AHN. TS-R. Expediente 50.2. Folios 242 a 255.

COMANDANCIA GENERAL DE MELILLA. ESTADO MAYOR. SECCIÓN Cuarta.

Excmo. Sr.

Adjunto tengo el honor de remitir a V.E. las diligencias instruidas para depurar responsabilidades sobre los hechos ocurridos con motivo del ataque y evacuación del poblado de Nador.

Dios guarde a V.E. muchos años

Melilla, 19 de agosto de 1921.

Marqués de Cavalcanti.

Excmo. Sr. General de División D. Juan Picasso.


Comandancia General de Melilla. Plaza de Melilla. Año 1921

Diligencias para depurar responsabilidades sobre los hechos ocurridos con motivo del ataque y evacuación del poblado de Nador.

Ocurrió el hecho el día (en blanco)

Dieron principio las actuaciones el 2 de agosto de 1921

Juez Instructor
Excmo. General de Brigada
Don Miguel Fresneda Menjíbar.

Secretario
El capitán de Infantería
Víctor Dávila


Nombramiento de Secretario por el Excmo. Juez Instructor.

Excmo. Sr. D. Miguel Fresneda Menjíbar, Juez instructor designado en el anterior oficio que obra al principio de estas actuaciones, habiendo de elegir Secretario, nombro a D. Víctor Dávila Arrondo, capitán de Infantería, el cual una vez en mi presencia manifestó que no tiene incompatibilidad para dicho cargo, y juró cumplir bien y fielmente las obligaciones del mismo, y para que conste firma conmigo en Melilla a tres de agosto de mil novecientos veinte y uno.

Miguel Fresneda. Víctor Dávila.


Al margen: Declaración del Sr. Teniente Coronal D. Francisco Pardo Agudín.

Al centro: En Melilla a tres de agosto de mil novecientos veinte y uno se constituyó este Juzgado en la casa del declarante sita en la calle Arturo Reyes nº 5, y ante el mismo compareció el del margen, a quien se advirtió la obligación que iene de decir verdad y las penas en que incurre el reo de falso testimonio, y enterado de ellas y después de prestar juramento por su palabra de honor, manfestó llamarse como queda dicho, mayor de edad, de estado casado, profesión militar y de empleo teniente coronel, primer jefe de la Brigada Disciplinaria.

PREGUNTADO convenientemente respecto a los hechos de esta información, dijo que el día veinte y dos de julio de mil novecientos veinte y uno a eso de las cinco de la tarde recibió una orden para que se presentase en la Comandancia General de la plaza. Allí concurrieron todos los Jefes de Cuerpo o sus representantes y después de dárseles noticia de la muerte del Excelentísimo Señor Comandante General y de la retirada de la posición de Anual, se deliberó sobre las medidas conducdentes para el porvenr. Entre éstas figuraba la conservación de la línea férrea; entonces hizo presente al Señor Coronel Jefe de Estado Mayor que el poblado de Nador no estado en estado de defensa y que carecía además de guarnición, pues solo contaba con una sección del Regimiento Ceriñola y los destinos de oficinas de la Brigada Disciplinaria por cuyas razones y en previsión de acontecimientos desagradables, le suplicaba enviase un Oficial de Ingenieros que hiciese las obras necesarias en las Tetas y en el Reducto. A ésto se me contestó que era prematuro pensar en que pudiera llegar a Nador la fuerza enemiga y que ya se providenciaría a su debido tiempo.

Durante todo el día 22 mantuve comunicación telefónica con Comandancia General, y como los rumores de la gente que procedente de Batel, Zeluán, Segangán, bajaban a Melilla en toda clase de vehículos eran alarmantes, la población civil de Nador empezaba a soliviantarse y acudió a mí en demanda de lo que debía hacer. A favor contesté que no había motivo de alarma pues del Estado Mayor se me aseguraba así y se me recomendaba muy eficazmente que procurara tranquilizar al poblado. A medida que avanzaba el día aumentaba la inquietud del elemento civil y empezaban a evacuar todos aquellos con medios de transporte y algunos a pie, siendo ya inútiles los esfuerzos mios para evitar la marcha. Instalado en la Central Telegráfica Militar estaba en constante comunicación con esa Comandancia y ya entrada la noche hice la petición de trenes para evacuar ciento cuarenta enfermos de la Enfermería Militar y los paisanos y sus familias que de un modo apremiante lo pedían, habiéndome contestado las distintas veces que lo solicité durante la noche que procurase tranquyilizar a la gente, sin que se me enviasen los trenes pedidos.

Como las noticias telefónicas de Comandancia eran contrarias a las que daban los militares y paisanos que en confuso tropel buscaban refugio en Melilla, llamé al Comandante del Grupo de Fuerzas Regulares número dos, D. Manuel Llamas, y le pregunté si podía contar con las fuerzas suyas, a lo que me contestó que habían llegado aquella mañana de Uestia y que la poca gente indígena que traían estaban en sus casas y que además de dudar de que acudiesen al toque de llamada no veía procedente darles armas en las circunstancias actuales, de modo que me encontraba sin fuerzas para defender el poblado y campamento y sin obras de fortificación en las Tetas que es el punto indispensable de posesión para ser dueño de Nador. Así lo hice saber a Comandancia General telefonicamente, y que me vería precisado a abandonar el poblado y cubrir la retirada del convoy que se formara hacia Melilla. Entonces se me ordenó que procurase detener los soldados fugitivos y organizase una defensa, pero eran ya cerca de las siete de la mañana del [día] veinte y cuatro y a pesar de los esfuerzos llevados a cabo para conseguir este objetivo, era tal la indisciplina y tanta la aglomeración y desbarajuste de las fuerzas en retirada que sólo se pudo lograr reunir las tropas que las relaciones figuran. Antes de tomar una determinación final hablé con el capitán de la Policía Indígena señor Ortoneda por teléfono y convenimos que el sitio mejor para hacernos fuertes era la llamada "Fábrica de Harinas" y que él se reuniría a mi con las fuerzas que tuviera cuando abandonase el reducto de la Policía que guarnecía. A la Fábrica me dirigí a eso de las nueve de la mañana, despues de salir el último tren para Melilla y haciéndonos fuego el enemigo antes de posesionarnos de la casa; enemigo que no todo procedía del exterior, sino de las kabilas próximas al poblado y campamento y que parecía estar pendiente de alguna señal convenida para lanzarse al robo, saqueo e incendio sin distinción de sexo ni edades.

A las nueve de la mañana de ese día veinte y cuatro, cumplimentando la orden de la Comandancia General y en vista de lo que anteriormente le he expuesto, la Plana Mayor de la Brigada Disciplinaria con el Jefe que declara, Comandante Militar de Nador, una vez evacuado el poblado y Enfermería ordené la ocupación de la casa de la "Compañía Colonial de Industrias y Comercio", Fábrica de Harinas y Electricidad en el momento preciso en que los moros del poblado indígena rompían en fuego desde las lomas y alturas próximas sobre las secciones e individuos sueltos que a la carrera se acogían al edificio.

El Comandante Jefe de Armamento de la Brigada, D. Wenceslao Lahun Navarro, dada la urgencia y rapidez conque recibió la orden de acogerse a la Fábrica y ante la imposibilidad de retirar el armamento y municiones a su cargo que existían en el almacén del Cuerpo, y de acuerdo con el capitán de este cometido D. Celestino Rey Dolz, prendió fuego al barracón almacén que lo contenía bajo el fuego de fusilería enemiga, retirándose precipitadamente a la Fábrica protegido por una guerrilla que a las órdenes del teniente D. José Fariña y del capitán Rey Dolz eran las últimas fuerzas que se retiraba tiroteadas por los moros del poblado, en cuyo momento uno de los xxxx prisioneros de la Policía Indígena que se habían entregado en la madrugada anterior por la Mía de Nador intentó fugarse siendo muerto por la fuerza que ya estaba parapetada en la Fábrica.

Una vez en ésta, el Jefe que suscribe ordenó el recuento del personal allí acogido, resultando el que comprende en la relación número uno en la que se incluyen una mujer, una familia compuesta de matrimonio y dos hijos menores, dos guardias urbanos de Nador y algunos paisanos que posteriormente y perseguidos por el enemigo se acogían a la protección del edificio. Ordené la organización de este personal en dos compañías provisionales: la primera a las órdenes del capitán D. Celestino Rey Dolz y la segunda al del mismo empleo D. Fernando Villalba Escudero, cajero de la Brigada Disciplinaria, y los tenientes D. Ricardo Iglesias, de Intendencia, encargado del Parque de Suministros de Nador, que voluntariamente solicitó este puesto; teniente de la Guardia Civil D. Ricardo Fresno Urraiz, jefe de la Línea de Nador, y teniente de la Brigada Disciplinaria D. Bernardo Lezcano y Mendifo, incorporado el día anterior, para la primera; y los del mismo empleo D. Miguel Rodrigo Martínez, del Grupo de Regulares Indígenas número dos, D. Enrique Navara Pérez, del Regimiento Ceriñola, y D. Miguel Rose León, Habilitado de la Brigada para la segunda; además una sección independiente en la planta baja a las órdenes del teniente Ayudante de la Brigada D. José Fariñas Sagredo, y la sección de la Guardia Civil al mando del alférez de este Instituto D. Linardo Pérez García, encomendando la dirección y defensa del piso alto al comandante D. Wenceslao Lahun y la de la planta baja al de igual empleo, Mayor de la Brigada, D. Juan Almeida Vizcarrondo.

Sostenido el fuego del enemigo con alguna insistencia por el momento, fue aumentando en intensidad siendo muerto de herida de bala a las once aproximadamente el Comandante D. Wenceslado Lahum Navarro cuando dirigía la defensa en una de las habitaciones del piso alto y herido a su vez en la cabeza también de bala el soldado del Regimiento Ceriñola Antonio Rodríguez Salgueiro y muy grave en una pierna el de la Brigada Disciplinaria Claudio de Rozas. Mientras tanto el Comandante Mayor organizaba la defensa en la planta baja y el personal de asistencia de heridos y enfermos al mando del cabo practicante de la Brigada Disciplinaria Antonio Rosas de la sección al mando del teniente Ayudante, y en el salón de máquinas de la Fábrica lo que pudieramos llamar enfermería u Hospital de Sangre, haciendo presente que por la precipitación que tuve al retirarme al edificio en éste se carecía en absoluto de toda clase de medicamentos, así como de lechos, camillas ni nada que pudiera en los más mínimo aliviar la situación de los heridos, a su vez encomendó también la defensa y organización de las cocinas, hornos y panadería de la casa al Alférez de la Guardia Civil con las fuerzas de su Instituto. Durante todo el día y tarde se sostuvo el fuego procurando la mayor economía en el consumo de cartuchos por no haberse podido retirar debido a la premura y urgencia del caso más que ocho cajas de cartuchos de las que en el Depósito de Armamento de la Brigada existían.

La carencia absoluta de provisiones de boca por no haberse podido salvar el Depósito de Suministro de Intendencia ninguna de sus existencias dada la urgencia con que se me ordenó hacerme fuerte en la posición obligó al jefe declarante a escojer como edificio más hábil para este fin de acuerdo con el capitán de la Policía Indígena ya citado, la citada Fábrica de Harinas por el conocimiento que tenía de la existencia de este artículo en sus locales y habiéndose encontrado en uno de los de la planta baja un pozo con bomba para la elevación de agua, que resultó salada. El Comandante Mayor y el Alférez de la Guardia Civil utilizando el trabajo personal de una de las mujeres y paisanos que allí se encontraban decidieron con mi aprobación elaborar una cantidad de ¿xxxx de xxxx? de harina de cebada de la que había varios sacos y que entrada ya la noche se dió a la fuerza como única alimentación del día.

Esa tarde sobre las diez y ocho horas viajó en la dirección de Zeluán a Melilla un aeroplano cuyos tripulantes saludaron con un lienzo blanco siendo contestados por los defensores del piso alto con una bandera nacional encontrada en uno de los locales y cuya presencia levantó grandemente el entusiasmo de la tropa.

Al hacerse la entrada en el edificio fue muerto por los moros a pocos metros de la finca un paisano hermano de Vicenta López que, acompañada de sus dos hijos, venía del poblado; ante la agresión se acogió a la casa, no pudiendo ser retirado el cadáver de su hermano. <

Al obscurecer se me ofreció voluntario para llegar a nado a Melilla por Mar Chica el soldado de la Brigada Disciplinaria Ismael Muñoz, ofrecimiento que acepté enviándole una carta para el coronel Jefe de Estado Mayor de la Comandancia que decía a la letra: "Señor D. Gerardo Sánchez Monge. A las nueve y cuarenta y cinco de hoy pude, de acuerdo con el capitán segunda Mía Jiménez Ortoneda en ocupar la casa llamada Fábrica de Harinas de este poblado, en la cual pude reunir elementos destrozados y enfermos de la columna Anual y otras y docde jefes y oficiales. Como capitán Ortoneda no llegó con fuerzas policía resulta escasa la que tengo para hacer una enérgica defensa por carecer de ánimo y salud la tropa y hallarse la posición en malas condiciones debido a su especial estructura. Considero un caso de conciencia el proporcionar medios para evacuarla, permitiéndome significar que dada la proximidad del muelle de Mar Chica, la vía marítima podría ser empleada. Comandante Wenceslado Lahum muerto y dos soldados heridos graves.- Nador veinte y cuatro de julio de mil novecientos veinte y uno noche". Ignoro si el documento ha llegado a su destino. En la noche de ese día no cesó el enemigo de hostilizarnos con sus fuegos, aunque a distancia y poco nutrido.

El día veinte y cinco, en la mañana de ese día llegó frente a la posición un tren que al ser hostilizado regresó retrocediendo seguidamente sin atender a nuestras señales. Resultó herido en la mandíbula y brazo el soldado de la sección de explosivos del Regimiento Ceriñola Demetrio Domingo. Por la intensidad del fuego y el movimiento que se notaba de moros en el poblado se deducía el aumento de las fuerzas enemigas en proporciones considerables, resultando heridos los soldados de la Brigada Disciplinaria Julián García en la espina dorsal, y Pedro Parra en una pierna, graves ambos de bala.

A la caída de la tarde avanzó el enemigo en grandes grupos sobre la posición, la que lo rechazó con sus fuegos, redoblando sus ataques ya obscurecido lanzando algunas granadas de mano que por las ventanas penetraron en el piso alto del edificio hiriendo levemente al teniente de la Brigada Bernando Lezcano y al cabo de la misma Manuel Ricart en el brazo, también leve, y muerto el soldado de la Brigada Automovilística Jesús Díaz Collado, de herida de bala en la cabeza. El enemigo intentó por dos veces incendiarnos la casa lanzando varios sacos de paja incendiados e impregnados de petroleo sin conseguir su intento causándoles la defensa muchas bajas. Por la tarde de ese día una descarga de los moros inutilizó las petrolinas de agua salada del primer piso ¿y? vertiéndose su contenido. A la caida de la tarde ¿cargó? por delante de la posición un grupo de jinetes, al parecer moros, a los que se les hizo varias descargas porque no detenían su marcha.

El día veinte y seis. La tropa por la falta de alimentación y excesiva fatiga en la defensa que no le permitìa descansar empezó a dar pruebas de debilidad de ánimos. En su vista y utilizando el aparato heliógrafo de la estación de Nador que traje a la Fábrica intenté comunicar varias veces con las posiciones de Atalayón y Sidi-Hamed-el-Hach, recibiendo con dificultades palabras sueltas que reconstituían los siguientes heliogramas:

"A las dieciseis y media el general Sanjurjo a Jefe de posición Nador, que espero no tardar dos días en ir y que conviene mucho resista.- Anoche le mandé convoy marítimo que no pudo llegar por impedirlo el enemigo, que digan si hay medios de enviar socorros de municiones por mar poniendose de acuerdo conmigo la realización y día otro de Sidi Hamet para Nador."

"El general Sanjurjo a Jefe posición.- Es posible que esta noche con moros amigos de esta kabila intente, a quienes se ofrecerá dinero llevar algunos ranchos en frío.- Ya se le dirá el procedimiento y señales que harán."

Nada de lo anunciado en los referidos despachos se llevó a cabo y la moral de la fuerza que su contenido había levantado decayó visiblemente al no ver llegar los auxilios. El esfuerzo de la oficialidad y clase dando el ejemplo batiéndose donde los huecos y ventanas con fusil, sosteniendo el fuego denodadamente, reanudando mis ordenes con la mayor voluntad día y noche [lo que] surtía sus efectos en momentos críticos, resultando herido grave en una pierna el soldado del Rgto. Ceriñola Bautista Blanco y muerto el del mismo cuerpo José Bernabé, también de herida de bala.

Por la tarde se presentó con una bandera blanca un moro parlamentario llamado ¿Amadi?, hermano de un jefe de kabila enemiga, con proposiciones de negociación; estando en esta entrevista saltó por una ventana del piso bajo al exterior para recibir un cajón con tabaco que nos ofrecía el parlamentario, el paisano José Pérez ¿Labio? el que, una vez recogido el cajón y al regresar con él de una descarga del enemigo cayó muerto, quedando al exterior su cadáver y recibiendo a su vez el Teniente de Intendencia D. Ricardo Iglesias González un balazo en el vientre de cuyas resultas falleció poco después, quedando en nuestro poder el moro parlamentario en unión del llamado Hanni que en días anteriores había sido también detenido. Ante la imposibilidad de conservar el cadáver del comandante Sr. Lahún dispuse su enterramiento en las cuadras inmediatas al horno, habiéndose efectuado con gran deficiencia por impedirlo la naturaleza del piso. Por la tarde y noche continuó el enemigo hostilizándonos con sus fuegos con menos intensidad.

El día veinte y siete el fuego del enemigo inutiliza la tubería de agua dulce que se había encontrado adosada a la pared de la fachada principal y que se había logrado introducir por una de la ventanas de la planta baja, quedando solo para el suministro de este líquido la bomba de servicio de máquinas que era de agua salada. Por el heliógrafo se recibió el siguiente despacho:

"De Sidi-Hamet para Nador a las veinte y cuarenta, el general Sanjurjo a jefe de posición.- Celebro haya sido poco molestados. Quien sabe si estas fortificaciones que hacemos ejercerán influencia. Una vez bien organizada esta plaza iremos a esa, de modo que animo porque los moros van, a pesar de su palabra, matando y maltratando a los que capitularon.- Les abraza a todos Sanjurjo."

Anteriormente recibí otro despacho en el que se me comunicaba que su Majestad el Rey, que Dios guarde, enviaba su entusiasta felicitación a la heroica guarnición de nador, lo que hice saber a los defensores, logrando con ello levantar algo sus decaidos ánimos. En el fuego de este día resultó contuso en la cabeza el jefe declarante y en el frontal el Teniente del Regimiento Ceriñola D. Enrique ¿Navarasa?. Por la noche se presentó arrastrándose y en completo estado de extenuación procedente de Dar-Quebdani el soldado del Rgto. Melilla Pedro Ramírez, al que acompañaba otro de su clase que por haberse arrojado a Mar Chica e intentar aproximarse a la posición nadando fue muerto por el fuego de la defensa, quedando su cadáver en el mar. Durante el ataque de esta noche el enemigo colocó un cartucho de dinamita en la pared del horno, la que horadó con barreno abriendo un boquete por el que intentó penetrar siendo rechazados por los guardias civiles que defendían ese frente, resultando uno de ellos con la cara quemada por los fogonazos. También prendió fuego a la puerta de la fachada exterior de la casa del administrador de la fábrica, por lo que el día veinte y ocho ordené que los regulares europeos y algunos guardias, al mando del Teniente de Regulares D. Miguel Rodrigo, ocupara la referida casa en la que permanecieron desde ese día como una avanzada de la casa. En este día resultó herido en una pierna el comandante D. Juan Almeida Vizcarrondo.

El día veinte y nueve nos atacaron con cañón, resultando unos tiros ineficaces. Se reciben noticias del Atalayón de que una columna se aproximaba por detrás del poblado, no llegando a comprobarse. Por la noche se acercó el enemigo redoblando sus ataques por las inmediaciones del Morabo, intentando repetidas veces lanzarse al interior por los techos de las cuadras y los hornos adosados a la pared para ganar las ventanas del piso alto, siendo evitado por el fuego eficaz de los defensores que recibieron multitud de piedras lanzadas en los distintos ataques a la vez que manojos de broza encendida que afortunadamente no lograron prender.

El día treinta continuó el asedio, decayendo grandemente el ánimo de los soldados, desfallecidos por el cansancio y falta de alimentación.

El día treinta y uno reanudaron el ataque con más insistencia los sitiadores, emplazando a corta distancia un cañón al parecer entre la carretera y la vía ferrea, lanzándonos durante la mañana y tarde en distintos ataques más de veinte [proyectiles] de los cuales diez logró meter dentro de la casa, la que amenazaba ruina por la fachada y piso alto, resultando en la fuerza las siguientes bajas durante el día: muertos el soldado del Regimiento Melilla Gregorio Escudero y el cabo europeo de Regulares Cesareo Iglesias, y heridos el Teniente de la Guardia Civil D. Ricardo Fresno Urzáiz en la pierna izquierda de bala cuando haciendo fuego con un fusil defendía una ventana del piso alto; el Oficial moro de las fuerzas Regulares Mohamed-Ben-el Jasen de bala, grave en el brazo derecho; el soldado de África Higinio Luis Cabezas en la pierna derecha; el de Ceriñola Santiago Romero en la sien izquierda, y el del mismo cuerpo Leoncio Franco en un ojo, grave; el cabo de la Brigada Disciplinaria en un hombro; el de igual empleo de Ceriñola Demetrio García Jiménez en ambas piernas; el soldado del mismo cuerpo Delfín Rodríguez y Rodríguez en la mano derecha ; el de África Miguel Gómez Zalacail en una pierna, todos de bala; el Teniente de la Brigada D. José fariñas Sagredo contuso en el pómulo y ojo izquierdo al derrumbarse un trozo de pared por un disparo de cañón mientras hacía fuego con un fusil desde una ventana del piso bajo. En ese día se recibió el siguiente heliograma:

"De Melilla para Nador, Alto Comisario a Jefe Posición. Sírvase manifestarme muy urgente existencia municiones, víveres y agua con que cuenta."

Se contestó diciendo que había unos diez mil cartuchos, que se carecía de víveres en absoluto y únicamente existía trigo en grano y cebada y que el agua era salada, ignorándose la cantidad. En la tarde se presentó un parlamentario con la siguiente carta:

"Señor Teniente Coronel de la Brigada Disciplinaria. Mi respetable Teniente coronel. El que suscribe, teniente del Regimiento Melilla número cincuenta y nueve, y prisionero en ésta, tiene el honor de manifestar a V. lo siguiente: Por encargo de los Jefes moros escribo estas letras; ellos dicen que saldrán todos los de esa dejando el armamento, municiones y todos los efectos que existan, no les han de hacer nada, de lo contrario tendrían que morir todos y ellos no quieren que haya más muertos; lo juran por el dios de ellos. En unión mía hoy se hallan treinta entre cabos y soldados. Dicen que conteste con una cosa u otra y la mande con el portador de la presente y le ruego no detenga al soldado en esa. Mande a su afectísimo subordinado Teniente Manuel Ibarrondo, rubricado. Nador, treinta y uno de julio de mil novecientos veinte y uno."

Esta carta la conducía un soldado del Regimiento Melilla con bandera blanca. En este día al estallar una bomba en el piso principal uno de los policías prisioneros que teníamos amarrados se fujó arrojándose al exterior por una ventana. A requeridas preguntas manifestó el soldado parlamentario que estaban alojados en la iglesia con los enemigos, los que tenían cerca de doscientos cañones en los alrededores de Nador. Se le contestó por escrito que dado lo avanzado de la hora no se podía entrar en negociaciones, que al amanecer del día siguiente viniesen los Jefes a ofrecer condiciones. El guardia civil Manuel Almoreda García la noche anterior se ofreció voluntario para salir a hacer fuego al enemigo y ahuyenarlo de los paredones del morabo, donde desde un ángulo muerto arrojaban piedras y XXXX de paja encendida sobre los techos de zinc de la fábrica, consiguiendo desalojarlos con grave riesgo de su vida.

El primero de agosto aparecen dos moros con bandera blanca ofreciéndonos libertarnos por mar mediante entrega del armamento comprometiéndose a traer barcas de las playas de Nador llevándose los remos que les dimos con ese objeto. Regresaron diciéndonos que las barcas eran inútiles y tenían que buscarlas en el Atalayón. Por la tarde el cabo de la guardia civil Laureano Lozano López se ofreció voluntario con un paisano para acompañar al moro, llamar al Atalayón a pedir barcas para la evacuación y a su vez puse heliograma al Alto Comisario pidiendo que la lancha "Cartagenera" remolcando barcazas viniese por Mar Chica sin peligro, de acuerdo con jefes de kabila que querían salvarnos. Esta noche arrecia el fuego teniendo los Jefes y Oficiales así como las clases que dar ejemplo batiéndose en las ventanas y huecos armados de fusiles, secundándoles la fuerza especialmente la Guardia Civil y Disciplinarios con entusiasmo. El enemigo lanzaba grandes piedras promoviendo considerable vocerío a corta distancia, siendo rechazados todos sus ataques. Murió el herido Claudio de Rozas por falta de asistencia.

El día dos al amanecer continuó el fuego con intensidad, resultando herido el soldado de Ceriñola Emilio Barreiro de bala en una ingle y muñeca, grave. A las nueve se presenta un moro, padre del cabo de Regulares Mohamed Ben Mohamed, diciendo de parte de los jefes suyos que mantenían en pie lo ofrecido el día anterior, siempre que antes de la una de la tarde se evacuase la casa entregándoles el armamento y municiones, dejándonos marchar libremente hasta el Atalayón, acompañándonos cuatro jefes de kabila como garantía de que no nos ocurriría nada. Les exigí nos permitieran llevar veinte fusiles por lo menos y que ellos trajeran otros veinte para nuestra defensa, ofreciéndome yo en rehenes como garantía si así les parecía conveniente, lo que rehusaron por creerlo inútil. Antes de tomar una determinación definitiva convoqué a una reunión de Jefes y Oficiales; les expuse de una manera clara nuestra situación y les pregunté si consideraban o no llegado el momento de aceptar condiciones que ofrecían los jefes moros para la evacuación, contestando todos que creían imposible hacer más para la defensa de la casa ocupada, estimando quedaba el honor militar a salvo y que el sacrificio de la vida de militares y paisanos allí reunidos era estéril en absoluto, por cuyas razones juzgaban aceptables las condiciones, aunque con harto dolor de todos ellos que lo daban a conocer. Conformes con este extremo principal se pasó a deliberar sobre la forma de hacer la evacuación, votando la mayoría que se efectuase tal y como nos había indicado el enemigo. Un momento después de esta reunión y antes de contestar categóricamente a los moros y aprovechando el momento de ser llamado por el Jefe de la harca el comandante D. Juan Almeida autorizé a éste para que saliera a conferenciar con él, marchando solo al poblado y manifestándome al regreso que el Jefe era el llamado Mizian el que le había enterado del juramento prestado por todos jefes de kabilas enemigas, en virtud del cual se comprometían a respetar las vidas de los que ocupábamos la fábrica si se aceptaban las bases propuestas por ellos así como de respetarnos el armamento a Jefes y Oficiales, pero que de lo contrario con todos los cañones, que podía comprobar si quería, y tres mil hombres que disponían harían volar el edificio no dando cuartel a ningún superviviente.

Aún dudó el Jefe declarante en resistir o no, pero un heliógrafo del Alto Comisario en que me pedía resistiese seis o siete días más es no porque antes no podría llegar a Nador me hizo comprender que la catástrofe era irreversible e inútil el sacrificio y en su consecuencia acepté las bases del enemigo. Mandé aviso de mi determinación y ordené que las compañías y secciones en los locales que ocupaban reuniesen el armamento y municiones procurando según orden reservada que di a los señores Jefes y Oficiales que éstos inutilizasen en mayor número de fusiles en la forma más disimulada posible y que la sección de enfermería se dedicase a organizar con los escasos elementos de que se disponía unas parihuelas y camillas provisionales para el transporte de heridos y enfermos. También procuré retirar las cenizas y restos de nuestros compañeros muertos en la defensa. De este servicio estuvo encargado voluntariamente el Capitán D. Enrique Rey Dolz. Por la imposibilidad de enterrar a los cadáveres que en estado de putrefacción eran un peligro grande dentro del edificio me obligó a imponer la cremación de los mismos, operación que dirigía el citado Capitán asistido especialmente por los soldados de la Brigada Disciplinaria, entre los que se distinguió notablemente por su valor y serenidad el de segunda José Serra, que bajo el fuerte tiroteo del enemigo, cada vez que se abría la puerta trasera del edificio donde se sacaban al exterior trataban de impedirlo, realizando su cometido animado por el citado capitán. Al tratar de recoger estos restos para traerlos a la plaza nos fue imposible por el estado de incandescencia en que aún se hallaban limitándome a cubrirlos con unas paletadas de tierra.

El día primero nos arrojó un aeroplano tres saquitos, dos de los cuales cayeron en poder del enemigo y el otro pudo ser recogido del tejado de las cocinas, conteniendo algunos panecillos, chocolate y galletas. Hechos cargos del armamento los Jefes moros en número de unos ciento cincuenta fusiles, de ellos más de setenta inutilizados aparte de los que habían sido en días anteriores por efectos del fuego y otras causas, y municiones a granell (sic) unos tres mil cartuchos aproximadamente, se organizó la evacuación marchando los heridos en camilla a la cabeza del convoy y a que los que por su estado se lo permitía así como los enfermos acompañados de Jefes moros con bandera de parlamento se emprendió la marcha hacia el Atalayón a las once y treinta, llegándose a sus inmediaciones a las trece aproximadamente haciéndose alto en el fortín avanzadilla guarnecido por fuerzas del Tercio de Extranjeros que se extremaron en atender y obsequiar a sus compañeros. Allí fueron recogidos los heridos y enfermos por ambulancias automóviles de Sanidad Militar, transportándoles a la Segunda Caseta donde se dirigió aquí el resto de la fuerza, presentándome al llegar al Excelentísimo General Señor D. José Sanjurjo, dándole cuenta verbal de la evacuación del poblado y quedando a sus órdenes, cuya autoridad dispuso pasase el personal a disposición del Teniente Coronel primer Jefe del Tercio de Extranjeros el que con su fuerza le embarcó en un tren que la condujo al cuartel del Hipódromo.

Réstame decir que cuantas alabanzas se dedicase a Jefes y Oficiales serían pocas, distinguiéndose por su entusiasmo el Oficial moro Mohamed Den el Hacen, del Grupo de Fuerzas Regulares número dos. En cuanto a la tropa se distinguieron los sargentos Augusto ¿Mula? de la Brigada Disciplinaria, Juan Salamanca del Rgto. Ceriñola, el cabo Jesús Taboada de Ingenieros, el de igual empleo de la Brigada Disciplinaria José Iglesias, ambos heridos, el soldado disciplinario Ismael Muñoz, que con un altruismo sin agual se arrojó al mar para traer documentos a esta plaza, el soldado Alfredo Rios Rodríguez herido en la frente, el de igual clase Bartolomé Poveda, que prestó valiosos servicios por sus conocimientos del árabe, el disciplinario José Serra por su valor y serenidad saliendo al exterior a desalojar el edificio de cadáveres, y el guardia civil Manuel Álvarez García, que en pleno ataque nocturno se ofreció voluntario a salir al exterior para evitar que el enemigo volviese a colocar dinamita en la pared del horno.

PREGUNTADO si tiene algo más que añadir, dijo que no, que lo dicho es la verdad en descargo de su palabra de honor dada, firmando conmigo a presencia del Sr. Juez de que yo Secretario certifico.

Francisco Pardo.
Fresneda.
Víctor Dávila.