Guadarrama, por el Puerto de Navacerrada.

En los dichos barracones, daban guardia el dicente, cuatro cabos y unos diez y seis soldados. A modo de oficial de guardia y jefe de los mismos el Teniente D. JOSÉ SANCHEZ AGUILO. Hacía este de jefe de la misma fuerza, de modo extraoficial, no estaba nombrado para ello enla Orden del Cuerpo. Esta pequeña fuerza, llegó al cuartel a última hora, cuando los primeros camiones iniciaban la marcha. El teniente SANCHEZ AGUILO, cogió una motocicleta, y se puso a servir de enlace de la expedición. La pequeña fuerza del dicente, con éste, el Capitán D. RICARDO SALAS GABARRET y los Tenientes D. ALFREDO BÁRCENAS y D. LUIS ARBEX tomaron el último camión. Mejor dicho, este camión fue tomado por parte de la fuerza de dio guardia en los barracones y por soldados que no dieron tal guardia. El total de sus ocupantes fue veintinueve (29). Al tratar de salir el motor empezó a fallar y hubo que cambiar de camión, y con esto se perdió de vista al grueso de la expedición.

Lograron por fin salir en el nuevo camión. Debían de tomar a poco de inciar la marcha una carretera que va a dar a la que une el pueblo de Fuencarral con el de Colmenar Viejo. Se equivocaron y siguieron en dirección de la quinta Real, sin tomar dicha carretera. A unos doscientos metros del debido punto de desviación, se dieron cuenta del error y dieron marcha atrás, por no poder maniobrar el camión en escaso terreno. Por ganar tiempo quisieron coger la debida carretera campo a traviesa, y en el campo se indendió el embrague. En esto, llegó el Teniente SANCHEZ AGUILO en su motocicleta, con la que prestaba servicio de enlace. Como estaban cerca del Pardo, este Teniente y el chofer volvieron al cuartel en busca de otro camión. Volvió el teniente diciendo que ya la gente de El Pardo, se había levantado y que había escapado de milagro, sin saber que sería del chofer. Pero a poco volvió éste conduciendo un camión, tras haber inesperadamente engañado a la gente del pueblo. Tomaron todos el nuevo camión y ya se dirigieron hacia Colmenar Viejo.

A cuatro o cinco Km de la salida, desembarcaron para hacer una descubierta, por indicación del Teniente SANCHEZ AGUILO, que había sufrido en el mismo punto algunos disparos. Sostuvieron fuego con unos carabineros, alguno de los cuales fueron muertos y entre los del camión no hubo bajas; y se detuvo y desarmó a cuatro o cinco milicianos que iban en un coche, a los que se soltó tras quitarles la "delco".

Iniciada de nuevo la marcha, a unos cuatrocientos metros hubieron de parar para desarmar y detener a otros milicianos. Estando ya estos detenidos y desarmados vino un camión lleno de milicianos; a su aproximación dijeron los que estaban apresados "-companero, que es enemigo"-, y a esto, y por no tener peligro en la misma mano, mataron a los que dieron aviso a los milicianos de la camioneta. Estos, fueron sin resistencia privados por la gente del declarante y jefes de sus armas y municiones, aunque no se les detuvo y siguieron camino de Madrid. Al llegar al pueblo de Colmenar Viejo encontraron la carretera cortada por un madero; les hacían frente unos sesenta milicianos a un lado y otro de la carretera; en este momento la expedición se componía de la citada camioneta y un coche ligero ocupado por el Teniente BÁRCENAS, un soldado y el chofer, el cual abría marcha (este coche se había cogido a los milicianos que por dar aviso al enemigo habían sido muertos).

El coche ligero no pudo salvar el obstáculo y hubo de parar; la camioneta sí lo pudo salvar y atravesó el pueblo, parando en sus afueras en espera del otro coche. Los ocupantes de éste llegaron por fin a unirse a los de la camioneta. Dijeron que se habían bajado a quitar el obstáculo, habían sostenido fuego con los milicianos, éstos se habían dispersado tras dejar algún muerto y al fin el Teniente BÁRCENAS pudo quitar el madero y seguir marcha, después de substituir el primer coche ligero por otro que habían dejado los milicianos abandonado en la carretera; el chofer iba herido de un balazo en el vientre; ésta fue la primera baja.

Reanudaron todos la marcha; pero ésta ya iba algo truncada, porque no se habían decidido a atravesar el pueblo, ya que en él había tanto enemigo, y el camino más directo de la Sierra era atravesar el pueblo. Pero decidieron rodear por diversas carreteras la Presa de Santillana, para al fin ganar la Sierra y tomar contacto con las Fuerza Nacionales. No supieron tomar las debidas carreteras, y al fin cogieron una que moría en la misma presa. Al llegar a ésta y hacerse serena cuenta de su situación, el Capitán ordenó abandonar los vehículos y aprestarse a la defensa en un cerro que se halla a unos tres kilómetros de la Presa, llamado de Cabecillescas. En una casa de Carabineros al lado de la Presa, dejaron al chofer herido. Compraron en doscientas pesetas un burro para transportar las municiones; y de aprovisionamiento siete gallinas.

A las nueve de la mañana del 21 de julio de 1936, la pequeña fuerza de un capitán, tres Tenientes, un sargento, tres cabos y diez y nueve soldados, se establecieron en defensa; cada hombre con 105 cartuchos y un mosquetón. De la gente que había salido de El Pardo, solo faltaban el chofer herido que había quedado en la casa de carabineros y un cabo que había quedado en tierra cuando los primeros fuegos que, como ya se dijo, se sostuvieron contra los carabineros a poco de salir. En la Presa, un sargento de Carabineros que conocía al Teniente SANCHEZ AGUILO preguntó a éste "-Qué vais a hacer?"-, y aquel contestó "-Vamos a escribir una página de Historia"-.

Antes de llegar al cerro fueron descubiertos por la aviación roja, la que no arrojó bombas y se limitó a observar. Vino luego de nuevo y volvió a marchar.

Se establecieron tres puestos de centinelas. La fuerza de dividió en cuatro partes, cada una al mando de un Oficial. Las vaguadas quedaron dominadas; no así las alturas, objeto imposible de los fuegos de la pequeña fuerza. La tropa conservaba serenidad y confianza en sus Jefes. El Teniente Arbex leyó unos telegramas recibidos por radio en el Pardodel entonces General Franco. Los Oficiales animaban su gente y hablaban del deseado contacto con el grueso de sus hermanos. Se asaron unos peces y con pan se les dió de comida a los soldados; por ser muy escasa la cantidad de peces y pan, los Oficiales y el dicente nada comieron.

Los tres centinelas se hallaban apostados en alturas dominantes. A eso de la una y media de la tarde dieron aviso de la aproximación de gente armada, y el Capitán dió orden al dicentge de que se retiraran los centinelas, lo que hicieron dos y el otro no lo pudo conseguir al ser muerto por el enemigo. Seguidamente empezó el combate: Fueron rodeados por todas partes, siendo herido en primer lugar el Teniente SANCHEZ AGUILO; el declarante avisó a éste de su estado, por verle aún en fuego y como si nada le sucediese, y el Teniente contestó: "-Esto no es nada. ¡Venga, que son nuestros!"-, y seguía disparando con gran puntería. El combate se llevaba valientemente por los del Cerro; se distinguían en valor los Tenientes BÁRCENAS y SANCHEZ AGUILO; pero ante la superioridad numérica del enemigo y escasa cantidad de municiones propias, se iba realizando paulatino y ordenado repliegue hacia una casa que se hallaba en la parte más alta del Cerro; y éste quedaba también dominado por otras alturas ocupadas por la masa de milicianos.

En constante goteo iba mermando la fuerza propia. A las dos horas y media del principio del combate, éste había virtualmente dado fín. Se había acabado la munición; quedaban el total diez hombres en pie. Los Tenientes BÁRCENAS y SÁNCHEZ AGUILO estaban gravemente heridos. Todos los Oficiales se retiraron a la antedicha casa, y aquí se aprestaron a su final defensa hasta la muerte. El combate ya había dado fín. La casa fué rodeada y atacada de milicianos; el capitán SALAS y el Teniente ARBEX salieron a la desesperada haciendo fuego con sus pistolas y matando murieron. Los otros dos Oficiales heridos fueron muertos dentro de la casa; heridos como estaban no debían de poder moverse. A seguido los milicianos se lanzaron a la busca y captura del resto que permanecía vivo disperso y sin munición por el Cerro. Prometían a gritos la vida al que se entregase sin más resistencia; un soldado sacó un pañuelo blanco y se entregó; y tras él casi todos los demás.

El dicente con dos soldados quedó escondido por el monte; y al cabo de hora u hora y media fué particularmente buscado, porque al hablar los prisioneros de que había con ellos un Sargento se notó su falta, y al fín cayó en manos del enemigo junto con los dos soldados citados.

Todos los prisioneros volvieron a Madrid en esta situación. El dicente no fué fusilado en el acto de su apresamiento, porque los milicianos al iniciar el ataque creían estar enfrente de todo el Regimiento de Transmisiones, y al ver vencida tan poca gente tenían gran empeño en saber por donde andaba el grueso del Regimiento, y conservaron la vida del declarante para que les diese luz sobre donde estaba el casi total de su unidad. Que el dicente sepa, ningún soldado ni cabo fué fusilado por haber tomado parte en el hecho de armas objeto de esta declaración.

Rehuyeron cobardemente el encuentro con el enemigo dos Cabos y tres soldados, que al dar aviso los centinelas de la aproximación de los milicianos se evadieron y (huyeron, digo) unieron a éstos. Uno de estos cabos se llama Eleuterio Ruiz; y uno de los soldados se apellida Matillas.

Agrega, finalmente, el que expone que aparte de los hechos referidos muy al principio de la presente declaración, fueron actos propios de levantamiento contra el llamado Gobierno de la República, el registro practicado por fuerza del Regimiento de Transmisiones en la Casa del Pueblo de El Pardo, el día veintiuno de los referidos mes y año; cuyo registro fué dirigido por el Comandante D. Enrique Gazapo Valdés. Y que tuvo parte importante en el contacto que el grueso de dicho Regimiento tomó con las lineas Nacionales en la Granja, la partida de que formó parte; porque las incidencias que reinaron en la marcha de ésta, la hicieron destacarse entre las noticias que corrían a través de los rojos; y así éstos siguieron con preferencia una pista marcada paso a paso por pequeños encuentros; y se dedicaron a seguirla creyendo que era el total del Regimiento de Transmisiones; cuando éste perdía tiempo en la improvisación de puentes volados, no tenía tal pérdida influencia definitiva, porque los rojos tras la pequeña partida utilizaban engañados buen número de fuerza. Y así se extrañaron del poco número de hombres vencidos cuando dió fin el combate habido en las proximidades de la Presa de Santillana.

Ratificase previa lectura y firma con S.S. Doy fe.

Firma y rúbrica, Cipriano Fernández.

(Rúbrica UNO ilegible), (Rública DOS ilegible)