AHN. TS-R. Expediente 50.10. Folios 2216 a 2229.

Excmo. Sr.:

Don Juan Picasso González, general de División, juez instructor de la presente información, tiene el honor de exponer a V.E., como resumen de las actuaciones, lo siguiente:

V

ESTADO Y CONDICIÓN DE LAS TROPAS


Estado de preparación de las tropas del territorio.- Muchas y complejas causas han influido en la calidad y disposición de las tropas del territorio, y por más que preguntados sus jefes en el interrogatorio a que eran sometidos acerca del particular estado de las suyas, las considerasen aptas para todos los servicios, pretendiendo acreditar su buen espíritu al enumerar luego las visicitudes a que de ordinario estaban sujetas en su preparación y empleo, hay que reconocer que la realidad, las circunstancias como desenvolvieron su ación, no podían menos de atenuar el aserto y evacuar sus deficiencias en consonancia con el hecho incontestable del fracaso de su actuación. Podrán haberse comportado éstas en condiciones del todo adversas en razón al desmesurado esfuerzo a que se las sometía, pero es inconcluso que les ha faltado energía, firmeza y disciplina.

Reservación del empleo de las tropas peninsulares y estado de su moral.- Dice inicialmente el teniente coronel de Estado Mayor Dávila, al folio 1.296 de su declaración, que cuantas operaciones se realizaron durante su estancia en el territorio -y en otro lugar consigna que se ausentó enfermo del mismo el 9 de julio - procuróse desarrollarlas en forma de restringir cuanto fuse posible las bajas de las unidades peninsulares, sin perjuicio de alcanzar los objetivos presupuestados, y en cuantas ocasiones intervinieron nuestras tropas en el combate, como en cuantos ataques y agresiones hubieron de rechazar, se comportaron cual incumbía a su deber, sin desmayo alguno y con elevado espíritu.

Esto sienta ya la premisa dl restringido empleo de dichas tropas y supone referirse dicho comportamiento a épocas en que fueron realizadas las operaciones en discreta medida y en proporción con los medios disponibles.

Por su parte, el comandante de Estado Mayor Fernández - folio 812 - cree que el territorio había fuerzas suficientes para ocuparle y para mantener organizada una fuerza móvil que acudiera a deshacer cualquier resistencia; pero a condición de que esta fuerza estuviera decididamente dispuesta a ser empleada de un modo enérgico; conclusión que conduce a reconocer implícitamente carecieran aquella de la necesaria decisión en los momentos en que fueron llamadas a intervenir.

Deficiencias de la instrucción y mermas de los efectivos.- Si se atiende al contexto de las declaraciones, fuerza es reconocer que de manera general la instrucción doctrinal de las tropas estaba siempre apremiada por las necesidades mismas del servicio que prematura y apresuradamente se las imponía. La de tiro, muy especialmente, por la forma incompleta en que la recibían, no podía ser, no ya suficiente, pero ni rudimental para las necesidades más apremiantes del servicio cualquiera que fuese el empleño en ello puesto por los jefes. Luego, acabado el periodo normal o acelerado de instrucción, la cantidad de posiciones existentes obligaba diseminar la fuerza de los Cuerpos en términos que incapacitaba para continuar dicha instrucción con algún provecho; en cuanto ala de tiro no se practicaba de ningún modo; porque si bien existían órdenes para que así se hiciese a la inmediación de las posiciones, de hecho no se efectuaba por dificultades de localidad, temor de perjudicar a los naturales o restricciones impuestas por la Policía.

La fuerza de los Cuerpos estaba sujeta, como se verá en detalle más adelante, a mermas considerables por los numerosos destinos a que proveían de plaza y Cuerpo y de otras unidades que no se nutrían de reemplazo, en casos, antes de completar los individuos la instrucción contra todo lo mandado; los auxilios que habían de prestar al Cuerpo de Ingenieros para los trabajos de carreteras, reforma y mejoramiento de posiciones y otros, con arreglo a las prevenciones de la orden general de la Comandancia de 2 de mayo de 1920 - folio 319 -, trabajos, que, si necesarios, consumían la energía del soldado, como las prestaciones para obras que nada tenían que ver con la munitoria y tantas otras distracciones de su contingente que habían de redundar en detrimento, en primer término, de la instrucción y adecuada preparación, solidez, cohesión y actitud de la tropa para sus fines sensciales y disminuía en mucho el pie de su fuerza eficiente.

Causas deprimentes de su espíritu.- Si se atiende, por otra parte, a la situación particular de las tropas, a su grado de fraccionamiento en guarnición de las numerosas posiciones del territorio, en las condiciones que acredita lo hasta aquí expuesto; consumiendo su actividad en dichos aislados puestos y enervadas por las atenciones ordinarias del económico servicio, descuidada forzosamente la instrucción, aflojada la tensión del Mando en la pasividad de los destacamentos, y con mayor motivo en el largo periodo de tranquilidad que se venía disfrutando en la región, no es de dudar careciesen del necesario espíritu, preparación y continente para afrontar la grave situación que preparan los sucesos.

Ya en 20 de junio último - folio 390 - se consideró el Mando en la necesidad de recomendar a los jefes de circunscripción de primera línea se acudiese al remedio de los descuidos que en los servicios, como en el estado de conservación de las obras, producía "la sensación de tranquilidad que llevara al ánimo de las fuerzas destacadas en posiciones transcurrir el tiempo sin verse en el caso de rechazar o hacer frente a agresiones"; encareciendo por ello vigilasen y excitasen el celo de los comandantes de las posiciones dependientes "para que en todo momento pueda afirmarse prestaran las fuerzas a su órdenes sus servicios con la exactitud y desvelo que sin pretexto alguno ha de exigírsela", aconsejando otras medidas para acudir al reparo y refuerzo de las posiciones; dando ello la impresión de que se reconocía la deficiencia intrínseca de éstas; como la flojedad del nervio de las tropas.

Empleo de las fuerzas.- Esto como instrumento armado; pues en cuanto a aplicación del mismo se hacía de las tropas peninsulares un empleo erróneo, ya esbozado antes, perjudicial y contraproducente. La orden general que antes se cita, en su regla 21°, ya advierte que las tropas de Policía pondrán en conocimiento de los jefes de posición la forma en que cubran sus fuerzas los servicios encomendados de descubierta, vigilancia y protección.

En su regla 10° previene que, al tener los jefes de circunscripción noticia de ser atacada una posición y que necesita refuerzos, dispondrán acudan en su auxilio las tropas de Policía y de Regulares más inmediata, reforzando, si preciso fuera, la acción de éstas con el empleo adecuado de la columna, y en otra orden anterior, de 9 de marzo - folio 383, regla 15°, se establece como norma que las fuerzas de Regulares se empleen como núcleos avanzados de tropas de asalto, determinado todo esto un estado de inferioridad para las nuestras a los ojos del indígena.

El empleo preferente y sistemático de dichas fuerzas indígenas como de choque en las operaciones, restringiendo el de las peninsulares, reduciéndolas al papel de reservas expectantes, sin entrar sino en rarísimo caso en contacto con el enemigo, a fin de que no sufriesen bajas que el orden político parecía consagrado a evitar, deprimía el espíritu de nuestras tropas, había de influir en el concepto que de las indígenas formaba nuestro soldado, daba a éstas altiva idea de su propio valer y en los naturales infundía menosprecio de las nuestras, con las que nunca se medía. Explicable es, por consiguiente, que acostumbrado el soldado a la protección de las fuerzas indígenas, al faltarle su apoyo, desafectas y volviendo tiros a él, se sintiera desamparado y abdicase de su moral, que no ayudaran a levantar ciertamente ni las circunstancias ni el escaso ascendiente puesto en juego por la oficialidad, también decaída en su espíritu.

Así es que si los fáciles avances afortunados, el modo de empleo de las fuerzas pudo responder bien al propósito, en los adversos, en los casos en que las indígenas llegasen a flaquear o fracasar, no había detrás nada que restableciera la situación y contuviera el retroceso, no preparado el espíritu de las tropas nuestras para afrontar el contratiempo en el hábito de su ordinaria inhibición.

Atestaciones comprobantes.- Todo este trasunto de la realidad que abreviadamente se hace necesita su formal atestación con referencia al juicio de los testigos llamados al expediente, y por ello es, a saber:

Coronel Morales.- Dice el coronel del regimiento de Ceriñola, don Ángel Morales Reinoso , al folio 996 vuelto de su declaración, que al ser baja el pasado año anterior en el territorio a causa de su ascenso, pudo apreciar que, si bien la ocupación de las posiciones hasta aquel entonces se hacía con columnas nutridas y dotadas de elementos suficientes, y las posiciones se guarnecían proporcionalmente con los debidos efectivos, al extenderse el territorio casi en doble de lo que antes fuera, forzosamente quedaban débiles todas estas posiciones, toda vez que con las fuerzas que existían se hizo dicha ampliación. El espíritu que animaba a las tropas fue siempre muy elevado, causándole verdadera extrañeza todos los hechos ocurridos, siendo preciso hacer notar que en la mayor parte de las operaciones realizadas las fuerzas del Ejército no tomaban una parte activa, misión que desempeñaban únicamente las de Regulares y Policía, constituyendo este sistema quizá la falta de práctica de combatir, principalmente en esta guerra irregular. Reducido su cometido a guranecer las posiciones, olvidándose del cumplimiento de sus deberes para la guerra, en la confianza de no ser jamás empleadas, ocurriendo desgraciadamente, ante lo inesperado del caso, sucesos como los que hay que lamentar.

Coronel Salcedo.- Dice el coronel del regimiento de Infantería de San Fernando, don Enrique Salcedo , al folio 654 vuelto de su declaración, informando sobre el grado de preparación y eficiencia de su Cuerpo para los servicios de guerra del territorio, que al hacerse cargo del mando del mismo pudo observar y exponer a la Superioridad que lo consideraba bastante deficiente, explicándose esto por muchas causas, entre ellas la falta de instrucción bastante y el apremio y rapidez con que se instruían los contingentes de reclutas, hasta el extremo de que en el año anterior de 1921, los jefes de Cuerpo recibieron orden de que en poco más de un mes (sic) estuviesen los reclutas en disposición de incorporarse a sus columnas y destacamentos, habiéndose considerado en deber del testigo de hacer observar que el Reglamento táctico previene, cuando menos, para el primer periodo, tres meses, y que en dicho primer mes tienen lugar las vacunaciones contra la viruela y las cuatro semanas contra el tifus. Si esto se une el fraccionamiento de los destacamentos de pequeñas unidades con reducido efectivo, con el que tenía que atenderse a los servicios, convoyes, aguadas, etc., etc., se comprende que no quedase núcleo de fuerza para que en los destacamentos y posiciones se cumplimentasen las órdenes que estaban dadas, ni los horarios de instrucción por mañana y tarde para que se completase ésta en lo posible.

Por lo que se refiere al tiro, la instrucción era del todo deficiente, pues a las razones expuestas hay que agregar que los regimientos del territorio recibían contingentes de reclutas de cerca de mil hombres; todos se han instruido en Melilla con un solo y deficiente campo de tiro, por lo cual se asignó a su regimiento, como a todos los demás, un solo día a la semana para tirar; de manera, que como comprendían los peridos de instrucción de reclutas, de ordinario, aproximadamente, dos meses, eran ocho o nueve días los asignados al tiro; pero si en estos días caía una fiesta, llovía (cosa muy frecuente en esa época), les cogía el día de vacuna antitífica o el siguiente, se ha observado que de los días que correspondían a cada Cuerpo siempre se perdían los menos tres o cuatro, quedando sólo cuatro o cinco para hacer ejercicio de tiro, y en esta forma salían los reclutas al campo; donde, no obstante haberse pedido más de una vez, de oficio, que se señalasen campos de tiro o medios para completar esta instrucción, nunca se ha concedido en ninguno de los campamentos y posiciones del territorio; unas veces porque el terreno no lo permitía, y otra por razones políticas, según ha podido comprobar por manifestaciones de los oficiales de la Policía.

El efectivo del Cuerpo estaba muy reducido, puesto que los regimientos de Infantería atendían a todos los servicios y necesidades oficiales, particulares, personales, de construcción y ornato público y de vigilancia de la población, y daban además fuerzas y destinos, así como empleos y oficios de todas clases a la Policía indígena y a las fuerzas regulares; asistentes, ordenanzas y escribientes para la Brigada disciplinaria; oficios de todo género para Ingenieros; telegrafistas, mecánicos; obras del Casino Militar y de la Capilla Castrense; Policía gubernativa y, por último, dispusieron que la compañía de la columna, entre ellas la de Voluntarios, que constituían el núcleo y la base de dichas columnas y de su fuerza combatiente, diese cincuenta soldados por compañía para los trabajos de pistas y carreteras, que quedaban agregados para todos los efectos a las compañías de Ingenieros, a muchos kilómetros de sus jefes y oficiales, que no sabían de ellos ni los veían, obligando al testigo esta falta de efectivo a disolver dos compañías de voluntarios, nutriendo las disueltas con individuos del reemplazo a prorrateo entre las demás compañías, con lo que se mermaba el efectivo de éstas; esta medida no obstante, al salir las compañías del regimiento para Annual el 19 de julio, tuvieron que unirse las dos únicas de voluntarios que restaban para formar con ellas una sola; aún así, con el corto efectivo componente de ochenta fusiles.

Análogas declaraciones hace cuanto al armamento y ametralladoras, que dice se hallaban en el peor estado por su prolongado uso, y si con respecto a material y ganado se consideraba bien dotado, consigna que carecía de carros reglamentarios y de cocina de campaña.

Capitán Araujo.- El capitán ayudante del regimiento de Melilla, Araujo, confirma, al folio 538, con respecto a su Cuerpo, la falta de medios de instrucción, atendido a que las compañías de las posiciones, ninguna completa en la demarcación del regimiento, por tener todas una sección destacada, por el servicio nocturno, protecciones de aguadas, convoyes y correo, no podían dedicarse a la instrucción, que a lo sumo practicaba una escuadra, y que en cuanto a la de tiro, ni dichas compañías destacadas ni las de la columna lo verificaban en absoluto en la circunscripción de referencia.

Teniente coronel Vera.- Dice también a este propósito el teniente coronel Vera, jefe accidental del precitado regimiento, que las tropas del mismo, una vez instruidos los reclutas, marchaban a las posiciones, no pudiendo continuar la instrucción de tiro en el campo por lo diseminadas que se hallaban las posiciones y el servicio que se veían precisadas aquellas a prestar, pues únicamente la columna destacada en Ishafen (trasladada después a Kandussi) disponía de un campo de tiro de malas condiciones al pie del monte Milón, y la fuerza de Batel (situada luego en Cheif), de otro al pie del monte Usuga; pero aclara el capitán Araujo, al folio 545, que las fuerzas de la columna de Kandussi no realizaban el expresado ejercicio, a pesar de la orden general que así lo disponía por mandato expreso de la Comandancia general, que le fue transmitida al testigo como ayudante del Cuerpo, acordándose mandar un croquis del terreno donde habría de efectuarse el ejercicio para estudiarlo o no, según las condiciones del lugar.

Teniente Valmaseda.- Estas condiciones, que eran las generales, pueden explicar la manifestación - folio 1.444 - del teniente Valmaseda, comandante de la sección destacada e el Zaio, de la segunda compañía provisional del regimiento de Ceriñola, que al ser requerida en retirada por el zoco El Arbaa de Arkeman y la Restinga sobre la plaza, ante la amenaza del enemigo que se le echaba encima, si respondía de su tropa, hubo de contestar que podía hacerlo de doce o trece hombres, mas no del resto, alguno de los cuales no sabía ni cargar ...; y no por la modestia de la clase que lo emite debe recusarse el testimonio del cabo de Artillería Antonio Padró , del puesto de Samma - folio 855 -, que dice "había - en el expresado fuerte - una sección escasa del regimiento de Melila, formada con los destinos; por lo que muchos de sus hombres no conocían el manejo del arma, no habían salido nunca al campo, según sus propias manifestaciones, ni hecho práctica de fuego".

Coronel Massayer.- El coronel de la Comandancia de Artillería, Massayer, dice - folio 790 vuelto -, atento a la instrucción de las tropas de su mando, que ésta era la posible, compatible con sus múltiples servicios, singularmente los de parque, que prestaban gente en grado considerable, y compatible también con la falta de escuelas prácticas en el territorio, a pesar de haberlo solicitado repetidas veces a las autoridades, las que se resistían, indicando razones de evitar alarmas y reparos políticos; así, casi siempre se daba el caso de que la primera vez que los artilleros hacían fuego era en acción de guerra. A pesar de todo, en los numerosísimos casos en que las baterías de las posiciones hicieron fuego, dice, lo hicieron bien y acertadamente, lo cual no es de extrañar, ya que con harta frecuencia se solía hacer fuego a grandes distancias y con hostilidad muy débil, y que este fuego podía considerarse como una escuela práctica o un ejercicio preparatorio.

Continente de las tropas.-

Teniente coronel Fernández Tamarit.- En otro orden de consideraciones, expone el teniente coronel Fernández Tamarit - folio 1.200 vuelto - que el espíritu de las tropas peninsulares podría ser excelente; pero su preparación para el combate, en las de Infantería al menos, era deficientísima. Desde el año 19 los soldados españoles asistían a las operaciones en calidad de espectadores, y aun, según sus noticias, ya ocurría antes lo propio. Con ello, el moro enemigo tenía triste idea de la tropas españolas, que no saban medirse con él; las fuerzas indígenas auxiliares, el propio desfavorable concepto de los que se limitaban a ver cómo se combatía, y los soldados nuestros, la idea de que Regulares y Policía eran la fuerza escogida e invencible; nada de particular tiene, pues, que en el momento en que estas fuerzas sufrieran quebranto, las demás tuvieran ya la moral perdida. La pérdida de Abarrán, añade, produjo una profunda impresión deprimente en nuestros soldados; el combate del 16 de junio acentuó esta depresión, porque en él, aparte de las bajas sufridas, la Policía retrocedió en desorden.

Los sucesos posteriores acaecidos en los convoyes a Igueriben y el presenciar a cuatro kilómetros de Annual, con el Comandante general presente y acumulando allí todas las fuerzas disponibles, el trágico fin y sacrificio de aquella guarnición; la impotencia para socorrerla, precisamente por la merecida reputación de bravura del Comandante general, concluyeron con la moral de las fuerzas que en Annual había, y que hasta entonces habían combatido serena y valerosamente.

Teniente coronel Vera.- Y, por su parte, confirma el teniente coronel Vera, antes citado - folio 893 -, al juzgar las causas determinantes de la falta de vigor desplegado por la tropas, que de manera general cree se debe a la rapidez con que se sucedieron los acontecimientos en Annual, a las infructuosas tentativas del convoy a Igueriben y al fracaso de Abarrán, asó como a la no intervención de las fuerzas peninsulares, como sistema, en la anguardia de las columnas, siempre que se emprendía algún movimiento de avance; relegándola a servir de escolta a las fuerzas indígenas, obligándolas a permanecer constantemente tras los parapetos desde la puesta de sol, no permitiéndole nunca practicar el servicio de emboscada no ningún otro nocturno, lo cual, a su juicio, deprimía el espíritu de las mismas.

Teniente coronel Núñez del Prado.- De igual modo reconoce el teniente coronel de Regulares Núñez del Prado - folio 397 - que el decaimiento de la moral de las tropas ha podido reconocer por causa la inmovilización en posiciones aisladas, algunas de ellas sin enlace ni medios materiales de subsistir, y la escasa intervención en los combates, determinando la falta de entrenamiento y su falta de vigor en consecuencia de las órdenes que tenían los jefes de columnas de evitar a todo trance bajas peninsulares. Por contra, reconoce que el empleo excesivo de las fuerzas indígenas ha podido producir alguna vez su agotamiento por cansancio y desgaste.

Coronel Riquelme.- Asímismo, el coronel Riquelme, exponiendo su juicio acerca de las circunstacias que influyeran de manera tan desfavorable, como general en la moral y firmeza de las tropas, con las consecuencias lamentables de ellos derivadas, dice, al folio 1.782, que han concurrido, a su parecer, en su desastroso decaimiento el constituir la fuerza de las columnas y las guarniciones de las posiciones en gran parte con reclutas dados de alta a últimos de mayo del pasado año, faltos de toda preparación; el estar poco habituados a combatir el resto de las tropas veteranas; pues si bien tomaban parte en las operaciones de avance, lo hacían siempre a gran distancia de las fuerzas indígenas, únicas fuerzas de choque empleadas, con lo que el espíritu de las peninsulares y su moral dejaban mucho que desear, como asimismo el concepto que el elemento indígena tenía de ellas, no viéndolas combatir, reducidas siempre a segunda línea, con gran quebranto del prestigio de nuestras armas, consideración esta última tan generalizada en el juicio de los testigos, que sería prolijo seguir su enumeración.

Fuerzas regulares indígenas.- Por lo que respecta a las fuerzas indígenas, sea efecto del natural desgaste de su continuada y activa intervención en las operaciones, sea cansancio en ellas, producido a tenor de los que anteriormente consigna su jefe, o el resultado de la propaganda rebelde de que sean objeto, el hecho es que llegaron a desmerecer de su confianza - folio 832 -, que luego vinieron a justificar los hechos; pues, como dice el teniente de Artillería Gómez López a este propósito, al salir de Melilla para Dríus con su batería reforzada - la pérdida de Abarrán -, llevaban cierta preocupación por haber sido testigos de la caída de esta posición, debida a la falta de auxilio, y del ataque a Sidi Dris, donde tampoco se mandara; en la cual escasa confianza en las precitadas fuerzas indígenas se les achacaba la culpa de la pérdida de Abarrán por no haberse sostenido allí.

Dice el antedicho jefe de ellas el teniente coronel Núñez de Prado , al folio 392 vuelto, que su tropa, salvo excepciones propias y características del modo de ser de los indígenas, se han comportado bien, siendo una de las pocas fuerzas que llegaron organizadas a sus alojamientos, habiendo conservado todo su armamento y salvando todo el tren de ametralladoras, llegó a la plaza; agregando más adelante - folio 398 - que hubieron de batirse bien, como lo prueba el gran número de bajas, cerca de 300, que tuvieron en los combates de las inmediaciones de Annual desde el día 17 hasta el 22, efectuando su retirada organizadamente. Cierto que los Regulares, luego de participar con varia suerte y tesón en los combates en torno a Annual, efectuaron la retirada en mano de sus oficiales, llegando hasta sus acantonamientos; pero tampoco lo es menos que, envueltos en el ambiente de sedición del país, desertaron tan luego como se encontraron como se encontraron cerca de sus hogares, no acudiendo la Infantería de Nador a la lista para que, luego de recogerle el armamento, cual costumbre, se le citara en la tarde del 23 de julio, y haciendo abierta defección la Caballería en Zeluán el 24, con armas y caballos - folios 1.754 y 1.921 -, y aun volviendo armas contra la Alcazaba - folio 398 -, como habrá ocasión de referir en su lugar, aunque pudiera influir en su espíritu -folio 393 - la necesidad de defender a sus familas, repartidas en distintas cabilas, ante la sublevación del territorio.

Policía.- En cuanto a la Policía, hay que distinguir su participación militante en los sucesos y como institución de seguridad del país.

Desde el primer punto de vista, por las mismas causas atribuidas a los Regulares, efecto de su inadecuado empleo como fuerzas armadas, de choque, sufrió en mayor escala el quebranto de su moral y de su firmeza, siendo unánimes y numerosas las manifestaciones recogidas en el expediente en cuanto a sus actos de deserción y desleal proceder, haciendo causa común inmediata con el enemigo, volviendo descaradamente sus armas contra nuestras tropas y tomando parte en las depredaciones y atropellos cometidos en el territorio, como en el curso de este resumen habrá ocasión de consignar. Y en cuanto al empleo sistemático en primera línea de estas tropas, fuerza es reconocer, de acuerdo con lo que expone entre otros el coronel de Infantería Riquelme - folio 1.780 vuelto -, que tal cometido, apartándola de sus particulares funciones en las cabilas, determinó el abandono de su misión inspectora y de gobierno cerca de ellas, y de estar al tanto de la sorda propaganda sediciosa que venía haciéndose en el país; y el teniente coronel Núñez de Prado ratifica al folio 394 vuelto, que la Policía, abandonando frecuentemente sus cabilas para atender a las misiones combatientes que se le encomendaban, tenía que perder el contacto con la gente del país y su labor política; no siendo apropiadas por lo demás dichas fuerzas para aquella misión eminentemente marcial que se les daba. Bajo otro aspecto, dice que no existía el justo acuerdo entre el mando de la Comandancia general y el de la Policía, según pudo apreciar por las quejas del general en esta sentido.

Corroborándolas y abundando en las anteriores opiniones, dice el capitán de estas tropas Fortea - folio 484 -, que otras de las causas a que él atribuye el desastre ha sido, a su juicio, el emplear la Policía como fuerza combatiente, apartándola de su territorio, donde, perdido el contacto con la población, quedaba interrumpida la labor política.

La acción particular de las expresadas fuerzas será deducida del curso de este resumen, pues que en este lugar sólo se refleja el concepto abstracto de su intervención; si bien sea del caso mencionar que, como quiera que de la actuación del Juzgado no haya sido posible adquirir antecedentes concretos de la suerte que corrieran la mayor parte de los puestos que mantenía la Policía en el territorio, en los hechos aislados de su desempeño, en la idea de que por la Subinspección de las tropas y Asuntos Indígenas, de que eran dependientes, hubiese podido ser completada dicha información por sus medios directos a dicha oficina, hubo de dirigirse al Juzgado en demanda de datos, sin que por el deficiente informe que ha remitido y se inserta al folio 1.815, se aclaren y vengan en conocimiento de los términos de la caída, abandono su ocupación de los referidos puestos, viéndose, por tanto, reducido a consignar los datos que le ha sido dado recoger por sí.

La Policía como instrumento de Gobierno.- Juzgando el comportamiento de la Policía como institución de Gobierno, dice el coronel Riquelme, al mismo folio antes citado, que ha podido también contribuir a la hostilidad de las cabilas el descontento de la gestión, falta de preparación de noveles oficiales encargados de la administración y régimen de ellas, circunstancias que influirían en gentes de tan diferente mentalidad y psicología de la nuestra; aparte de los abusos y atropellos que forzosamente habrán de haber ocurrido por falta de dicha preparación y el no tener los indígenas medios de exteriorizar sus quejas o disgustos ante autoridad superior al capitán de la mía; estado de opinión que, según manifiesta, se le hizo presente en terreno amistoso por algunos indígenas, y que, por su parte, se apresuró a transmitir al Comandante general y al jefe de la Oficina indígena; pues, como declara más adelante - folio 1.788 vuelto -, obedecieron dichas manifestaciones a las extensas atribuciones que se concedieron a dichos capitanes, contrariamente a lo que venían haciéndose antes, mantenidas sus facultades en prudenciales límites; pues las cortapisas que se pusieron a los naturales para recurrir en queja a la Superioridad cuando se considerasen agraviados, que habían de hacer necesariamente con la autorización del capitán de la mía, contra que muchas veces era la queja, les cohibía en su libertad de acción.

Insistió en este particular punto de vista, dice también el teniente coronel Fernández Tamarit - folio 1.204 - que tal vez hayan podido producir irritación en los naturales hechos realizados por agentes de Policía que, contando con excelentes elementos, tenía oficiales desconocedores del idioma y costumbres indígenas y además poco expertos en su calidad de oficiales noveles, aunque dignos y animosos, pero incapacitados para realizar misión a ella confiada, tan difícil como la de administrar justicia, a que se veían obligados en los destacamentos aislados o en su cabecera, en ausencia de otros oficiales por permisos, enfermedades u otras causas.

Es público y notorio, agrega, que en determinadas cabilas hubo manifestaciones de disgusto por actos realizados por el capitán Pomes, hoy retirado, y como cualquier falta cometida por oficiales que desempeñan esta difícil misión tiene mayor relieve y consecuencia, obliga esto a que los oficiales que hayan de desempeñarla se escojan con todo género de cuidado. Bajo la cual recomendación, y por le hecho de aludir a un oficial ya separado de su función por causas notorias, se deja comprender la existencia de abusos de parte de dichos administradores del territorio, que la discreción del testigo le hace reservar; que corren válidos que son del común dominio de la opinión, pero que al Juzgado no le sido dado recoger por no haber contado con la existencia de testigos que, en su rectitud de juicio, los denunciaron para satisfacción de la vindicta pública y en propio prestigio de la institución. Sólo por medios indirectos ha podido corroborar su juicio en dicho sentido.

Implantación del Protectorado en la Zona.- A este respecto, apunta muy discretamente el coronel Riquelme, folio 1.787 vuelto -, y que por razón de su conocimiento del territorio se consideran autorizadas sus apreciaciones, que otra de las causas a que atribuya la poca eficacia de nuestra acción en el territorio reside en no haber implantado de tiempo el régimen efectivo del Protectorado en las cabilas de retaguardia con funciones y autoridades indígenas que dieran al país marroquí la sensación de nuestras favorables disposiciones a su establecimiento.

Por el contrario, el gobierno y administración de las cabilas sometidas continuó entregado de un modo directo y efectivo a nuestras Oficinas indígenas, no siempre regentadas por oficiales expertos y realmente capacitados para misión tan delicada y difícil, que forzosamente tenían que cometer errores, cuando abusos en el ejercicio de sus cargos, reiteración e insistente afirmación que pregonan su comisión, ocasionando hondas repercusiones en algunas cabilas y cierto malestar latente e espera de exteriorización al menor quebranto de nuestras armas. Y agrega, precavidamente, que es muy posible que habiendo estado el Gobierno en manos del personal indígena afecto a España, aunque fiscalizado hábilmente por nuestras oficinas territoriales, no hubieran creado rencores a nuestra nación las decisiones de tales ministrantes, aún cuando hubieran sido injustas, y en cambio, nuestro papel de mediadores hubiera sido más grato a la población indígena; sentido en el cual manifiesta haber informado al Mando en las ocasiones que mereció ser consultado su parecer, y hasta hubo de explanar las líneas generales para la implantación del Protectorado en la zona oriental, informando de la necesidad apremiante que preveía de llegar a él, si había de consolidarse la ocupación del territorio, presintiendo complicaciones contingentes, de otro modo, en el desarrollo de nuestras acciones futuras. Termina diciendo que no se creería llegada la oportunidad de adoptar dicho partido, cuando no se realizó la reforma y se continuó, por el contrario, con el régimen y administración directo, ejercido por personal falto de preparación, en la mayor parte de los casos; elementos con lo cuales mal se podía contrarrestar la intensa propaganda que los rebeldes realizaban en las cabilas sometidas y hasta en las fuerzas indígenas, en las que existía un terreno abonado por efecto de las mismas causas enumeradas.

Juicios sobre la actuación de la Policía.- Confirmando la acción subrepticia que se ejercía en las cabilas sometidas, dice el padre Alfonso Rey , superior de la Misión católica de Padres Franciscanos de Nador - folio 403 -, que mes y medio antes de los sucesos corrían entre los indígenas rumeores de un próximo levantamiento, habiendo oído decir el testigo, reservadamente, que se habían impuesto una contribución de cien duros a cada jefe de cabila, entre otros, los de Segangan y San Juan de las Minas, sin poder precisar la razón de esta imposición, y después de referir otros síntomas, que delataban la agitación del territorio, contestando a pregunta de este Juzgado, atento al punto de examen, dice - folio 405 - que la Policía estaba algo abandonada, dejando bastante que desear en la relación de los jefes con los policías, así en lo referente al trato, como al abono de sus devengos; que la relación con la población mora era mejor, aunque había algún caso de maltrato a los naturales por los oficiales de la mía y de abusar éstos de las mujeres indígenas, así como de no administrar rectamente la justicia que les estaba encomendada en las cuestiones indígenas, que solían resolver con parcialidad; considerando que estos abusos no ocurrían con las fuerzas de Regulares, que estaban más disciplinadas y con mejor espíritu.

En atestado de folio 1.584, asevera el teniente de Policía Rucova que al ser herido en Izem Lasen, su asistente y el ordenanza moro le condujeron a la casa de Amar Haddamar, diciéndole "no temiese mucho, por haberles tratado siempre bien y no tener líos con las mujeres de la cabila".

El paisano Verdú, vecino del poblado de Arruí, declara, al folio 1.719 vuelto, que la Policía ejercía autoridad abusiva en el territorio, incluso tomando artículos de consumo en los comercios, que no pagaba, a veces, y, sobre todo, le sorprendía al testigo el derroche inusitado de municiones que hacían sus individuos con cualquiera ocasión de fiesta y aun respondiendo simplemente en el campo al canto de las segadoras, oues se les dejaba las armas al ir a sus poblados y cabilas con permiso, sin pedirles cuenta del gasto de municiones; cosa que el testigo extrañaba mucho por haber observado en su larga permanencia en Argelia que a los majzenes o policías sólo se les dejaba llevar armas para actos de servicio. Manifiesta que hizo sus observaciones a los oficiales que conocía, que le dijeron que eran costumbres inveteradas que ellos, por su parte, no podían remediar. En los zocos, los policías registraban a las mujeres indígenas, con gran escándalo de los moros, por romper esto contra sus costumbres. En la imposición de multas estima que se cometían extralimitaciones, aduciendo el caso concreto de un moro empleado suyo; habiendo observado siempre el temor del moro a la Policía por sus extralimitaciones, particularizando que algunos oficiales de mías se han distinguido por su celo e integridad, siendo bienquisto por los europeos e indígenas - de donde, en contraposición, se debe deducir que otros lo fueran -. Entiende que los abusos que se han cometido con las moran han sido provocados, generalmente, por la miseria reinante entre los naturales, que hacían prostituirse a las mujeres. Significa, por último, la nota desfavorable que tenía en el poblado por su codicia el sargento policía Yemani, que entiende se ha hecho rico abusivamente con unos y con otros, y que hoy es de los desertados, con el fruto de sus rapiñas, a pesar de sus protestas de amistad a España.

El paisano Landaluce, que, indistintamente, residía en Batel, Arruí y Zeluán, por razón de sus negocios, dice, al folio 1.716, que en la Policía había oficiales dignos y correctos por completo; pero que otros no guardaban la misma conducta en su trato, ni en la rectitud de su proceder, usando formas inconvenientes con los moros y con los europeos, habiendo llegado a oidos del testigo algunas lamentaciones referentes a la imposición de multas a los indígenas, en ocasiones, desconsideradas. Este proceder se observaba principalmente en el general Carrasco - muerto en Zeluán -, que era malquisto de todos; mientras que otros, como el teniente Fernández, disfrutaban por su conducta del aprecio general, habiéndosele ofrecido, poco antes de los sucesos, un banquete en Zeluán, en testimonio de gratitud por su acertada actuación.

El oficial segundo de Telégrafos Llinás, con destino en la estación de dicho poblado, al folio 1.601 vuelto, confirma el buen concepto que al poblado merecía el susodicho teniente Fernández; pero que tiene entendido que no en todos los lugares del territorio reinaba la misma cordialidad de relaciones entre moradores, europeos e indígenas y oficiales de la Policía, sin poder hacer afirmaciones más concretas.

Fray José Antona , fraile franciscano de la Misión establecida en Nador, dice, al folio 489 vuelto, que pudo observar una gran desmoralización, una familiaridad inconveniente por parte de la oficialidad con los naturales; abusos por la misma de las mujeres indígenas, cosa de los moros sufren gran agravio; depravaciones, imposición de contribuciones injustas y otros sucesos semejantes, y que la administración de las unidades entendía que era buena.

El paisano Falcó, vecino de Nador, dice al folio 1.735, entre otros particulares menos atinentes al caso, que estima que el principal motivo de la catástrofe del territorio es imputable a la Policía, por falta de información y defectos en el gobierno de europeos e indígenas y por la amplitud de facultades que tenía concedidas, y que sus jefes aplicaban con criterio personal y arbitrario; aduciendo en queja de su intervención ciertas diferencias en asuntos de orden privado del testigo, que dice haberle originado perjuicios con la morosidad de la gestión administrativa en materia de una compra de tierras concertada con un moro, y la falta de reintegro de un préstamo hecho al capitán de la Policía local para atender complementariamente a las obras de construcción de un zoco hecho en Nador por suscripción entre el vecindario, y aun la ocupación, con dicho objeto, de alguna piedra que el interesado tenía acopiada para una obra particular; de los cuales extremos se ha deducido el testimonio pertinente que ha sido dirigido al General en jefe del Ejército, según diligencia del folio 1.914.

Administración interior de las tropas de Policía.- El capitán Fortea, de la 13° mía de Policía, al folio 468, dice que al encargarse del mando de ella en el mes de junio último le dijeron que el capitán anterior, Huelva, llevaba en su maleta la documentación de la unidad, y en su cartera, los fondos de la misma, y que ambas cosas se habían perdido en Abarrán, donde aquél fue muerto; que preguntó a los policías por las reclamaciones que tuvieran que hacer, formulando, en consecuencia, numerosas sobre haberes y vestuarios, por existir algunos que tenían pendientes de cobro quincenas de enero y estar una mitad de ellos descalzos y con las ropas viejas. Formada una relación de estas reclamaciones, se atendió a ellas con los fondos que facilitó el coronel jefe de las tropas; lo que puso término a la anormal situación de la mía, que en 9 de junio quedó regularizada del todo.

Informa asimismo este capitán en materia de permisos que fuera costumbre o regla conceder, manifestando se daban a un cuarto o un quinto de la fuerza, para que, devengando haber, marcharse cuatro o cinco días a sus casas, llevándose un turno para estas concesiones, pudiendo los montados llevar su caballo, cuyo pienso se les daba.

Acerca de la imposición de multas a los askaris, expone que era el castigo más eficaz, dada la condición avarienta del moro, no habiéndolas impuesto el testigo superiores a diez pesetas por las faltas de retraso en la incorporación después de los permisos disfrutados, la falta de cartuchos, por la que llegó a imponer, en algunos casos, hasta cinco pesetas por cartucho perdido, como atención muy interesante. De estas multas se hacía anotación en las listas de pagos y abonos a caja al liquidar mensualmente. En cuanto a las multas a las cabilas, tenía el capitán facultades para imponerlas hasta 25 pesetas, dand cuenta a sus jefes, y de esta cantidad en adelante, requería la aprobación del jefe, al que se daba cuenta de la falta y se proponía la cuantía de la multa. Las faltas que la motivaban eran de orden interior de la cabila, como riñas, desavenencias o no concurrir a una citación del jefe de "mía", etc., de las cuales multas se daba siempre recibo a los interesados.

Es de suponer que esta administración fuese llevaba con la escrupulosidad y vigor que su índole demandaba.

Conducta de la oficialidad.- Al analizar serenamente los hechos objeto de esta investigación a la luz del comportamiento observado por las tropas, en su conjunto, en los pasados lamentables sucesos del territorio, recapacitando sobre los mismos, recogiendo impresiones de los testigos y alusiones más o menos veladas o francos reproches vertidos en el curso de las declaraciones, sensible es, pero debido confesar que se derivan graves cargos contra la oficialidad y que, en general, su conducta no ha respondido a lo que de ella debía esperarse en la crisis suprema de aquellas circunstancias, sin que esto quiera decir que no se hayan registrado actos aislados de abnegado proceder, aun cuando estas manifestaciones, en casos llevadas al sacrificio, no hayan bastado a impedir la consumación de la catástrofe por omisión del conjunto.

Causas determinantes de su actuación.- En trance de buscar explicación a este decaimiento de su moral, a esta quiebra de su honrosa tradición, expone a este propósito el teniente coronel de Regulares, Nuñez del Prado - folio 392 -, que si bien el espíritu de su oficialidad era bueno, por ser los destinos de dichas fuerzas por elección y estar penetrados sus adeptos de que su misión era la de ir en vanguardia, nunca era la afección como cuando existían recompensas, cuya falta de estímulo ha podido apreciar el testigo, por haber servido con anterioridad en las fuerzas de referencia; no obteniendo tampoco de la opinión, así civil como militar, tanto en el territorio como en la metrópoli, aquella satisfacción íntima de que les reconocieran el sacrificio que por su parte hacían, puesto que eran fuerzas de primera línea, mientras que las demás del territorio se mantenían en la mayoría de las veces a distancia en la línea de fuego, sin intervención más que en casos muy contados: decadencia - folio 398 vuelto - que con carácter general la observaba y puede que con mayor intensidad en los Cuerpos, en que no se hace selección de personal, cada vez más difícil por falta de aspirantes idóneos, pues se prefieren en general los muchos destinos sedentarios y sin riesgo ni grandes molestias que existen.

Falta, pues, la oficialidad del estímulo de la recompensa, como de ideales, que impulsaban a los más audaces, la generalidad se atuvo a la comodidad de los destinos sedentarios, puesto que disfrutaba en ellos de análogas subvenciones que en los activos. No ofrecía, por tanto, aliciente el territorio sino por los sobrecargados de atenciones familiares a quienes atraía el beneficio de la gratificación de residencia y otras ventajas locales, o para aquellos otros a quienes movía la indulgencia, muy generalizada, que amparaba la administración poco escrupulosa de las unidades con sus irregulares provechos.

A otros, en fin, el incentivo de dedicarse a negocios o ejercer profesiones lucrativas con distracción de sus deberes primordiales, que dio motivo a la Real orden de 12 de febrero de 1917 - folio 477 -, dirigida a remediar este estado de cosas y a las prevenciones para su cumplimiento en el territorio, dictadas por la Comandancia general en 28 del mismo y que parece no hayan surtido los efectos apetecidos, en prestigio del Ejército, a juzgar por las denuncias anónimas que en este sentido ha recibido este Juzgado y de que, por razón de su origen, no cree deber hacerse cargo.

Claro es que todo esto se ha de entender bajo un concepto general, pues oficiales hay que habrán ido al territorio por turno forzoso de destino y otros por decidida vocación, ya que puede guiarles otro interés que el de seguir sus honrosas ficciones.

Inmoralidades administrativas.- Que en la administración interior existían faltas y atrasos lo acreditan en su caso la declaración del propio teniente coronel Núñez del Prado - folio 393 vuelto -, en el sentido de que las deficiencias que respecto a este extremo hubo en su unidad fueron corregidas oportunamente, poniendo a sus autores las correspondientes notas, "no obstante el ambiente de indiferencia con que, en general, se apreciaban en el territorio estas hechos".

El coronel Salcedo, de San Fernando, dice, al folio 657, que, al hacerse cargo el declarante del mando, a fines del mes de enero del pasado año pudo observar pequeñas deficiencias y retrasos que corrigió con la mayor energía, mereciendo sus determinaciones la aprobación de la Superioridad; y del capitán Fortea, consignadas quedan sus explícitas manifestaciones.

Mas no era la norma acostumbrada usar de este temperamento en la benignidad con que se juzgaban, no tomándose determinaciones ostensibles sino en casos graves y muy extremos. Así se concibe que, preguntando este Juzgado sistemáticamente a todos los jefes principales sobre el comportamiento de la oficialidad en este orden, con rara excepción han depuesto que no se ha instruido en sus Cuerpos procedimiento alguno por malversación, desfalco, distracción de caudales o atrasos en el pago o liquidación de haberes, ni formándose tribunal de honor por hechos que afectan a la moral militar, siendo así que ha lugar a saber de separaciones del servicio a título de retiro o licencia absoluta, aunque instrigadas por dichas causas, como de ellas se hacen eco en sus declaraciones el coronel del regimiento de África y el del mixto de Artillería.

Pedido informe al Comandante general del territorio sobre estos extremos, en comunicación de 2 de sptiembre - folio 524 -, manifiesta que, ocupada de lleno su atención en el breve tiempo que se hallaba desempeñando el cargo, con la marcha de las operaciones militares y reorganización y circunstancias de la antigua guarnición del territorio, no había llegado, por consiguiente, a su conocimiento de un modo concreto otro estado de conducta de ella que el puramente oficial, sin que por su índole requiriera la substanciación de procedimientos de la naturaleza inquirida; que sólo había recogido rumores del mal efecto que producía la tolerancia del juego y los disgustos de él derivados, originando éstos las peticiones de separación del Ejército de algunos oficiales.

En atención a lo que se deja expresado, este Juzgado, insistiendo en su gestión, en comunicación de 15 de octubre - folio 1.348 vuelto - interesó de la expresada autoridad la remisión, con referencia a los antecedentes obrantes en la Fiscalía jurídico militar, de relación de todos los procedimientos incoados contra jefes y oficiales desde 1° de enero de 1920 a 31 de julio de 1921, por delitos o faltas contra la propiedad y el honor militar, indebido empleo o apropiación de caudales y otras de índole semejante, remitiendo en este sentido el estado que se une al folio 1.532, bastante parco por cierto en su contenido, para lo que era voz popular en el territorio.

Resumen de la actuación.- La poca escrupulosidad en la administración, la facilidad de las costumbres, disimuladas con la mayor indulgencia, como el ambiente local consentía; el aflojamiento de los resortes de la disciplina, por tan diversos modos relajada, y la negligencia determinada en los servicios y deberes profesionales, contribuyeron al estado de la oficialidad, que, denotando en general escaso espíritu en la grave crisis que hubo de arrostrar, no supo, o no pudo, sobreponerse a los sucesos en el cúmulo de circunstancias adversas que las corruptelas, los errores, los defectos de organización acarrearon en todos los órdenes del territorio, como de las declaraciones podrá deducirse, o juzgando, en otro caso, por las consecuencias tangibles de los hechos que se analizan.

Los graves cargos que contra ella se formulen o deriven en el curso de las declaraciones, serán resumidos en el lugar correspondiente de la relación, a fin de que conserven la impresión del momento en que los hechos de su referencia se produjeran.

En resumen: cabe decir que ya que la tropa, quebrantada su moral, deprimido el espíritu y extenuada por la fatiga y por las privaciones, la sed y el calor abrasador de aquellos días abrumadores de julio, se mostrase desalentada e incapaz de rehacer su ánimo, es lo cierto que la oficialidad, no sobreponiéndose por honor a tales contratiempos, arrastrada por el común desmayo, no ha procurado levantar su moral y cobrar el necesario ascendiente sobre su tropa para reducirla a su deber en los momentos decisivos en que le iba su propia salvación y existencia; pues es constante que en contados casos en que una voluntad decidida se ha impuesto, aquella ha respondido en la medida que lo angustioso de la situación consintiera. Algunos hechos de esta naturaleza se han registrado, tanto más de estimar y de revelar su mérito en la adversidad de los destinos de dicho ejército, por cuanto el sacrificio hecho no podía contribuir a salvar la situación, mas sí respondía a los dictados del deber y del honor.

Contrasentido de su resumida acción.- Contrasta con la escasa fortaleza, en general demostrada, y que como resultante de tantas abdicaciones determinó el derrumbamiento instantáneo del territorio, presa del pánico, cuales quiera que fueran los motivos que le prepararan, y sorprende a la vez el ánimo, por el contrasentido que envuelve, el excesivo aprecio que se hace por parte de cierta oficialidad, y aún de clases, del propio mérito en el cumplimiento de los deberes que la Ordenanza impone de suyo elementales, al considerar la inaudita repetición con que estimándose por los interesados haber hecho "acción de señalada conducta o valor en las funciones de guerra", de que habla el artículo 17 de las Ordenes generales para oficiales, y cuya apreciación comete aquel texto al jefe inmediato y testigo de la acón, con acertadas prevenciones, a fin de que "los militares de cualquier clase no aleguen por servicio distinguido el regular desempeño de su obligación", sorprende, se repite, la insistencia con que se producen peticiones de apertura de juicios contradictorios para optar a la cruz de San Fernando, denunciando ello la desmoralización del sentimiento del deber por la sola satisfacción íntima y persuasiva de cumplirlo; pues si tanto creen haberse comportado tan esforzadamente, no se comprende entonces la consumación de la catástrofe en las condiciones que los hechos relatan.