En 1920 la orden de Hermanos de San Juan de Dios, fundada en España, se asentó en Colombia, donde rápidamente se expandió y recibió numerosas vocaciones. Esta era la razón de que muchos colombianos eran trasladados a España, bien para compartir su formación con los hermanos españoles, bien para ejercer aquí su labor religiosa y hospitalaria. Por ello, en julio de 1936 había siete hermanos hospitalarios colombianos en el sanatorio de Ciempozuelos, Madrid.

Ante la gravedad de los acontecimientos que estaban ocurriendo en Madrid, sus superiores decidieron repatriarlos a Colombia. Para ello se pusieron en contacto con el embajador de Colombia en Madrid, quien les proporcionó los documentos y las garantías diplomáticas necesarias para el traslado. Acompañados por un miembro de la embajada, salieron de Madrid por tren hacia Barcelona. Para evitar posibles conflictos, llevaban puesto un brazalete que los identificaba como tales. El plan era tomar un barco en Barcelona para viajar desde la Ciudad Condal a Colombia. Pero los milicianos les estaban esperando.

Llegaron a la estación de Barcelona el 8 de agosto. Nada más llegar fueron detenidos por un grupo de milicianos que les estaba esperando, y que les condujo a la comisaria de la calle Balmes, y de allí a la cárcel del Comité Popular de la misma calle. También les esperaba el cónsul de Colombia, don Ignacio Ortíz Lozano quien, al comprobar que sus compatriotas no llegaban y enterarse que estaban presos, protestó, hizo gestiones para tratar de salvarles y pidió expresamente visitarles. Todo fue inútil, y se le denegó la visita.

Al día siguiente, 9 de agosto, los hermanos hospitalarios fueron sacados de la comisaría de madrugada acompañados por un piquete. Fueron fusilados en un paraje de Barcelona que no ha sido identificado. Sus cadaveres se encontraron en el depósito del Hospital Clínico. Por el testimonio del portero del Comité Popular, sabemos que los siete hermanos afrontaron el martirio con total calma y entereza, rezando sus oraciones y confortándose unos a otros durante aquellas horas previas a su martirio. El portero quedó admirado de su comportamiento. Cinco de ellos tenían menos de treinta años, y dos de ellos no llegaban a los veinticuatro.

El cónsul de Colombia protestó ante el consejero de Gobernación; un extracto del texto que le remitió es el siguiente:

"... Manifiesto a usted que han sido vilmente asesinados en esta ciudad por las llamadas milicias siete ciudadanos colombianos; a su tiempo advertí a quien correspondía que no se cometiera una imprudencia ni una precipitación con estos infelices, víctimas del odio y la insania de ciertas secciones armadas y prohijadas por el Gobierno de Cataluña. No se me oyó. Se me desconoció toda autoridad para defenderlos y tomarlos a mi cuidado. Se me alegó el internacionalismo, la guerra y otras disculpas revolucionarias para impedirme verlos. Se les fusiló por el solo delito de ser sacerdotes (eran hermanos legos) de la religión católica, y con el pueril pretexto de que las células estaban borrosas, tal vez hechas por algún funcionario poco cuidadoso; pro también es cierto que advertí a los milicianos de Cataluña que era procedente, necesario, justo, obligatorio y humano proceder a comprobar su exactitud por el sencillo medio de un telegrama al ayuntamiento de Ciempozuelos, donde habían sido expedidas."

"Nada de eso se hizo; y a las seis de la mañana de pasó por las armas, de manera cobarde y arbitraria, a este grupo de ciudadanos colombiano, cuyos pasaportes habían sido expedidos por la Legación de Colombia en Madrid, los cuales han sido decomisados, ocultados y destruidos por los verdugos..."

El papa san Juan Pablo II decretó el 14 de mayo de 1991 el martirio de 71 Hermanos de San Juan, entre ellos nuestros siete hermanos colombianos. Todos ellos fueron beatificados en Roma el 25 de octubre de 1992 por el papa.