AHN. TS-R. Expediente 50.3. Folios 491 al 495.

Al margen: Declaración del testigo, capitán don Gerardo González Longoria.

Al centro: En Melilla, a primero de septiembre de mil novecientos veintiuno, ante el Señor General de división, Juez Instructor, y el Secretario que certifica, compareció el testigo anotado al margen, a quien se advirtió de la obligación que tiene de ser veraz y de las penas en que incurre el reo de falso testimonio, siendole recibido juramento con arreglo a su fuero, y

PREGUNTADO por las generales de la ley, dijo llamarse don Gerardo González Longoria, ser capitán de Caballería, con destino en la once mía de Policía Indigena, mayor de edad y estado casado.

PREGUNTADO por el tiempo que sirve en dichas tropas, dijo que hace más de tres años y medio que manda mía, así en Beni-Said, como en Beni-Sicar y Beni-Bugafar, en las que estuvo solamente nueve meses.

PREGUNTADO desde qué fecha estaba en el sector del Kert, al mando el comandante Villar, dijo que todo el tiempo referido, menos nueve meses que estuvo en otras unidades.

PREGUNTADO por las noticias que tuviere de la situación del campo fronterizo en la proximidad de los reciente sucesos y síntomas que advirtiera de la hostilidad después declarada, dijo que cree que su kábila nunca ha estado de acuerdo con los Beni-Urriagueles, porque ha dado pruebas de adhesión muy reiteradamente, como es el haber presentado el testigo hace poco tiempo al Alto Comisario dos mil fusiles en el suelo, con la kábila formada y los moros descubiertos en señal de sumisión; el acudir a todos los llamamientos que se hacían para formar harka en nuestro favor y, últimamente, se reunió una de quinientos hombres en el espacio de cinco horas, para ir con el testigo en socorro de Annual e Igueriben, donde perdieron la vida defendiendo nuestra causa dos jefes.

Después de ocurridos los sucesos de Annual, diez jefes de kábila, en nombre de toda ella, pidieron el envío de fuerzas que los protegieran de los beni-urriagueles y de Beni-Ulisch, lo que el testigo pidió al general Navarro, que se encontraba en dar Drius. Que si bien venían algunas confidencias de que el jefe principal de Beni-Said, Kadur Naaman, estaba en relación con el enemigo, el declarante no creyó en ellas, sino que eran debidas a la envidia de otros jefes, por el prestigio que tenía y beneficios que de nuestra parte había alcanzado.

Respecto al campo enenigo, el declarante no intervenía en la actuación política fuera de su kábila, por lo que no tiene noticias directas, si bien sabe que antes de ser ocupado Abarrán, se decía que había allí una harka de tres mil hombres, mandados por Abd-el-Krim, que Tensaman no se manifestaba propicio a la ocupación y que Beni-Ulisch estaba más bien ocupado que sometido.

PREGUNTADO si le son conocidos los móviles y circunstancias que condujeron a la ocupación de Abarrán y forma en que se efectuara, dijo que aun cuando no le son conocidos dichos móviles, comprende que Abarrán era un buen punto para avances sucesivos sobre el río Necor, de porder ser sostenida y asegurada su comunicación, que era con Annual de cinco o seis kilómetros, por un terreno sumamente quebrado y de difícil acceso; pero que en las condiciones precarias en que se ocupó, considera la posición peligrosa e insostenible, por la dificultad del acceso, pues según sus referencias, la cola de la columna que fue a ocuparla llegó dos horas después a su destino que la cabeza de la misma. Cuando se verificó la ocupación, el declarante estaba en Annual con fuerzas de reserva, y observó la columna que regresaba de aquella operación: antes de llegar al río, Abarrán hacía un intenso fuego de cañón, cuyas explosiones de los proyectiles, que empezaron a mil metros, fueron acercándose al parapeto y acortando aquella distancia. El declarante marchó con sus fuerzas a Ben-Tieb, no enterándose hasta la madrugada siguiente que se había perdido Abarrán.

PREGUNTADO si conoce los motivos determinantes de la ocupación de Igueriben; detalle las vicisitudes de esta posición hasta su caída, dijo que, a su juicio, fue ocupada esta posición para asegurar las comunicaciones de Annual con Ben-Tieb, como hubiera ocurrido de haber otras posiciones intermedias que le sirvieran de enlace y aseguraran la aguada. El declarante concurrió a la ocupación de Igueriben, a las órdenes del comandante Verdú, verificándose el avance, establecimiento y defensa de la posición, así como la retirada, con el mayor orden, sosteniéndose un ligero tiroteo por el flanco derecho con el enemigo. La posición quedóa su juicio bien establecida y asegurada.

Después de esto, hubo un periodo de calma en que la harka se fue engrosando, según se decía, hasta alcanzar un contingente de diez o doce mil hombres, bien armados de Mauser y Lebel, y municionados, que se estableció en un pequeño bosque situado sobre una loma, distante de la cabecera de la quince mía, Dajar-Buimeyan, y hasta el que se efectuaba el servicio de descubierta de esta mía, que pudo prestarse hasta el día diez y nueve, en que cayó en una emboscada, apoderandose el enemigo del bosque, tras dura refriega. Después la harka se dedicó a sitiar a Igueriben para impedir la llegada de los convoyes, por lo que el declarante, que se encontraba en su kábila, fue llamado para que al frente de su mía y harka amiga, acudiese a Anual para cooperar al aprovisionamiento de Igueriben.

Llegó el testigo el día veinte a Anual, y al siguiente asistió al intento de conducción del convoy; encargado de proteger con su mía el flanco derecho, siguió el camino que por un río de cauce estrecho llega a la posición de Igueriben, en cuyo extremo y ya próximo a ella, tenía el enemigo una trinchera de unos sesenta metros. El testigo iba apoyado en su flanco derecho por la mía del capitán Cayuela y a la izquierda por la del capitán Aguirre, que tenía por misión ocupar un bosque situado en la dirección de su marcha, y que no pudo efectuar por el mucho enemigo que, en éste y a la izquierda, se encontraba. En vista de ello, se ordenó al testigo que fuese a ocuparlo, lo que se efectuó en la siguiente forma: el teniente Puvón salió con una rabaá de Caballería para envolverlo por la derecha; el alférez Rubio con otra de Infantería, por el centro, y el testigo, con otra de Caballería y los jefes por la izquierda. Se desalojó al enemigo y se ocupó el bosque, resultando herido el ¿teniente Rubio?, teniendo veinte bajas de policías.

Desde el bosque sostuvo el fuego con el enemigo, y llegando fuerzas de la mía del capitán Aguirre, se dirigió por el río abajo hacia Igueriben, por donde ya marchaban dos secciones de su mía. Llegó hasta el pie de la trinchera, donde sufrió su fuego, así como el de las ametralladoras de Igueriben, que sin duda tiraban a la trinchera. El declarante estaba en un barranco estrecho y aunque pasó un servicio de enlace, no pudo conocer a tiempo la retirada general de la fuerzas, quedando encajonado en el barranco, hasta que llegaron, completamente extenuados por llevar cinco días sin beber, tres fugitivos de Igueriben, por los que se enteró de la evacuación de esta posición, suicidio de la oficialidad y muerte de su comandante, que se hizo matar en la entrada a ella. Enterado entonces de que la retitrada se llevaba con rapidez, y por no quedarse solo en aquel barranco, se retiró también, aunque haciéndolo escalonadamente y apoyándose en el bosque que antes ocupara.

Al regresar a Anual recibió orden del Comandante General, a las cinco y medio o seis de la tarde, para ocupar unas casas que había fuera de la posición, en dirección a Dajar Buimeyán, con objeto de asegurar el campamento por dicho frente. Efectuada la ocupación con las fuerzas que le restaban y con las que le facilitaron otras mías, pernoctó en las casas, sosteniendo tiroteo con el enemigo.

En la mañana del veintidos recibió dos órdenes consecutivas, de que entrega copia para que se una a continuación, y en virtud de ellas, efectuó lo que se ordenaba; pero al observar que Anual no hacía fuego, que el enemigo llegaba em grandes núcleos sin encontrar resistencia, y que Buimeyán era abandonado por la Policía, que marchaba en dirección a Sidi dris, envió un policía a su coronel, pidiéndole instrucciones, dada la situación que consideraba insostenible. El coronel le contestó que se volviera como pudiera, diciéndole el ordenanza que el coronel marchaba ya de la posición, que ya había evacuado todas las fuerzas. En su vista, el testigo, con los pocos policías que le quedaban vivos, que serían unos quince o veinte, y seguido de sus oficiales, se retiró en dirección a las casas, que ya estaban ocupadas por el enemigo, así como Buimeyán, viendo también como entraba en Anual. Atravesó las casas y el campamento, tiroteado por el enemigo, que estaba dentro de él, pudiendo observar que había algunos soldados que estaban todavía embastando, y ha llegado la noticia que en las tiendas hospitales quedaron algunos herido.

Al marchar por la carretera encontró a su coronel, don Gabriel Morales, que marchaba a pie, haciéndole subir a la grupa del caballo que montaba el teniente Matín Baños. De esta forma continuaron hasta la entrada de una angostura, donde el testigo, con los pocos hombres que le quedaban, tomó por el monte de la izquierda, para proteger aquel flanco, que era el más amenzado. Así llegó a Azummar, donde alcanzó la cola de la columna, compuesta por los rezagados en ella; allí, unos seguían por la carretera en dirección a Ben Tieb, mientras que otros continuaban por el camino que, atravesando la kábila de Beni-Ulisch, llega al mismo sitio. El testigo, que había perdido de vista a su coronel, no sabe cual de ambas direcciones tomaría.

En Izummar quedó el coronel Manella, intentando una extrema defensa en las proximidades de la posición, procurando reunir para ello algunos dispersos, que ni acudían por su estado al llamamiento, ni aún de hacerlo hubiesen sido útiles, por haber perdido el armamento. Halló la carretera el testigo sembrada de cajas de municiones, botiquines, documentación, armamento, de muertos y agotados, hasta llegar al Zoco de Nador de Beni-Ulisch, donde esperó tres cuartos de hora la llegada de sus policías, que venían diseminados, logrando reunir solamente siete u ocho.

Al día siguiente se le presentaron cuatro o más, desnudos y maltrechoz. La posiciones sucesivas que aseguran la carretera, las encontró abandonadas. Se dirigió el declarante a su kábila, deteniéndose antes en Quebdani, para dar cuenta al coronel Araujo de lo que había sucedido en Annual y que tomase sus precauciones, y que era necesario asegurar la aguada de aquella posición. Le dijo también que caso de no rectificar la línea de posiciones, no se podrá sostener, porque al quedar interceptadas las comunicaciones, si la kábila se levantaba, no podría sostenerse.

En tal estado y transcurridas dos horas treinta minutos, dispuso el Señor General Instructor dispuso suspender esta declaración, que leyó el testigo por sí mismo, afirmándose en su contenido en descargo del juramento prestado y firmándola con el Señor General Instructor, de todo lo cual certifico.

Gerardo G. Longoria (rubricado).
Juan Picasso (rubricado)
Juan Martínez de la Vega (rubricado).


AHN. TS-R. Expediente 50.3. Folio 497.

COPIA DE LAS ÓRDENES RECIBIDAS EL VEINTIDOS DE JULIO.

Longoria: Quédese ahí con la fuerza de su mia, enviando toda la gente de otras mias. La gente que vuelva se traerán cada dos una caja de municiones de las que hay en esas casa, y V. mandará nota de las cajas enteras que le quedan.- Anual 22-7-21.- Villar.

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Longoria: Nos vamos a marchar: se dá la orden a Dhar Buimeyan para que lo abandone: le mando a Yiamani para que le indique el sitio desde el cual podría V. apoyar esa retirada, aunque supongo que saldrá de aquí alguna fuerzas más, ya le enviaré nuevas instruciones. Suyo af.m.- Morales.

Es copia.

Gerardo G. Longoria (rubricado).