AHN. TS-R. Expediente 50.2. Folios 261 a 265.

Al margen: Declaración del testigo, teniente coronel Don Francisco Pardo Agudín.

Al centro: En Melilla a veinte de Agosto de mil novecientos veintiuno, ante el Señor General Instructor y el infrascrito Secretario compareció el testigo anotado al margen, a quien se advirtió de la oblicación que tiene de decir verdad y de las penas en que incurre el reo de falso testimonio, enterado de las cuales, y después de prestar juramento según su clase,

PREGUNTADO por las generales de la ley, y dijo llamarse Don Francisco Pardo Agudín, ser Teniente Coronel de Infantería y Jefe de la Brigada Disciplinaria, mayor de edad y de estado casado.

El Señor General Instructor dispuso que se leyese al testigo una declaración, pues toda su diligencia que instruyó en esta plaza el General don Miguel Fresneda por los hechos ocurridos en Nador, haciéndolo así yo el Secretario después de lo cual el Señor Juez preguntó al testigo si se ratifica en la referida declaración o si tiene algo que añadir o rectificar en la misma, a lo cual dijo que queda ratificado en ella, debiando añadir lo siguiente: hasta el día veinte de Julio componía la guarnición fija de Nador una compañía del Regimiento de Ceriñola; el citado día recibió orden esa unidad de marchar a Anual, siendo relevada por una sección del mismo cuerpo, cuya fuerza, en unión de los destinos de oficinas de la Brigada Disciplinaria, era la única con que contaba para defender el poblado. Nador (compuesto de poblado europeo, campamento y kábilas metidas entre ambos) no puede defenderse sin tener fortificadas las Tetas, el Reducto y el Fortín, llamado Arbós, siendo necesario además contar con un núcleo central de fuerzas que pudieran acudir a donde fuere necesario y proteger el servicio de aguada, sito en el pozo de Tauima, que dista dos kilómetros aproximadamente del poblado. De aquí se deduce, a juicio del declarante, que con las fuerzas con que contaba no podía hacerse nada eficaz para defender Nador.

Como en su primera declaración manifiesta, tuvo que luchar durante todo el día veintitrés y en su noche al veinticuatro, con las reiteradas súplicas del vecindario de Nador, que estaba en un estado de alarma grande a consecuencia del éxodo de la poblaciçón civil de todos los pueblos comprendidos desde Drius a Nador. El declarante no tenía más remedio que acatar las órdenes que telefónicamente le dada la Superioridad, y por este motivo no pudo ordenar la evacuación del elemento civil; antes al contrario, el Jefe que declara, acompañado de varios oficiales, se paseó por las calles del poblado europeo a altas horas de la noche del veintitrés al veinticuatro con objeto de infundir confianza al vecindario, diciendolo, pues que se lo comun icaban de Comandancia, que a primeras horas de la mañana llegarían fuerzas a Nador, que el Excelentísimo Señor Alto Comisario había llegado, que traía refuerzos, que estaban preparadas tres máquinas a presión para desde el muelle conducir las tropas a Nador. Todo esto lo hace constar el declarante para que se vea su inxxxbilidad en las víctimas y pérdidas materiales que pudiera haber por no aconsejar la evacuación de la población civil antes de la mañana del veinticuatro.

Para organizar un núcleo de fuerzas suficiente para defender a Nador, escogiendo estas fuerzas entre las que acudían de las columnas de vanguardia, se hizo cuanto humanamente se pudo; pero era tal el desaliento de aquellas tropas, que cuando se había reunido un grupo de treinta o cuarenta, sacándolos de toda clase de vehículos militares y civiles, cuando se iba en su busca, habían desaparecido escapados casi todos, quedando únicamente aquellos a los que les era imposible andar; esta gente, además, no traían armamentos, teniendo que dar los del almacén de la Brigada a aquellos que pudo reunir para hacerse fuertes en la Fábrica de Harinas. Antes de ocupar la finca antes dicha, procuró el testigo poner a salvo las municiones y armamento del almacén, así como la bandera de la Brigada disciplinaria, utilizando para ello el volquete y carro del Cuerpo, y consiguiendo remitir a Melilla una cuarenta cajas de municiones y unos ciento veintitantos fusiles, así como la bandera. A la Fábrica fueron dos saquetes con cerrojos de fusil, los cuales mandó inutilizar al Capitán Señor Villalba, operación que fue llevada a cabo y depositados los pedazos de dichas piezas en las petrolinas del exterior del piso principal.

PREGUNTADO si considera en su honor apurados los medios racionales de resistencia y llevada ésta al extremo último que de consumo le suponían las órdenes del Alto Comisario y los preceptos fundamentales de los artículos veinte y veinticinco de las Órdenes Generales para Oficiales, y el partido adoptado el correspondienge a la situación del caso y honor de las armas, dijo que considera en su honor apurados los medios racionales de resistencia, que cree haber cumplido cuanto disponen los artículos veinte y veinticinco de las Órdenes Generales para Oficiales, que dió cumplimiento a lo que el Excelentísimo Señor General en Jefe le ordenaba en veinticinco de Julio, mediante heliograma en el que se le prometían auxilios en un plazo de dos días: respecto a lo que la referida Autoridad le manifestó en heliograma del día dos, esto es, que se resistiera la posición seis o siete días más, no pudieron ser cumplimentados los deseos de la Superioridad por las razones que el declarante aduce en su primera declaración y que fueron confirmadas en la reunión de Jefes y Oficiales, llevada a cabo antes de aceptar el pacto, cree el declarante debe hacer constar que en la tarde del día dos del actual y cuando llegaron al Atalayónlos camiones ambulancias para recoger a los heridos que procedían de nador, se le presentó, cuando iba acompañado de su grupo de oficiales, el Capitán de la Policía Indígena Señor Ortoneda el cual, después de felicitarnos por haber salido de la Fábrica de Harinas, añadió "a mi me deben ustedes el haber salido con vida de allí"

PREGUNTADO si en el momento de los sucesos tenía toda la Oficialidad de la Brigada en sus puestos o faltaba alguno y por qué circunstancias, dijo que en Nador se hallaban todos los que allí debían estar por razón de su cargo.

PREGUNTADO sobre el espíritu de su Oficialidad y si en todo momento se consideró asistido de su confianza en el mando y obtuvo su eficaz concurso, dijo que el espíritu de la Oficialidad ha sido siempre excelente, secundando con verdadero cariño las órdenes del Jefe que declara, dando ejemplo con su valor y ánimos a la tropa, que si lo necesita siempre, esa mucho más necesario en esta ocasión por lo heterogeneo del núcleo que mandaba el que declara y por la deprimidísima moral de una fuerzas que proceden de columnas desechas en su repliegue. Sin el concurso tan valioso de su Oficialidad no hubiera podido resistir el tiempo que lo hizo.

PREGUNTADO por los hechos más salientges que con ocasión de los sucesos pudiera haber observado por razón de su cargo, dijo que en toda la noche del veintitres al veinticuatro desfilaron por la carretera en dirección a Melilla y procedentes de Drius, Batel, Monte Arruit, Zeluán, Segangan y San Juan de las Minas, una multitud abigarrada y presa de pánico, que huía de la sublevación general indígena, la que según los fugitivos, amenazaba no solo sus haciendas sino sus vidas. El número de vehículos de todas clases era tan grande y tanta la prisa con que querían pasar por Nador, que hubo momentos de un verdadero atasco en la carretera. Entre dichos vehículos había un buen número de camiones automóviles y coches rápidos, todos ellos militares, dentro de los cuales se veían heridos, enfermos y soldados que decían estarlo, sin que pudiera comprobarse; también se veían pequeños grupos de soldados de todas las Armas y Cuerpos, que sin armamento en su inmensa mayoría, buscaban salvar su vida en Melilla. Los únicos grupos que recuerda el declarante haber visto con organización aquella noche fueron unas dosceintas cabezas de ganado que montados por artilleros y al mando del capitán de este cuerpo Señor Galbis, se dirigían a Melilla; este ganado no llevaba más carga que el personal que iba montado en él; el otro grupo a que se refiere el testigo pertenece al Cuerpo de Intendencia, sin recordar el nombre del capitán u oficial que lo mandara.

En este estado el Señor General Instructor dispuso dar por terminada esta declaración y advertido el testigo del derecho que le asiste para leerla, renuncióna él, leyéndola yo el Secretario, después de lo cual se firmó y ratificó en su contenido en descargo del juramento prestado, firmándola con el Señor General Instructor, de lo que certifico.

Francisco Pardo.
Juan Picasso.
Juan Martínez de la Vega