Durante el gobierno del general Luis de las Casas, iniciado en 1790, se advirtieron en Cuba los primeros movimientos favorables a la independencia. En la residencia del propio general se reunían los hombres más destacados de entonces, miembros de la Sociedad Patriótica de Amigos del País, y sus ideas liberales iban preparando el ambiente.

Tras la proclamación de Fernado VII como rey de España tras el motín de Aranjuez, el Intendente de Cuba, don Luis Viguri, fue apartado de su cargo y traido de regreso a la península; nada más llegar a Madrid el pueblo le arrastró por las calles por ser partidario del odiado Godoy. Fue reemplazado en Cuba por don Juan Aguila de Amat, quien llegó a la isla con la noticia de la guerra que el pueblo español había comenzado contra el francés, y con la no menos importante de que las Cortes se iban a reunir en nombre del rey. La noticia fue recibida con alborozo; se hicieron numerosas suscripciones de dinero que fueron enviadas al gobierno provisional en la península, así como obsequios y donativos de azúcar, tabaco y otros productos del país, para que fueran repartidas en el Ejército. Con objeto de impedir linchamientos contra los súbditos franceses residentes en la isla, se organizaron compañías de urbanos, formadas por gente de arraigo y riqueza de los lugares donde se levantaron estas compañías.

En Puerto Príncipe se distinguieron por su apoyo al rey las ilustres familias de don Pablo A. Betancourt, don José Antonio Agüero, don Hilario Socarrás, don Juan Antonio Loinaz, don Bartolomé Varona y don Francisco Fermín de Miranda, quienes años más tarde militarían ellos mismos o sus descendientes en las filas independentistas como enemigos declarados de España.

Aunque la invasión de España por el ejército francés en 1808 tuvo poca repercusión en la isla, propició que las ideas reformistas para las provincias de Ultramar fueran presentadas en las Cortes de Cádiz y discutidas en público. En mayo de 1809 el capitán de fragata Ramón Power Giralt, natural de Puerto Rico y que había destacado en la derrota de la armada francesa en su intento de apoderarse de Santo Domingo en 1808, fue elegido por los cinco cabildos de esta isla como su representante en la Junta Suprema Gobernativa del Reino y, posteriormente, en abril de 1810 para representarles en las Cortes de Cádiz, donde actuó como primer vicepresidente. De ideas liberales y firme defensor de Puerto Rico, Power Giralt calificó de injusta la política seguida por el gobierno en las provincias americanas, añadiendo que de no hacer reformas habría complicaciones en el futuro:

     ”No nos engañemos, señor; este es el único arbitrio sólido y eficaz para tranquilizar las Américas; este es el único lazo para estrechar los afectos recíprocos de la unión a que aspiramos. Si por desgracia no adoptamos esta prudente y equitativa medida, temo mucho que antes de conseguirse tan altos fines, se alejen más de nuestros deseos, y hago votos por que no se realicen los temores que abrigo, respecto al porvenir de las provincias ultramarinas, cuya prosperidad y la del pueblo español todo deseo ardientemente."

El 15 de septiembre de 1808 el virrey de Méjico, don José de Iturrigaray y Aróstegui, fue depuesto por negarse a aceptar la autoridad de la Junta de Sevilla. El 25 de mayo de 1810 una Junta Provisional de gobierno depuso al virrey del Río de la Plata, Baltasar Higalgo de Cisneros, y se negó a reconocer la autoridad del Consejo de Regencia de España e Indias. El 19 de abril de 1810 el capitán general de Venezuela, mariscal de campo don Vicente Emparán, renunció a su cargo y tomó el poder una Junta Suprema de Caracas. Estos movimientos iniciaron la emnacipación de los territorios virreinales españoles en sudamérica. A pesar de ello, la isla de Cuba se mantuvo fiel a España, reconoció su gobierno y su rey.

El patriotismo español en la isla de Cuba era tal en aquellos años, que cuando un joven mejicano llamado Manuel Rodríguez Alemán y Peña desembarcó en la Habana el 18 de julio de 1810 del bergantín "San Antonio", procedente de Nápoles, unos papeles del rey José Bonaparte en los que éste instaba a las autoridades civiles, militares y eclesiásticas de los virreinatosespañols e islas del Caribe para que le reconocieran como soberano, fue prendido, juzgado, condenado a muerte y ahorcado apenas doce días después, el 30 de julio. Su muerte no fue sentida por nadie, pues nadie se interesó por la causa.

Al conocerse en la isla el favorable resultado de la batalla de Vitoria, librada el 21 de junio de 1813, hubo fiestas y celebraciones públicas. En las de Puerto Príncipe destacó Francisco Fermín de Miranda, quien corrió por las calles disfrazado de rey y coronado de botellas, aludiendo y ridiculizando al rey José Bonaparte, Pepe Botellas.

Sin embargo, y a pesar de que de concedieron a Ultramar algunas de las reformas que se aprobaron en la península, como, por ejemplo, la libertad de prensa, para favorecer los intereses de los comerciantes de Cádiz, el gobierno en España implantó unos aranceles que anularon la libertad de comercio de la que disfrutaba Cuba por concesión real desde antiguo. Con el paso del tiempo estas medidas indispusieron con el gobierno a las familias de Puerto Príncipe, Matanzas, Trinidad, Santiago de Cuba y Bayamo.

En 1815, tras la llegada al trono de Fernando VII y la derogación del régimen constitucional, un tal Alejandro Ramírez, de ideas liberales y vallisoletano de nacimiento, fue nombrado Intendente de Hacienda de Cuba. Ya había ejercicio este mismo cargo en Puerto Rico el año anterior, logrando aumentar las rentas oficiales, cubrir gastos y enviar dinero a España gracias a dos medidas: apertura del comercio a los extranjeros y reducción del complejo sistema contributivo a un solo impuesto. Llegó a la isla tras ser depurado en un juicio por ser sospechoso de liberal, e implantó en ella un espíritu de reformas administrativas y económicas, de forma que Cuba dejó de recibir dinero de la península y pasó a ser autónoma, sembrando con ello las semillas de una próxima prosperidad.

En 1820 las ideas reformistas de Ramírez fueron secundadas en lo político por don J.C. Vidaurre, magistrado de la Audiencia de Puerto Príncipe, quien propagó por la isla sus ideas separatistas; no envano era natural de Guayaquil y fue uno de los que más trabajó por la independencia del Ecuador del reino de España. Vidaure escribió que

    "la monarquía depende del pacto tácito o manifiesto con los individuos que la componen [...] un pueblo entero que toma las armas para defender sus derechos violados, no puede llamarse rebelde [...] la naturaleza no crió reyes [...] de él (de rey Fernando VII) dependía una reconciliación perfecta; que sucediera a las promesas las obras y la fraternidad sería efectiva y verdadera".

Sus ideas fueron favorablemente acogidas por don Gaspar Betancourt Cisneros alias "El Lugareño", escritor y periodista de la ilustre familia Betancourt, de Puerto Príncipe, afincada en la isla desde mediados del siglo XVII procedente de La Laguna (Tenerife). Gaspar Betancourt se mostró siempre como uno de sus más firmes partidarios y su mujer era la más íntima amiga de Vidaurre. Nacido el 29 de abril de 1803, Gaspar Betancourt fue de los primeros en conspirar contra España. Estudió en la universidad de la Habana y se estableció en Filadelfia para dedicarse al comercio. En 1823, con 20 años, se integró en una comisión de cubanos que se embarcaron en Nueva York con destino a La Guaira, en Venezuela, para entrevistarse con Simón Bolívar y "promover un movimiento insurreccional en Cuba". Años más tarde, Gaspar Betancourt se vería expulsado de la isla en 1846 por el capitán general don Leopoldo O´Donnell, para establecerse en Nueva York, donde se haría cargo de la Junta Cubana de esta ciudad.

Otro temprano difusor de ideas independentistas fue el sacerdote don Félix Varela, natural de Santiago de Cuba y diputado por la isla en las Cortes de 1822 a 1823. Profesor en la cátedra del Colegio de San Carlos, formó las mentes de numerosos y futuros separatistas, entre los que destacaron don Jose Antonio Saco, quien le sustituyó en la cátedra, y don José de la Luz Caballero, alias "Pepe la Luz". El padre Varela tuvo que emigrar a los EEUU al publicarse el Real Decreto del 1 de octubre de 1823 que abolió el régimen constitucional nacido de la sublevación militar del teniente coronel Riego y del coronel Quiroga, siendo relevado por sus discípulos Saco y De la Luz en la difusión de las ideas independentistas.

Jose Antonio Saco nació en Bayamo el 7 de mayo de 1797. Pronto se distinguió en sus estudios, especialmente en los de filosofía. Por su ideas reformistas emigró a los Estados Unidos, donde fundó el Mensajero Semanal. De vuelta a la Habana, escribió en La Revista Bimestre Cubana y dirigió el colgio de Buenavista. En 1834 fue desterrado por el capitan general, don Miguel Tacón, y se instaló en Madrid, donde sostuvo siempre la necesidad de hacer reformas en Cuba. En 1836 fue elegido diputado a Cortes, pero no pudo acceder a ellas, publicando la protesta de los diputados cubanos. Opuesto a la esclavitud, escribió Mi primera pregunta, en la que demostraba que la abolición de la esclavitud no traería consecuencias negativas para el comercio de Cuba. Murió en Barcelona el 26 de septiembre de 1879 y sus restos fueron trasladados a la Habana. En 1837 escribió lo siguiente:

    "Cansado de oir las ventajas de que goza Cuba bajo el gobierno de España; cansado de oir que entre todas las colonias que las naciones europeas poseen del otro lado del Atlántico ninguna es tan feliz como Cuba, y cansado también de sufrir la imprudencia de plumas mercenarias y la pedantería de algunos diputados arengadores .....

Las ideas difundidas por Saco y De la Luz, y las ideas de libertad traidas a la isla por los constitucionalistas y liberales españoles, dió alas a los isleños a crear numerosas sociedades secretas.