AHN. TS-R. Expediente 50.3. Folios 536 a 544.

Al margen: Declaración del testigo capitán D. Eduardo Araujo y Soler.

Al centro: En Melilla, a 6 de septiembre de 1921, ante el señor general instructor y el secretario que firma compareció el testigo anotado al margen, a quien se advirtió la obligación que tiene de decir verdad y las penas en que incurre el reo de falso testimonio, enterado de las cuales y después de prestar juramento con arreglo a su clase y fue:

PREGUNTADO por las generales de la ley, dijo que llamarse D. Eduardo Araujo y Soler, ser capitán del regimiento de Infantería de Melilla, número 59, mayor de edad y de estado casado.

PREGUNTADO por el cargo que ejercía en el Cuerpo y qué funciones por razón del mismo desempeñara en las fuerzas de la circunscripción del Quebdani y tiempo que en ella llevase, dijo que era ayudante mayor del Cuerpo, y por estar éste disgregado, además de sus funciones propias ejercía funciones similares a las de ayudante personal del coronel, debiendo siempre acompañar a éste y residir donde él mismo, quien también podía apartarlo de su inmediación, encomendándole algún servicio en otro paraje. En este cargo llevaba un año y medio.

PREGUNTADO si se le hicieron prevenciones particulares, además de las generales de la plaza, para que el coronel de su regimiento se personase en la cabecera de su jurisdicción, dijo que el cumplimiento más o menos riguroso de las referidas órdenes generales se atemperaba a las exigencias del servicio, siempre con la venia de la Comandancia general. Que en el mes de julio último el coronel de su regimiento tuvo un ataque de paludismo, y encontrándose mejor, de él decidió salir al campo, con conocimiento de que el general pensaba hacer lo propio y no obstante la indicación que en contrario le hizo este último para que se quedara en la plaza atendiendo a su restablecimiento, hecho que ocurrió en el entierro del teniente Ledesma, que cree fue el día 20. En su vista, el día 21, el coronel y el declarante marcharon a Kandussi en automóvil, en compañía del oficial del tren regimental.

PREGUNTADO por la situación de las fuerzas de su regimiento el expresado día 21, dijo que en Kandussi se encontraban, formando una columna, las compañías 5° y 6° del primero, 6° del tercero y ametralladoras del mismo, al mando del teniente coronel D. Manuel López Gómez; esta columna fue reforzada por la compañía 6° del segundo, que vino de Ishafen, relevada por la 3° del primero en dicha posición, y que había salido de la plaza el día del entierro del teniente Ledesma. En Sbrich-Sbach se encontraba la 5° del segundo, que destacaba una sección a Ainmesauda. En Dhar Quebdani se encontraban dos secciones de la 1° del primero, de posición, y la 4° del primero y 1° del tercero, de columna, al mando del comandante D. Rafael Sanz Gracia, jefe de la subcircunscripción de Quebdani. En Sidi Abdala, la 5° del tercero, que destacaba una sección a Timayast, mandada la compañía por el capitán D. Liborio Pérez Renuncio. En Dhar Busian, la 2° del primero, que destacaba una sección permanente a Ymarufen. En Tisinoven, la 3° del tercero, con una sección destacada en Tres Forcas. En Ulad Aisa, la 2° del tercero, con una sección destacada en el Draa. Mandaba la de Tisinoven el teniente D. Luis Tapia, por no haberse incorporado al capitán destinado al regimiento, D. Luis Pérez López Bago, y la de Ulad Aisa, el capitán D. Rafael Montero Cabañas. En Terbibi estaba la 4° del tercero, con una sección destacada en Tas Tikermin, mandando la compañía el capitán D. Cándido Irazazábal. En Ishafen, la 3° del primero, al mando del capitán D. Felipe Navarro, que tenía destacada una sección en Sidi Dris, otra en Sumar y media en Segangan, quedando dos secciones en la posición de Ishafen. Aunque aparezca esta compañía con cuatro secciones y media, es porque fue reforzada con 23 destinos de Cuerpo y los reclutas que se encontraban en la plaza en instrucción, por haber llegado retrasados. 

En Cheif se encontraban las cuatro primeras compañías del segundo batallón, con las ametralladoras del primero, al mando del teniente coronel D. José Romero Orrego. En Sidi Dris, las ametralladoras del segundo, mandando la posición el comandante don Juan Velázquez, que tenía tamnién allí una compañía de Ceriñola, sin que el testigo pueda asegurarlo. El tren regimental estaba distribuído en las compañías y columnas, y la música, en la plaza. Las compañías que estaban afectas a las posiciones, como guarnición de ellas, no podían moverse de las mismas, sino hacer los servicios inmediatos de descubierta, aguada y convoyes. Las demás compañías formaban columna, llevando a ellas las que estaban en posiciones cuando cuando se verificaban relevos generales, procurando que se turnasen para que estuviesen unas veces en posiciones y otras en columnas. Las compañías de las posiciones -que ninguna estaba completa, por tener cada una destacada una sección por el servicio nocturno, protección de aguada, convoy y correo- no podían dedicarse a la instrucción, que a lo sumo practicaba una escuadra. El tiro, ni éstas ni las columnas lo verificaban en absoluto en esta circusncripción.

PREGUNTADO por los jefes y oficiales ausentes de sus unidades al ocurrir los sucesos del mes de julio, dijo que de todos ellos se ha dado una relación al Mando recientemente, especificando la situación de toda la oficialidad del regimiento el día 22 de julio, a las nueve de la mañana, y que a ella se remite. Esta relación está autorizada por el comandante encargado del despacho, mayor del regimiento, D. Adolfo Felipe Báez; el mando del Cuerpo lo asume el teniente coronel don Félix de Vera.

PREGUNTADO cuáles eran los depósitos de abastecimiento de la circunscripción y los medios de surtir de ellos a las posiciones, dijo que Intendencia tenía un depósito principal en Kandussi, con un oficial; otro de menos importancia en Quebdani, al mando también de un oficial, y otro, que cree tenía un auxiliar para ejercer el mando, en Ishafen, sin que recuerde haya ningún otro. Las diversas posiciones acudían a hacer el suministro diario por sus propios medios al depósito más inmediato. Todo esto por lo que se refiere a los artículos de Intendencia, pues lo que suministra ésta, como son patatas, tomates, pimientos, bacalao, chorizos, vino y otros artículos se extraen, o de las casas de compra que existen en las posiciones, o del depósito regimental, dedicado principalmente a la compra de patatas y garbanzos, llevándolos a las posiciones en carros del Cuerpo. Estos depósitos, en realidad, no estaban por completo organizados, sino que se hacen grandes compras cuando son ventajosas, que se suben a las posiciones y de ellas tienen que surtirse por sus medios propios.

PREGUNTADO por los sucesos desarrollados en el campo en el mes de julio último, dijo que, a su juicio, los Beni-Said se sometieron por necesidad al verse envueltos, o próximos a ello, con la ocupación de Nador, de Beni-Ulixech, y dado lo esquilmada que estaba la cabila, sin coger cosechas hacía cuatro años. A su parecer, el declarante consideraba a esta cabila como una incógnita, y a juzgar por las preguntas que en la plaza se le hacían respecto a ella, los demás la consideraban también. Por otra parte, Dar Quebdani era una posición de muy malas condiciones defensivas, porque no se había hecho obra alguna para ello hasta después de los sucesos de Abarrán, que se hizo un parapeto y se puso una alambrada de dos piquetes por fuerzas de Infantería. Esta medida pareció muy mal a la cabila, y en especial a su jefe, Kaddur-Namar, que alegando era prueba de desconfianza, dijo que no volvería más por allí. Para disuadirle de esta actitud, el coronel le invitó a comer, mostrándose en este acto el moro adicto a España. Después el coronel, de acuerdo con el general Silvestre y la Oficina de Asuntos indígenas, organizó en la posición una fiesta, dada por el regimiento de Melilla a la cabila para celebrar la buena armonía que entre una y otro existía. En esta fiesta el Comandante general dirigió la palabra a los moros, que quedaron, al parecer, muy complacidos, así como con el regalo que hizo a cada jefe de un pañuelo de seda de 30 pesetas para cada una de sus mujeres.

Después de lo de Abarrán vieron a algunos individuos con fusiles, lo que no había pasado antes; reinaba una tranquilidad aparente, pero todos los europeos desconfiaban de ella al saber que no se mandarían más fuerzas a África y que los moros se preparaban en contra nuestra. En este estado llegó el día 21 de julio, fecha en que el declarante marchó, acompañando al coronel, a la cabecera de la circunscripción (Kandussi), suponiendo que no hubiera podido llegar el convoy a Igueriben por la contestación que le dieron en la Comandancia general, y este hecho le produjo mala impresión, al ver que, a pesar de estar allí el general y haberse echado el resto, como suele decirse, el resultado era negativo.

Llegados a Kandussi sin novedad, a las doce treinta de la noche recibieron orden de que la columna de Kandussi se trasladara a Quebdani, donde se le incorporarían las dos compañías que había en esta posición, para continuar todos reunidos a Afrau, según instrucciones que recibirían del comandante de Estado Mayor D. Alfonso Fernández, que próximamente a las cinco de la mañana llegaría a Quebdani, donde a dicha hora debía de coincidir la columna. A las dos en punto, y con las precauciones naturales, salió la columna de Kandussi, llegando a las cinco de la madrugada a Quebdani, enterándose allí de que se había dado contraorden y debía permanecer en aquel punto. El comandante Fernández, que llegó en automóvil, también se enteró al llegar de esta novedad, según dijo. Se estableció la fuerza entre el parapeto y la alambrada, por no caber dentro del primero, en el que entraron estrechamente para pernoctar. Como la posición estaba preparada para mucho menor número de gente, se carecía de depósitos de agua, por lo que al llegar la columna tenía que hacer aguada cada vez que se bebía, pues para beber se mandaba se mandaba formar la fuerza, así como para la confección de los ranchos. Las existencias de víveres eran también escasas por el aumento de fuerzas, y se carecía de galletas, de las que sólo existían 400 raciones, no todas en buen estado. 

Así pasó el día 22, sin novedad hasta las cuatro de la tarde, en que llegó el capitán Longoria presa de gran excitación, manifestando que había caído Annual, muerto el general Silvestre y el coronel Morales y dando la sensación del desastre ocurrido. El capitán dijo al coronel que se levantaron los Beni-Said; en esta situación, y una vez caída Annual, descubierto el frente, la harka se dirigía, según podía preverse, a las posiciones del Mauro, siendo la más avanzada en la dirección probable del enemigo la del Dhar Quebdani, que no estaba enlazada con su base de aprovisionamiento, Kandussi, situada a 14 kilómetros, por más posición que Tizingar, guarnecida por una sección, ya que las posiciones de Chemorra y Hach-el-Mexin, que cubrían el camino Kandussi-Dhar Quebdani, fueron desmanteladas hacía tiempo y entregada una de ellas al Merini para que la habitase. Como medida de precausción, se organizó un convoy nocturno para ir a Kandussi a buscar munición y víveres, haciéndose el servicio sin novedad, por no haber hostilizado el enemigo, llegando a Qhebdani de vuelta a las cinco de la mañana. Mientras se verificaba esto, por orden del coronel, consultó el jefe de Estado Mayor con Dar Dríus, donde supieron que se hallaría el mando, si le autorizaban para retirar parte de la columna a Kandussi, donde solamente habían quedado 60 hombres de la compañía de la posición para defender un parapeto de 800 metros de desarrollo aproximadamente que encerraba un poblado numeroso, enfermería, depósito de víveres y municiones y hornos de mampostería; al paso se restablecerían las posiciones de Hach-el-Merini y Chemorra, que servirían para proteger los convoyes que habían de ir de Kandussi a las posiciones del Mauro, y especialmente a Quebdani, que no tendrían necesidad de hacer aguada, pues la podría llevar el convoy a su paso por el río Chemorra. 

Contestaron de Dar Dríus que si era este movimiento con finalidad militar, que se hiciera; pero que si era a petición de las cabilas, que no. Como la contestación no era concreta, decidió el coronel permanecer en su puesto por el pronto, en espera de órdenes. Durante la noche llegaron varios telefonemas de servicio urgente circular, expedidos por la posición de Tugunt, que se encuentra a vanguardia, un poco a la izquierda y cinco o seis kilómetros de Quebdani; en ellos decía que era atacada por el enemigo, que no tenía víveres ni agua, escaseando las municiones, y pedía órdenes, las que no se le dieron por no depender de Quebdani, sino de Dríus, donde el general estaba, y por no encontrarse los de Quebdani en una situación semejante a Tugunt.

La noche pasó sin novedad, y en las primeras horas de la mañana del día 23 los aeroplanos lanzaron bombas en las inmediaciones de Tugunt, lo que hizo suponer a todos que el enemigo se encontraba en marcha para Dhar-Quebdani. Ante esto, el coronel mandó llamar al jefe de la cabila, Kaddur-Namar, que se presentó con inquietud, y al ser preguntado por el estado de la cabila y si seguiría fiel a España, contestó que lo haría así si el gobierno ponía fuerzas para resistir el empuje de todas las cabilas levantadas, y que enumeró, siendo las de Tensaman, Beni-Ulich, Beni-Urriaguel, Bocoya y M´Talza, reuniendo un contingente total de diez o doce mil hombres; pero si España no llevaba más fuerzas, lo mejor que podía hacer era marcharse, pues él tenía que sublevarse con su cabila, caso de venir la harka, Después de esta conferencia, el coronel habló con el oficial de Estado Mayor, que, según orden, tenía que marchar a Dríus, y le encargó manifestase al general la situación y la conveniencia de retirar todas las posiciones del Mauro para restablecer la línea del Kert. El jefe de Estado Mayor, que había de calir a caballo, manifestó que sí lo haría y que a las tres o cuatro horas recibiría la contestación, y como quiera que el coronel, que veía que este tiempo, sumado al que se necesitaba para retirarse a las nuevas posiciones, caso de ser autorizado para ello, hacía terminar la operación de noche, dijo al declarante que en el automóvil del Cuerpo marchase acompañando al jefe de Estado Mayor a Dar Dríus, regresando con el oficial de Estado Mayor que designase el general, para luego transmitírselo fielmente. 

Marcharon en automóvil y observaron en el trayecto una soledad sospechosa hasta llegar a Kandussi, donde encontraron algunos moros que les infundieron recelo por su actitud. Pasaron por Amesdan, donde encontraron al Burrahay y a Mohan-Fatuma, hermano del Hach-Amar y propietario de aquel lugar, que con otros varios moros estaban en conferencia, los dos primeros a caballo y con las carabinas prevenidas, y los otros a pie, con los fusiles colgandos. Llegaron a Dríus, donde observaron tranquilidad, entrando directamente al despacho del general, donde se encontraron el teniente coronel Primo de Rivera y el comandante Simeoni, de Estado Mayor, con los capitanes del mismo Cuerpo D. Sigfrido Sáiz y Sánchez Monje, que entraban y salían con frecuencia, recibiendo y comunicando noticias; se propuso al general, hablando el comandante Fernández, el retirar la fuerza de la posición de Terbibin y la de Ulad Aixa a Ishafen; la de Sidi Abdala, a Kadur, que no estaba ocupaba más que por fuerzas de Policía. Tisinnore debía retirarse sobre Ras-Dhar-Bussian, con Quebdani y Timayas, a Kandussi, reforzando al pasar la posición de Tisinguin con una compañía, y Anin-Mesanda y Sbuch-Sbach, para dejar una línea constituida en las posiciones de Sammar, Ishafen, Ymurufen, Kaddur, Rastikermin, Tisindan, Sbuch-Sbach y Ain-Mesaura. Esta línea, sin ser de gran valor, ofrecía ventajas sobre las esparcidas posiciones del Mauro, pues que al fin estaba cubierta en parte por un río y ser la otra parte la meseta de Tikermin y el balcón de Tisingan, sobre el valle del Baax. El general contestó que se hiciera, desde luego, pasando al teléfono con el comandante Fernández el testigo a comunicar el acuerdo al coronel, a Quebdani, que fue el que concurrió al aparato. Como al principio de la conferencia se comunicaron al general noticias de que había sido ocupada la posición de Busada por el Burrahay, decidieron el comandante y el testigo marchar a Batel para desde allí coger la carretera a Kandussi, sin tener que pasar por Buxala.

Antes de salir se presentó el sargento del tren regimental, que les dijo que había venido a Dríus, cogiendo para ello un mulo, a avisar que el batallón que se retiraba de Cheif por orden superior había sido destrozado por los moros, muriendo el teniente coronel, el ayudante, el capitán de ametralladoras y varios oficiales más, habiendo otros muchos heridos, así como muchas bajas de tropa y de ganado. Al transmitirle el testigo la noticia al general, dispuso éste que los escuadrones de Alcántara, al mando del teniente coronel Primo de Rivera, salieran a proteger la retirada del batallón, viéndolos el testigo, al ir a tomar el automóvil, que desplegaban. También habló con el teniente médico, que venía herido, y vió llegar algunos soldados del batallón que venían con los heridos, adelantándose al resto de la fuerza. Igualmente antes de salir vió al capitán Martín Moreno, que colocaba la fuerza en el parapeto, y al general que se ponía el cinturón con la pistola, por lo que le preguntó si iba a salir, contestándole negativamente.

Marcharon en el automóvil a Batel, sin ser hostilizados en el camino, en el que no vieron enemigo. Al llegar a dicho punto se detuvieron a reponer gasolina, presentándose el capitán D. Francisco de Asís Fernández, que les pidió sitio en el coche para marchar con ellos a Kandussi, de cuya posición era jefe. En esto llegó el soldado que traía el correo y les dijo que el convoy no saldría de Batel para Kandussi; es decir, el correo, el coche de viajeros que hacía a diario este trayecto, y, en una palabra, que no se podía circular por el camino. Entonces el testigo se presentó al coronel Jiménez Arroyo, que se hallaba en Batel, pidiéndole protección para continuar su viaje, lo que no le pudo dar, porque sólo contaba con 30 hombres en Tistutin y otros tantos en Batel. En su vista, se ofreció el testigo para organizar alguna fuerza que viniese, si hacía falta, no siendo aceptado el ofrecimiento, continuando allí hasta las dos de la tarde, que pidió el testigo comunicación con Quebdani, y llamado el coronel al aparato, no acudió a él, enviando al teniente Vinder, a quien el testigo comunicó la interceptación del camino y que se tenía noticia de que aquella noche llegarían a Batel refuerzos que se aguardaban de España, y pidiendo instrucciones. Se le contestó por el teniente que regresara a la plaza, y si era verdad lo de los refuerzos, que subiese con ellos al día siguiente. A las cuatro aproximadamente, en vista de que allí no hacían nada y estaban cortadas las comunicaciones, decidieron regresar a la plaza, haciéndolo así el comandante Fernández y el declarante, que al llegar se presentó al Comandante general.

En tal estado, y habiendo transcurrido cinco horas, el señor general instructor dispuso dar por terminada esta declaración, que se reanudará en el mismo día de hoy, La leyó por sí mismo el testigo, afirmándose y ratificándose en ella, en descargo del juramento prestado, y firmándola con el señor general instructor, de lo que certifico.

Eduardo Araujo. (Rubricado.)
Juan Picasso. (Rubricado.)
Juan Martínez de la Vega. (Rubricado.)