AHN. TS-R. Expediente 50.2. Folios 310 a 317 vuelto.

Al margen: Declaración del testigo coronel D. Francisco Jiménez Arroyo.

Al centro: En Melilla, a 25 de agosto de 1921, ante el señor general de División, juez instructor, y el secretario que suscribe, compareció el testigo anotado al margen, a quien se advirtió la obligación que tiene de decir la verdad y las penas en que incurre el reo de falso testimonio; y enterado de ellas, y después de prestar juramento según su clase, fue:

PREGUNTADO por las generales de la ley. Dijo llamarse D. Francisco Jiménez Arroyo, ser coronel del regimiento de Infantería de África, número 68, mayor de edad y estar casado.

PREGUNTADO qué tiempo lleva mandando el Cuerpo, qué grado de aptitud le aribuía respecto a su función en el territorio en cuanto a dotación de fuerza, armamento, material, adecuada preparación y estado moral del mismo, dijo que mandaba el Cuerpo desde julio del 18; que lo encontraba en aptitud para tomar parte en todos los hechos que pudieran ocurrir en el territorio; que no estaba al completo el pie de su regimiento, por los diferentes destinos que ordenaba la Comandancia, y además por el pase constante a Regulares y Policía, así como por los permisos que, por orden de la Superioridad, se daban para la Península y algunas prestaciones de trabajo personal por órdenes verbales de la Comandancia. El armamento estaba en perfecto estado, y el material, bastante a sus atenciones, con arreglo a los tipos de carruajes usados en el territorio. La preparación y el estado moral de las tropas eran excelentes, sobre todo el tercer batallón, mandado por el teniente coronel Tamarit, que ha tomado parte en todas las operaciones de campaña habidas en el territorio, por constar sólo de voluntarios, y últimamente mezclados con fuerzas de reemplazo.

PREGUNTADO si se ha considerado en tod momento en la integridad de su mando y asistido del eficaz concurso de su oficialidad y el Cuerpo con la unidad de espíritu requerida por las circunstancias, dijo que sí, que su mando no ha tenido dificultades, encontrando siempre el concurso de la oficialidad, así de la escala activa como de la reserva, todos ellos animados del mejor espíritu.

PREGUNTADO si por parte de la oficialidad se cumplían puntualmente los deberes inherentes a la buena administración de la tropa y ésta recibía cuanto le correspondiera, y si se han seguido en el Cuerpo procedimientos por retención indebida de haberes, desfalco, malversación, etcétera, o formado tribunal de honor por hechos de cualquier naturaleza que afectara al honor militar, dijo que los oficiales cumplían puntualmente sus deberes en este concepto durante su mando, no habiendo necesidad de formar procedimiento ni tomar medidas de ninguna clase; sólo al encargarse del mando tuvo conocimiento de que un oficial procedente de este Cuerpo había sido expulsado por tribunal de honor en Barcelona.

PREGUNTADO si al salir las fuerzas al campo de operaciones o posiciones concurría con ellas toda la oficialidad que integrasen las unidades movilizadas o había abstenciones en este punto y qué normas existían para los permisos, dijo que las unidades salían al campo y posiciones con toda la oficialidad que las integraba, a excepción de aquellas en que había algún oficial con permiso en la Península. Para pedir éstos, se tomaba la venia del jefe del Cuerpo, y si el servicio quedaba cubierto en la forma prevenida por la Comandancia, que era que quedasen siempre tres oficiales por compañía en la posición, el jefe de ésta solicitaba el permiso.

PREGUNTADO especialmente si al desarrollarse los acontecimientos del territorio se encontraban en sus puestos todos los cuadros de oficialidad y clases de las unidades, o había algunos jefes y oficiales en la plaza, debiendo hallarse en sus agrupaciones, y razón particular de ello respectiva a cada uno, dijo que, respecto a jefes, estaban los que había prevenido la Comandancia que estuvieran al frente de las columnas, y a los oficiales, sólo faltaban los que estaban con permiso en la Península, concedido por el Comandante general, y en la plaza, algunos oficiales con permiso. Los referidos jefes eran: el de Annual, el comandante Romero, que murió, sustituyéndole el comandante Piña, que ha desaparecido; el del zoco Telatza, el teniente coronel D. Saturio García; el de Batel, que era el comandante Claudio, marchó a Annual con el teniente coronel Tamarit, jefe del batallón establecido en dicho campamento. A los pocos días, en virtud del turno establecido, el comandante Claudio fue sustituído por el ya mencionado Romero. Todo el demás personal que residía en la plaza, lo estaba en virtud de sus cargos o destino.

PREGUNTADO si correspondía al testigo algún servicio fuera de la plaza en la segunda quincena de julio, como anexo a la jefatura de su regimiento, dijo que el día 23, a las cinco y media de la mañana, recibió aviso del oficial de guardia de la Comandancia general, de que desde Dríus había dispuesto el general Navarro que subiera a Batel a esperarlo, que allí recibiría sus instrucciones. A las siete y media de la mañana llegó a Batel, acompañado del teniente coronel Piqueras, que se iba a hacer cargo del mando del batallón que había de regresar de Dar Dríus, y del ayudante del regimiento, capitán D. José de la Lama. Al llegar a Batel creyó encontrar al general y preguntó al capitán Bermudo, jefe de la posición, si tenía noticias de que el general hubiera salido para Batel o si le había dado algunas instrucciones, a lo que contestó que no. Entonces pidió comunicación con Dar Dríus, y se puso en el aparato un capitán de Estado Mayor, que creyó reconocer fuese Sánchez Monge, al que manifestó que hiciera presente al general que, en virtud de sus órdenes, se encontraba en Batel y que le diera instrucciones. 

Le contestó que el general había dispuesto que todo el ganado de artillería que volvía sin piezas y alguno de caballería, se quedase en Batel, y que de los camiones que vinieran con soldados se hiciera una selección, y los que no estuviesen en condiciones de quedarse, podían seguir a Melilla. A la media hora de esto empezó a llegar la gente; llamó al jefe de la posición para que, con un médico, la fuera reconociendo; al ver la cantidad de ganado que se presentaba y las condiciones en que venía la gente, si no desmoralizada, muy extenuada y sin que pudieran prestar auxilio alguno en la posición, por las malas condiciones que reunía, tanto de seguridad como de escasa guarnición, pues no era de 30 hombres, fue a conferenciar por teléfono con el general Navarro, al que hizo presente la situación, y que, salvo su parecer, creía más conveniente trasladar aquella gente a Monte Arruí, que ofrecía mayor seguridad; asintió el general a ello y dió al testigo amplias facultades para que adoptase las resoluciones convenientes, por lo que ordenó que el ganado fuera a Monte Arruí y la gente que no estuviera en condiciones a Tistutin, cabecera del ferrocarril, para que el mismo día viniera por éste a la plaza. 

Después se trasladó el testigo a Tistutin y llamó al teniente jefe de la posición para que sólo dejara subir en el tren a los realmente enfermos, lo que consiguió con gran trabajo; salido el tren, volvió el testigo a Batel, y a la una y media o a las dos, le llamó por teléfono el general Navarro para preguntarle cuántos camiones había en Batel, lo que no pudo precisar de momento, y al volver al teléfono para comunicárselo, encontró ya cortada la comunicación. Toda la mañana y hasta la hora en que salió de Batel hubo comunicación con Dar Dríus, pues siguieron pasando camones y automóviles con jefes y oficiales que iban o regresaban de servicios.

Próximamente a las tres de la tarde, y estando todo en estado normal, se dirigió el testigo a Monte Arruí para ver si se habían cumplido sus órdenes, yendo en uno de los automóviles que venían de Dar Dríus, que cree era el de Alcántara, en el que venían un capitán, un teniente y un soldado de Caballería. Con el declarante iba un hijo suyo, alférez de Regulares. Al llegar a Monte Arruí encontró que el ganado de Caballería, en vez de cumplimentar la orden, se había marchado a Zeluán, estando sólo allí el ganado de artillería y algunos soldados de distintas Armas y Cuerpos. Ayudado por el capitán Carrasco, de la mía de Monte Arruí, y otro capitán que no sabe de qué Cuerpo era, se tuvieron que dedicar a apear a viva fuerza de los camiones que llegaban a la gente que en ellos venía, habiendo tenido hasta que sacar el revólver para hacerse obedecer. A duras penas pudieron reunir 200 hombres de todas las Armas y Cuerpos y, además, la guarnición de Monte Arruí, que era una sección de Ceriñola. 

Una vez que cesaron de llegar los camiones, bajó a la estación con propósito de tomar el tren para Batel. Pero al subir a él le dió un vahido, precursor de una congestión cerebral, de la que ha tenido anteriores ataques, y regresó a la plaza, siendo trasladado a una camioneta a Nador, desde el tren en que venía desde allí al Hipódromo y a presencia del coronel de San Fernando le bajaron de la camioneta y le trasladaron al automóvil de aviación, que le llevó a su domicilio, en el que tuvo una congestión que le duró tres días; siendo asistido por el doctor Jurado.

PREGUNTADO cómo siendo jefe de la circunscripción del zoco de Telatza no observara la prevención de 19 de la orden general de 2 de mayo de 1920, en cuanto a la estancia en la misma, dijo que, a pesar de existir esta orden, los jefes de circunscripción estaban autorizados a no ir a ellas sino a pasar revista o tomar el mando de las columnas de operaciones, delegando aquella jefatura en los tenientes coroneles.

PREGUNTADO por qué no tomó el partido de acudir a su circusncripción al declararse los sucesos en el campo, dijo que los sucesos ocurrieron el día 22; lo más pronto que pudo salir fue el día 23 por la mañana, que es cuando salió, según deja dicho, con dirección a Batel, tanto como cumplimiento de la orden recibida, cuanto en consideración a que la mayor parte de la fuerza de su regimiento, que es la que siempre ha intervenido en las operaciones, se encontraba aquel día en Dar Dríus, y creer el que declara volvería a Batel, a cuyo efecto llevó al teniente coronel, para que se pusiera al frente de ella. Además, al llegar a Batel, estaban interrumpidas las comunicaciones con el zoco por Teniat Amara, careciendo el testigo de medio de locomoción y de tropa que le acompañase.

PREGUNTADO que, por razón del mando de la circunscripción, qué síntomas precursores de los acontecimientos del territorio hubiese observado, qué noticias y confidencias tuvo de ellos y qué avisos pasara a la Superioridad, dijo que por razón de la forma en que estaba establecido el mando de las circunscripciones, los jefes de ellas sólo tenían el mando de las tropas, sin que por ningún concepto pudieran intervenir en las cuestiones políticas, hasta el extremo de que los capitanes y oficiales de las mías se entendían directamente con la Comandancia general. Sin embargo, por referencias, se había notado que las jaimas cercanas a los campamentos se iban alejando, y algún otro síntoma de rebeldía.

PREGUNTADO por la intervención de su regimiento en los sucesos actuales y si puede dar idea de la caída de las posiciones que cubrían, dijo que salvo la retirada del teniente coronel que estaba en el zoco de Telatza, de las demás posiciones no puede dar noticia alguna, por no haber regresado nadie de los que en ellas se encontraban. Que carecía de fuerzas con que acudir a su auxilio, así suyas como ajenas; que el día 23, a media mañana, le comunicó el teniente coronel de Telatza que la posición de Haf había sido atacada, manifestando el testigo que ordenase al jefe de ella que se sostuviera hasta que el teniente coronel, desde el zoco, pudiera enviarle refuerzos.

PREGUNTADO qué juicio le merezca la evacuación del zoco y sus posiciones, dependientes y términos en que fuera llevada a cabo, dijo que juzga que esa evacuación, en la forma efectuada, ha sido el único medio de salvar parte de la columna, pues los otros caminos de retirada estaban interceptados por los moros, y si las columnas más próximas no han podido llegar, ésta, que estaba en la posición más distante, a unos 107 kilómetros de Melilla, es seguro que no hubiese llegado tampoco. Respecto a la forma de la evacuación, carece el testigo de elementos de juicio para poder apreciar su oportunidad y manera de hacerla.

PREGUNTADO qué ha podido salvarse de su regimiento, dijo que, por los datos que hoy tiene, considera perdidas dos compañías y media de ametralladoras de las tres que tenía; el material, todo; del ganado, le faltan 156 mulos, y de armamento y de hombres, aproximadamente la mitad, teniendo en la actualidad constituido el regimiento con sólo seis compañías de fusiles y una de ametralladoras.

PREGUNTADO a qué puede atribuir el rápido decaimiento de las fuerzas en los pasados sucesos y la efímera resistencia de las mismas, dijo que, a juicio del que suscribe, aunque no ha sido testigo presencial de los sucesos ocurridos en Annual, la moral de las tropas ha decaido por varias razones, y entre ellas la pérdida de la posición de Abarrán y que el enemigo se apoderó de todo cuanto había en ella, sin que la columna que intervino en esta operación, a pesar de oir el fuego que se hacía, acudiera en su socorro, teniendo toda clase de elementos. Otra de las razones es que no se castigó este hecho, a pesar de que la opinión de la mayoría de los que se encontraban en la columna era hacerlo. Debe consignar, sin embargo, que, después de lo de Abarrán, el Comandante general le manifestó que tenía en proyecto una operación en que habían de intervenir tres columnas, con el fin de rectificar el frente y emprender algún avance, con el fin de abandonar la posición de Annual, que ofrecía muy malas condiciones. 

Otra razón de la desmoralización de las tropas fue el ver que durante algunos días no pudo llegar el convoy a Igueriben, y que últimamente presenciaron la orden de evacuación de este punto, viendo toda la columna, a distancia relativamente corta, cómo la guarnición que la componía, sin el auxilio de la columna, era destruida por el enemigo. 

Una nueva razón es la de haber evacuado la posición de Annual sin que los oficiales tuvieran noticia de ello, pues creyeron que salían a prestar los servicios de aguada y protección de camino, como todos los días se efectuaba.

PREGUNTADO si puede señalar algún hecho recomendable entre las tropas de su regimiento o, por el contrario, de omisión o tibieza que crea se debe hacer notar, dijo que a su conocimiento no ha llegado, en uno ni otro sentido, nada que merezca ser consignado.

PREGUNTADO por los jefes y oficiales de su Cuerpo que presentes hoy en la plaza hayan sido durante los pasados sucesos comandantes de posición o intervenido en operaciones y columnas, dijo que, para no fiarlo a la memoria, remitirá relación de ellos a este Juzgado.

PREGUNTADO si tiene algo más que añadir, dijo: que recuerda ahora que hallándose el testigo en Batel, pasaron las fuerzas de Regulares de infantería y caballería, a las que preguntó dónde iban, respondiéndole que por orden del general segundo jefe, marchaban, los de infantería, a Nador, y los de caballería, a Zeluán, continuando éste su marcha a este punto, mientras que la infantería quedó en Tistutin, aguardando el tren para ir en él a Nador. Estas fuerzas, en su repliegue a Uestia, no han sido hostilizadas en todo el trayecto ni en la posición donde pasaron la noche.

PREGUNTADO de nuevo si desea añadir algo a esta declaración, dijo que no, y en vista de ello, el señor general de División, juez instructor, acordó darla por terminada, leyéndola el propio testigo, que se firmó y ratificó en ellas en descargo del juramento prestado, y la firma con el señor general instructor, de lo que certifico.-

Francisco Jiménez. (Rubricado.)
Juan Picasso. (Rubricado.)
Juan Martínez de la Vega. (Rubricado.)