AHN. TS-R. Expediente 50.3. Folios 498 al 501.

Al margen: Declaración del testigo, coronel don Emilio Fernández Pérez.

Al centro: En Melilla, a dos de septiembre de mil novecientos veintiuno, ante el Señor General Instructor y el infrascrito Secretario, compareció el testigo anotado al margen, a quien se advirtió de la obligación que tiene decir verdad y de las penas en que incurre el reo de falso testimonio, enterado de las cuales y después de prestar juramento según su clase, fue

PREGUNTADO por las generales de la ley, dijo llamarse don Emilio Fernández Pérez, ser coronel del Regimiento Cazadores de Alcántara, catorce de Caballería, mayor de edad y estado casado.

PREGUNTADO por el tiempo que llevaba mandando el cuerpo, dijo que se posesionó del mando día doce de agosto del corriente año.

PREGUNTADO si reconstituyendo los hechos en virtud de los partes de los comandantes de las unidades de su Regimiento puede resumir la actuación del mismo en los pasados sucesos de este territorio y exponer el concepto que conjunto le merezca, dijo que considerando no existe el diario de operaciones, ni parte escrito de los referidos sucesos, habiéndose presentado hasta la fecha únicamente tres oficiales, los datos que el declarante pueda dar serán únicamente de referencia. Dichos oficiales son el capitán Chicote, procedente de Dar Drius, el teniente don Luis Martín Galindo, y el de igual empleo Bravo, que se hallaban también en aquel campamento.

Tenía el Grupo dos escuadrones en Dar Drius, a donde fueron el día veintidos de julio otros dos, que se hallaban, uno en el Zoco de Telatza, y el otro en otra posición. El testigo hace la salvedad de que ni en esta ni en las demás fechas que cita, tiene una seguridad absoluta. Además estaba en Drius el escuadrón de ametralladoras, que debió de ir de la plaza. El ditado día veintidos salieron tres escuadrones, al mando del teniente coronel Primo de Rivera, en dirección a Anual, hacia donde habían salido con anterioridad el escuadrón de ametralladoras y otro de ellos. El escuadrón de ametralladoras combatió protegiendo la retirada de Anual, que indudablemente se había iniciado ya, hasta que no pudiendo sostenerse en la posición en que estaba, se retiró hacia Ben Tieb. Cerca de este punto combatió de nuevo, pero tampoco pudo sostenerse mucho tiempo y se volvió, en unión del otro escuadrón, hacia Dar Drius, en la cual posición se encontró con el resto del Regimiento, poniéndose a las órdenes del teniente coronel.

A eso de las dos de la tarde del mismo día, volvieron a salir en dirección a Ben Tieb, para proteger la retirada de la columna del general Navarro desde Drius hasta Batel. Desde este momento los informes son más confusos en cuanto a la actuación precisa de la fuerza de Caballería, pero sí convienen todos en ésta fue brillantísima y que merced a ella pudo la columna retirarse y después en el camino abrirse paso, el cual cerraba el enemigo y muy especialmente en el paso de un puente sobre el Kert, del cual el enemigo se había apoderado y los escuadrones le obligaron a abandonar. Se dice que las cargas fueron continuas, desde Dar Drius al Batel, sitio a que llegaron los escuadrones diezmados y los que quedaron, extenuados de cansancio.

Pernoctaron en Batel, permaneciendo allí varios días con los restos de la columna del general Navarro, hasta que éste dispuso el repliegue sobre Monte-Arruit. Ya los escuadrones habían perdido su organización, resultando un conglomerado de fuerzas más que una unidad definida, y en esta disposición la mayoría de ella se retiró a Zeluán, constituyendo indudablemente el mayor núcleo de los restos del Regimiento. Debió ser así, porque allí estuvieron los capitanes don Mauro Fernández, don José Ballenilla, don Jacindo Fraile y el teniente Martín Galindo con los restos de la sección de ametralladoras, habiendo quedado en Arruit los tres, el capitán del escuadrón de ametralladoras y lo que restase de los escuadrones.

El concepto que merece al testigo la actuación de su Regimiento no puede ser mejor. Su actuación la sido gloriosa indudablemente, ampliando con el más caro deber de la Caballería de sacrificarse para salvar el honor de las armas, y no puede por menos de consignar de una manera especialísima la conducta del jefe de estos valientes escuadrones, don Fernando Primo de Rivera, que supo conducir a su tropa de una manera tan brillante y sostener y elevar el nombre de su Regimiento a las alturas de la gloria. Ha formado el estigo este concepto por las manifestaciones de los pocos oficiales hasta hoy aparecidos y por las clases y soldados heridos a quienes ha visitado en los hospitales, escuchando de todos ellos los mismos conceptos por lo que que teniente coronel se refiere, y que hacen de él el héroe de la jornada.

de los cinco escuadrones que estaban en el campo y que proximamente estaban con un efectivo de cien hombres cada uno, solo se habrán restituido a la plaza tres oficiales, el veterinario y como un máxomo de cuarenta individuos, constituyendo únicamente restos de una unidad organizada la sección, es decir, catorce individuos con sus caballos, precedentes del Zoco de Telatza. El testigo manifiesta que se propone practicar una información escrita de la actuación de su Regimiento en estos sucesos, requiriéndole el Señor General Instructor para que cuando la haga, presente en este Juzgado una copia autorizada de la misma.

PREGUNTADO si tiene noticia de que al estallar dichos sucesos y salir la fuerza a operaciones hibiesen quedado en la plaza jefes u oficiales que debieran encontrase presentes en sus unidades, dijo que si, que según sus noticias, estaban en la plaza el día veintidos, los dos comandantes jefes de grupo, el capillán del Regimiento y el teniente don Nazario Pérez de Guzmán el Bueno. Los dos primeros, con el capitán Castillo, que sin pertenecer ya al Regimiento, llevado de su buen espíritu, quiso formar parte en los sucesos que pudieron desarrollarse, se incorporaron al día veintitres en Dar Drius, valiéndose para ello de un automóvil conducido por el teniente secretario del coronel, Carrasco. El capellán, con el teniente Guzmán, salieron de esta plaza para incorporarse a los escuadrones en Dar Drius, también sirviéndose de una automóvil propiedad del segundo de ellos. El capellán quedó en Dar Drius; el teniente recibió orden, según ha manifestado, de evacuar heridos al Batel, orden que le dió el comandante de la posición, por estar ya los escuadrones en el campo. Los condujo a Batel en automóvil, llegando a esta posición, no permitiendole salir de ella el jefe, por ser ya tarde. A la mañana siguiente trató de ir a Drius, impidiéndoselo el jefe de la posición por tener orden de no permitir la salida en aquella dirección a nadie.

El testigo, recapacitando, se da cuenta de que el día en que verdaderamente salieron de Melilla los dos comandantes y el capitán Castillo fue el veintitrés y no el veintidos, y que los que sí salieron este último día fueron el teniente Guzmán y el capellán. El día veintitres, el teniente Guzmán condujo a Tistutin al jefe de la posición de Batel, porque así se lo ordenó y a su regreso se enteró de que habían marchado a Drius los comandantes antes citados; trató de nuevo de recabar la autorización para incorporarse a sus escuadrones, y habiéndole sido negada, salió a pesar de ello, hacia Drius, pero no pudo llegar porque el camino ya estaba ocupado por los moros, teniendo que regresar a la posición, de donde partió para la plaza, conduciendo heridos. En la mañana del veinticuatro intentó de nuevo incorporarse a sus fuerzas, pero tuvo que regresar desde Nador por estar ya ocupado por el enemigo. El capitán don Mauro Fernández se incorporó apenas llegado de Ceuta, de donde venía destinado.

PREGUNTADO si además de los hechos que ha señalado hay otros que considere de mérito recomendable en el comportamiento de su fuerza, dijo que por su escaso tiempo de mando no ha podido darse cabal cuenta de ellos todavía, pero que en la información escrita que ha de hacer espera ocuparse de ello.

PREGUNTADO si tiene algo más que manifestar, dijo que no.

El Señor General, en su vista, acordó dar por terminada esta declaración, que leyó el testigo por sí mismo, ratificándose en ella en descargo del juramento prestado y firmándola con el Señor General Instructor, de todo lo cual certifico.

Emilio Fernández (rubricado).
Juan Picasso (rubricado)
Juan Martínez de la Vega (rubricado).