AHN. TS-R. Expediente 50.2. Folios 392 a 399.

Al margen: Declaración del testigo coronel D. Miguel Núñez de Prado y Sasbielas.

Al centro: En Melilla, a 26 de agosto de 1921, ante el señor general instructor, y el infrascrito secretario compareció el testigo anotado al margen, a quien se advirtió de la obligación que tiene de decir verdad y de las penas en que incurre el reo de falso testimonio; enterado de las cuales, y después de prestar juramento según su clase, fue:

PREGUNTADO por las generales de la ley. Dijo llamarse D. Miguel Núñez de Prado y Sasbielas, ser teniente coronel de Caballería, primer jefe del Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas de Melilla, mayor de edad y de estado casado.

PREGUNTADO por el tiempo que llevaba mandando el Cuerpo, estado eficiente del mismo en cuanto a espíritu de la oficialidad, lealtad de la tropa y dotación de la fuerza y material para su adecuada función, dijo que llevaba mandando el grupo un año; el espíritu de la oficialidad era bueno, por ser los destinos de estas fuerzas por elección y estar penetradas de que su misión era la de ir en vanguardia, pero nunca como era cuando existían recompensas, cuya falta de estímulo pudo apreciar el testigo por haber servido varios años anteriormente en fuerzas Regulares indígenas, no obteniendo tampoco de la opinión, así civil como militar, tanto en el territorio como en España, aquella satisfacción íntima de que les reconocieran el sacrificio que por su parte hacían, puesto que eran fuerzas de primera línea, mientras que las demás del Ejército se mantenían a distancia de la línea de fuego, sin intervenir más que en casos muy contados. 

Las tropas, salvo excepciones propias y características del modo de ser de los individuos que las componen, se han comportado bien, siendo una de las pocas fuerzas que llegaron organizadas a Nador y Zeluán, donde se les mandó que se retirasen; habiendo conservado todo su armamento, el cual les fue recogido en Nador y guardado en un cuarto que, según le han dicho, fue quemado para inutilizarlo, salvando también todo el tren de ametralladoras, que llegó y se encuentra en la plaza.

Estas tropas se estuvieron batiendo durante los días anteriores a la evacuación de Annual, soportando gran número de bajas, y, sin embargo, su espíritu seguía en buenas condiciones. La dotación de fuerza era la reglamentaria aproximadamente, para cubrir la cual tenía siempre recluta generalmente, aun cuando la cantidad que se les daba, que era de dos pesetas cincuenta a los solteros y tres a los casados, la juzga el testigo insuficiente, sobre todo para los casados, que tenían que compartir el haber con sus familias, y atendido que en cualquier otro trabajo eran mejor retribuidos, como sucedía en las minas, carga y descarga del mineral, convoyes de camellos, etc. Tenían completo el material reglamentario, pero adolecían de falta de cuarteles para las familias, las cuales vivían repartidas en las distintas cabilas, circunstancia que, naturalmente, influía en su espíritu para marcharse de Nador a Zeluán a defender a los suyos, dada la sublevación de las cabilas.

PREGUNTADO si se consideró en todo momento asistido, en cuanto a concurso asiduo de la oficialidad y de la leal adhesión de la tropa, dijo que sí, y que únicamente recibió una indicación del representante de la Comisión informativa en ésta para que, en la Memoria que en aquella ocasión se estaba haciendo respecto a las necesidades de este grupo, indicase si debía incluir en la plantilla del mismo el comandante de armamento, a lo que no accedió; sin que después de esto haya notado la menor presión en ningún momento; y que, en cuanto a la tropa, se atiene a lo manifestado anteriormente.

PREGUNTADO si se cumplía en el Cuerpo puntualmente los deberes inherentes a la buena administración, gobierno y trato de la tropa, recibiendo ésta con exactitud cuantos devengos le correspondían, dijo que sí, por ser fuerzas que no admiten en este punto ninguna deficiencia, dado el carácter del indígena.

PREGUNTADO si se ha seguido en el Cuerpo procedimiento o retención indebida de haberes, desfalco, malversación, mala administración, vejaciones a la tropa o naturales, o formádose tribunal de honor por hechos de esta índole u otros que afectasen al honor militar, dijo que las deficiencias que respecto a este extremo hubo fueron corregidas oportunamente, poniendo a sus autores las correspondientes notas, no obstante el ambiente de indiferencia con que, en general, se apreciaban en el territorio estos hechos.

PREGUNTADO si al salir sus fuerzas al campo o posiciones concurrían a sus fracciones toda la oficialidad integrante de las unidades o había abstenciones en este punto, especialmente si al declararse los sucesos de este territorio se encontraba toda la oficialidad en sus puestos o había en la plaza quien debiera hallarse en sus agrupaciones, dijo que toda la oficialidad asistía a las operaciones cuando no tenían causas justificadas que se lo impidieran, sin que haya llegado a su noticia abstención alguna en este particular.

PREGUNTADO por los síntomas precursores de los sucesos que haya observado, por razón de su mando, noticias o confidencias que hubiera tenido y medidas de previsión que en su esfera adoptara, dijo que aun cuando mandaba fuerzas indígenas, era en el aspecto militar, pero sin relación alguna con la parte política, que llevaba la Policía. Que, por esta razón, no observó hecho alguno concreto, si bien pudo apreciar que el avance que se realizaba era desproporcionado a las fuerzas y medios existentes en el territorio; que la Policía abandonaba frecuentemente sus cabilas para atender a las misiones combatientes que se le encomendaban, teniendo que abandonar el contacto con la gente del país y su labor política, no siendo apropiadas estas fuerzas para aquella misión eminentemente guerrera que se les daba.

Otra de las causas a que se refiere, es que, a su juicio, no existía el justo acuerdo entre el Mando de esta Comandancia y el de la Policía, según pudo apreciar al oír quejas del general en este sentido. 

Las comunicaciones con las líneas avanzadas eran muy difíciles, por lo extensas y por sus malas condiciones militares y de tránsito, faltando la principal, a su juicio, que debía ser el mar, en cuyo litoral había ocupadas posiciones. 

También manifestó al testigo un paisano, el Sr. Chivelli, que la cabila de Beni-Ulixech no estaba asegurada, y se podía temer algo de ella; esto ocurrió unos cuantos días antes de los sucesos. Sus previsiones se redujeron a vigilar la gente que tenía encomendada, como hacía de continuo, por exigirlo así los elementos que la componían.

PREGUNTADO donde se hallaba al declararse los acontecimientos, y órdenes que con motivo de ello se recibiera, dijo que en el primer intento de hostilidad a la zona de Annual se encontraba allí el testigo con las fuerzas de su mando, teniendo que salir uno de los días, en ocasión que las fuerzas de Policía, al hacer la descubierta, sufrieron un duro ataque de la harka, para repeler y contener al enemigo, que seguía persiguiendo muy de cerca a las tropas de Policía, amenazandola posición de Annual. Unos días después bajaron parte de las fuerzas de Regulares a descansar a Nador y Zeluán, con cuyos contingentes bajó el declarante, incorporándose a la Plana Mayor, hasta el día 18 de julio, que recibió orden del Comandante general de incorporarse a Annual, donde se le daría el mando de una columna, compuesta de la parte de fuerzas Regulares allí acampada y de algunos contingentes europeos. Con ella salió el día 19, a fin de llevar el convoy de Annual a Igueriben y cubrir las comunicaciones con Izumar y además las de Annual e Igueriben. 

Eran estas últimas un camino que recorre un terreno difícil, por los muchos y profundos barrancos que en varias direcciones lo cortan, en el cual se hacía fuerte el enemigo, perfectamente atrincherado, tanto en los accidentes del terreno como en las defensas que ellos habían construido. Había una senda por la derecha que era más accesible, dominada por más alturas paralelas a ella, que estaban fortificadas y ocupadas por el enemigo; por la izquierda, el camino era más accidentado y con pasos de barrancos obligados y difíciles. 

Según las órdenes recibidas, era necesario asegurar el camino de Annual a Izumar, el cual intentaba cortar el enemigo. Estos dos objetivos exigían una cantidad de fuerzas de que no disponía el declarante, atendido lo numeroso del enemigo que se oponía al avance y a lo difícil que se hacía la entrada del convoy hasta Igueriben, que tenía que hacer en un paso forzado, en que las acémilas habían de ir a la desfilada. En vista de ello, transmitió al jefe de la circusncripción, coronel Argüelles, que, aun cuando había tomado las alturas inmediatas a Igueriben y encontrarse ya las avanzadas en las inmediaciones de la posición, veía muy difícil el paso del convoy. 

A las siete y media, en un avance, había sido herido el testigo en un brazo, novedad que comunicó al referido jefe, manifestándole que seguía al mando de la columna, y que le diera instrucciones concretas sobre lo que debía hacer. No recibió estas instrucciones concretamente, y después de haber insistido varias veces para recabarlas, se le ordenó que esperase la llegada de los refuerzos que venían de Dríus, para lo cual tomó posiciones mejores, en que sus fuerzas tuvieran una más fácil defensa hasta la llegada de los refuerzos; allí sostuvo al enemigo a raya hasta las doce y media, en que, por la pérdida de sangre que le producía la herida y la falta de pulso, se vió obligado a entregar el mando, regresando a Annual, desde donde fue evacuado, ingresando en el Hospital el mismo día. 

Por referencias sabe que, muerto el jefe que le sustituyó, no pudo llegar el convoy, a pesar de los refuerzos recibidos de Dríus.

PREGUNTADO por el enemigo a que hubo de hacer frente, número y procedencia, y, si, dada la situación, estima irremediable el abandono que se le hizo a la guarnición de Igueriben, y su posición en lo apurado de su trance, dijo que no precisar el número de enemigos, aunque por la intensidad del fuego calcula que era numeroso, consistente en varios miles, de procedencia de Beni-Urriaguel en su mayoría, notando gran gasto de municiones, y que empleaban la arbaia o fusil Lebel. A su juicio, la posición de Igueriben debió abandonarse; mas es un asunto que entra en la apreciación del Mando, conocedor del estado general del territorio, cuyo examen no le toca entrar, militarmente considerado; cree el declarante que el convoy, en el segundo día, con los refuerzos recibidos, pudo llegar, y se pudo apoyar de una manera más eficaz el repliegue de la posición, aunque, por no ser testigo presencial, carece de información directa, y pudiesen ser equivocadas sus apreciaciones.

PREGUNTADO por la actitud observada por sus tropas hasta el momento en que resignó el mando, dijo que la moral era muy buena y se batían bien, como siempre tenían por costumbre.

PREGUNTADO por las causas a que considere debe ser atribuida la flojedad en la defensa del conjunto de posiciones que protegían a territorio y rápido decaimiento de la moral que ha conducido al desenlace de los sucesos, dijo que el sistema de posiciones aisladas, algunas de ellas sin enlace y sin medios materiales, dentro de ellas, para la vida, ha sido una de las causas del decaimiento de la moral en las fuerzas; también ha contribuido a esto el que las fuerzas europeas entraban pocas veces en fuego, lo cual originaba la falta de entrenamiento para el combate de estas fuerzas y el decaimiento de su moral en los sucesos, confirmándolo así las órdenes que tenían los jefes de columnas de evitar a todo trance bajas europeas. El empleo excesivo de las fuerzas indígenas produjo alguna vez su agotamiento por cansancio y desgaste. 

PREGUNTADO que, como anteriormente ha indicado, el abandono de las posiciones ha debido alcanzar también a Annual, en las circunstancias difíciles en que ya se encontraba el territorio, diga cómo considera que pudo ser asegurado el mismo, dijo que, a su manera de ver, la línea se pudo haber constituido en las alturas de Izumar, posición "A" y Yebel Uddia, que eran posiciones dominantes y más fáciles de hacerse fuerte en ellas, y al mismo tiempo hubiese contenido a la cabila de Beni-Ulixech, la cual estaba dominada por estas posiciones, que mandaban mucho sobre ella; en último caso, desde ellas se podía efectuar la retirada por la línea de alturas, apoyada por escalones de posiciones que en ellas existían, en lugar de hacerlo por el camino que estaba dominado; de no haberse hecho con mucha anterioridad, cuando las cabilas estaban en situación pacífica, el establecimiento de una línea muy fuerte de Sidi-Dris al puerto de Tizzi-Azza, línea muy corta y con fácil comunicación al mar, que hubiera asegurado su aprovisionamiento; esto, completado con el desarme general de todos los territorios dejados a retaguardia, cree el declarante que hubiese evitado el desastre.

PREGUNTADO por las fuerzas de su Cuerpo que en la actualidad se mantiene a sus órdenes, dijo que actualmente tiene organizadas tres compañías, dos de fusiles y la de ametralladoras y unos setenta hombres de Caballería. En estas fuerzas entran también contingentes europeos. Además, existen bastantes indígenas en curación en el hospital. De todas las fuerzas que mandaba, aparte de hechos aislados, sólo hicieron defección un pequeño núcleo de Caballería, que estaba dirigido por los dos kaides moros Meheyu y Chilaly, los cuales desertaron en Zeluán e hicieron armas contra el resto de la fuerza que se encontraba en la Alcazaba.

PREGUNTADO por los hechos recomendables que considere deba señalar en el comportamiento de sus fuerzas, como, en opuesto sentido, los de negligencia que deba poner de manifiesto, dijo que todas sus fuerzas se han batido muy bien, como lo prueba el gran número de bajas, cerca de trescientas, que tuvo, combatiendo en las inmediaciones de Annual, desde el día 17 hasta el día 21, y que la retirada la efectuó la columna de estas fuerzas Regulares en forma organizada, llegando a Nador y Zeluán, como antes se ha dicho.

Como hecho saliente, puede mencionar la introducción de un convoy en Igueriben, el 17 de julio, por el capitán de Caballería Cebollino, en cuya ejecución logró romper el cerco y dejar los víveres y municiones que llevaba, dejando las acémilas, por habérsele ordenado así, según cree el declarante, y regresando él con la fuerza montada. También se distinguieron varios jefes y oficiales, que ha mencionado el declarante en los partes correspondientes, y que están propuestos para recompensa. 

Por su parte, nada ha tenido que observar respecto a omisiones punibles, y sí ha podido apreciar el buen espíritu y valor de la oficialidad.

PREGUNTADO últimamente el nombre de los jefes y oficiales de su Cuerpo presentes en la plaza que hayan intervenido más activamente en los pasados sucesos, dijo que enviará a este Juzgado una relación de ellos, con los lugares donde operaron.

PREGUNTADO si tiene algo más que añadir o rectificar, dijo: que desea consignar que la falta de estímulo de la oficialidad, que atribuye el declarante - entre otras causas - al haber suprimido las recompensas, y de que se hace eco al hablar de la diferencia que notó el declarante de cuando aquéllas existían, la observaba con carácter general, y puede ser que intensificada, en los Cuerpos donde no había elección de personal, la cual se hacía cada vez más difícil, por falta de aspirantes competentes, pues se prefiere, en general, los muchos destinos sedentarios y sin riesgos ni grandes molestias que existen.

También desea consignar que en Igueriben pudo observar que los contingentes de la harka operaban de una manera más compacta y subordinada que la que hasta aquí se ha visto emplear el moro, hasta el extremo que atacaban en núcleos disciplinados y empleando frecuentemente el fuego por descargas.

En este estado, el señor general instructor dio por terminada esta declaración, que leyó el testigo por sí mismo, ratificándose en ella, en descargo del juramento prestado, y firmándola con el señor general instructor, de lo que certifico.-

Miguel Nuñez de Prado.
Juan Picasso.
Juan Martínez de la Vega. (Rubricado.)