AHN. TS-R. Expediente 50.2. Folios 457 vuelto a 461.

Al margen: Declaración del testigo, capitán don Joaquín Cebollino von Lindeman.

Al centro: En Melilla a veintinueve de agosto de mil novecientos veintiuno, ante el Señor General Instructor, y el infrascrito Secretario que subscribe, compareció el testigo don Joaquín Cebollino von Lindeman, capitán del Grupo de Fuerzas Regulares indígenas, para reanudar su declaración anterior, habiéndole advertido el Señor General Instructor de la obligación que tiene de decir verdad y de las penas señaladas por la ley al reo de falso testimonio y enterado de ellas y después de prestar juramento con arreglo a su clase, se le dió lectura de su anterio declaración, que figura en los folios cuatrocientos veinticuatro y siguientes.

PREGUNTADO si se afirma en su contenido y si tiene algo que añadir o rectificar en la misma, dijo que se afirma y no tiene nada que rectificar.

PREGUNTADO si en vista de los hechos relatados por el testigo en su anterior declaración considera fuese inevitable el abandono de Igueriben así como si por la situación creada se impusiera la evacuación subsiguiente de Annual, dijo que considera inevitable el abandono de Igueriben, por estar su guarnición extenuada y sedienta, siendo lo probable que cada día aumentara el enemigo, para impedir que se le abasteciera. En cuanto a Annual, considera que era una posición que estaba dominada y cercada por el enemigo, el cual había tomado las alturas que dominan el camino de Izummar y, si como decían faltaban municiones, pues no llegaban a ciento cincuenta mil cartuchos, la situación se podía apreciar como insostenible, puesto que no podía recibir refuerzos de parte alguna.

PREGUNTADO si puede dar algún detalle sobre la intervención de las fuerzas de Policía y harkas en el combate del día veintiuno, dijo que en el avance se portaron con mucho valor y decisión y que en cuanto rebasaron los evacuados de Igueriben el barranco, retrocedieron las harkas amigas, y sucesivamente después la Policía, y corriendose sucesivamente hacia el flanco izquierdo por verse envueltos por el enemigo y que parecía que algunos de la harka tiraban sobre los que abandonaban Igueriben.

Las fuerzas se replegaron todas sobre el servicio de aguada y otra loma que existe sobre el poblado mismo, replegándose progresivamente bajo la protección de la artillería de Annual sobre el campamento.

PREGUNTADO por los sucesos ocurridos desde el día veintidos y sucesivos en que interviniera, dijo que el día veintidos, próximamente a las ocho, se montó el servicio de aguada y protección de la carretera de Izummar, el primero por las harkas amigas y Policía, y el segundo por un tabor y un escuadrón de Regulares, estando preparadas las demás fuerzas por si era necesario su servicio. A las nueve se dió orden de que se preparasen toda la gente disponible y con los caballos de mano que no estuviesen heridos, para proteger y traer en éstos un convoy que llegaría desde Ben Tieb a Izummar. A las nueve y media salió el declarante en vanguardia para tomar las alturas que dominan el camino viejo, con la orden de que cuando las ocupara sería relevado por un tabor de Infantería.

Al salir del campamento empezó a ser tiroteado, causándole un herido, desalojando al enemigo, y siendo relevado por el primer tabor, concentró su escuadrón en Izzumar, poniéndose a las órdenes del comandante del tabor don Manuel Alcázar, que con el primer escuadrón tenía ocupadas las alturas que protegen el camino de Izummar, vió la salida de la columna, la cual se hacía desordenadamente a partir de las primeras unidades, únicas que lo efectuaron ordenadamente, y que al mezclarse con las que le seguían, fueron también desordenadas, retirándose todos precipitadamente. Desde Izummar vió cómo se retiraba el servicio de Policía y harkas amigas, haciendo fuego sobre la columna, la cual tardaría media hora en desalojar el campamento, observando cómo el enemigo se metía en el campamento de Annual; y la fuerza de Buimeyán, que marchaba hacia Annual, al verse cortado el caminio, retrocedieron hacia su posición sin que conozca su ulterior suerte, sabiendo únicamente que se encuentran algunos oficiales prisioneros de Abd-el-Krim.

Mientras estuvo cerca de Izummar fue desalojada la posición "C" y la de Izummar, y continuando el declarante con su escuadrón fuera de camino, para no entorpecer la marcha de la columna, uniéndose al principio y a las órdenes ambos del comandante Alcázar. Al llegar al puente se encontró con un escuadrón y ametralladoras de Alcántara, con el teniente coronel Primo de Rivera, el cual le dijo al comandante que enviase un escuadrón a una altura que se encontraba a la izquierda del camino en el sentido de la marcha a Ben Tieb, como se hizo, siendo su objeto proteger el camino, el cual se desenvuelve desde Izummar, en una extensión de diez kilómetros, por un desfiladero, protegido por la derecha en el sentido de la marcha por las posiciones de Yebel Uddia y "B", y por la derecha (NOTA DEL WEBMASTER: debe ser un error, pues en realidad se trata de la izquierda) y a su terminación por la posición del Morabo, estando cortado este camino por barrancos profundos y kábilas.

Continuó el testigo con el escuadrón hasta el llano, donde hizo alto, esperando a que se uniesen el segundo y el primero escuadrones y una vez efectuado, continuaron a Ben Tieb y desde allí recibieron orden de continuar a Drius, donde les dieron nueva orden de ir a Uestia, donde llegaron y pernoctaron, quedando en la posición de Annual cuatro soldados, dos eurperos y dos indígenas. Al llegar a la posición de Drius oyó que los habitantes de Ben Ulich hicieron fuego sobre las fuerzas que iban en retaguardia, como asi mismo algunos Policías. En Uestia pernoctaron fuera de la posición, sin novedad.

El día veintitres a las cinco emprendieron la marcha hacia Batel, donde se dió agua al ganado al llegar a eso de las nueve de la mañana, continuando después la marcha hacia Monte Arruit y Zeluán, donde llegó el escuadrón sin novedad, habiendo el testigo dejado su mando en Batel por prescripción facultativa y volviendo a la plaza. En Drius se encontró a su llegada con los escuadrones de Alcántara, al mando del teniente coronel Primo de Rivera.

PREGUNTADO por el juicio que hubiera formado de las operaciones intentadas sobre Tensaman, dijo que debieron sin duda ser para escalonar puntos, con objeto de proteger el avance de esta zona hacia la kabila de Alhucemas.

PREGUNTADO si encontró este designio proporcionado a los elementos de que se disponía en el territorio, dijo que la posición de Abarrán, como dominante para el paso a Alhucemas, era excelente y desde luego, dada la actitu de las kabilas, no resultaba un avance excesivo, pero habiendo un enemigo regular, era imposible sostenerse en estos lugares, con los elementos de que se disponía, y longitud, así del frente como de la línea de operaciones.

PREGUNTADO por las causas a que más determinantemente atribuye la flojedad de las resistencia, decaimiento de la moral y fracaso de todas las defensas del territorio, dijo que en su opinión era debido al miedo que había en España a que resultasen bajas de europeos, lo que limitaba mucho al mando para hacerles entrar en fuego, no estando por lo tanto estas fuerzas entrenadas en los ejercicios de campaña, por no haber asistido a ellas más que como meros espectadores, y por lo tanto, no se podía pedir moral a una fuerza no acostumbrada a combatir contra un enemigo tan audaz como el moro y una harka tan (ilegible)... ora y bien organizada. También debió influir en la moral de las tropas el ver que la Policía y las harkas amigas les hacían fuego.

PREGUNTADO si tiene algo que añadir o rectificar, dijo que no.

En tal estado el Señor General Instructor dió por terminada esta declaración, que leyó el estigo por sí mismo, ratificándose en ella en descargo del juramento prestado y firmándola con el Señor General Instructor, de todo lo cual certifico.

Joaquín Cebollino, rubricado.
Juan Picasso, rubricado.
Juan Martínez de la Vega, rubricado.